VICE | Ciudad de México.- Imagina salir de prisión después de pasar años dentro. Recoges tus cosas, te quitas el uniforme de la prisión una última vez y luego se abre una puerta y estás fuera. Debe ser un momento alegre, aunque también uno que conlleva miedo y expectativas. ¿Qué pasa después? Eres libre. ¿A quién visitas primero y a dónde vas? Para averiguar cómo son realmente esas primeras horas fuera de la prisión, VICE habló con tres hombres que lo han experimentado. Los ex convictos provienen del estado australiano de Victoria, y forman parte de ReConnect, un programa dirigido por los Servicios Sociales Jesuitas.

Imagen a través del usuario de Flickr Alexander C. Kafka.

Shaun, 34. Pasó cinco años en la cárcel

El día que salí de la cárcel fui directamente a la casa de mi papá. Tenía algo planeado para mí, algo así como una pequeña fiesta, pero le dije “No, no va a suceder”. No me sentía cómodo. Sé que estás rodeado de mucha gente en la cárcel, pero estar rodeado de gente afuera es un ambiente totalmente diferente. Fuera de la cárcel me costó trabajo hablar con la gente. ¿De qué podíamos hablar?

Habían pasado años desde la última vez que escuche pájaros por la mañana, o que vi el cielo nocturno, ya que había pasado los últimos tres años y medio en una prisión de máxima seguridad, donde teníamos que estar en nuestras celdas a las 4 PM todos los días. Pero en casa de mi papá, a las 5 AM, escuché un gallo. Pensé que estaba imaginando cosas, pero mi padre me dijo, “Sí, el vecino tiene un gallo”.

¿Sabes lo que realmente estaba esperando probar después de salir de la cárcel? Un pan tostado con Vegemite. No puedes tener Vegemite en la cárcel debido a la levadura. Algunos reos la usaban para hacer alcohol.

Después de despertar, entender el hecho de que había un gallo, y de comer un pan tostado con Vegemite, tuve que visitar al médico. Había estado cerca de 10 minutos en el tren, —a primera hora de la mañana, en hora pico, con todo el vagón lleno— cuando empecé a tener un ataque de pánico y tuve que bajarme. No podía soportar todas esas personas tan cerca de mí, sentí como si las paredes se estuvieran derrumbando. Me estaba sacando de quicio. Esperé hasta las 11 AM y me subí a un tren que estaba menos lleno.

Admito que al principio estaba un poco asustado, ya que había estado fuera durante cinco años. Sentí que no podía arreglármelas aquí. Me solté a llorar y le dije a mi papá: “No puedo hacerlo, tendré que volver a la cárcel”. Así fueron los primeros días, pero lentamente se volvió más fácil.

Imagen a través del usuario de Flickr 826 PARANORMAL.

Ziggy, 39. Ha cumplido varias condenas, su más reciente fue por dos años

En las semanas antes de salir probablemente experimenté ansiedad más que cualquier otra cosa. Pero una vez que me liberaron sentí más emoción que ansiedad. Creo que tomó un tiempo —algo así como unos días— procesar la experiencia. El momento cuando firmé los papeles, al saber que estaba dejando atrás la prisión… fue una sensación única.

El día que me liberaron hacía frío. Lo recuerdo porque no tenía puesto un suéter. El domicilio que registré para mi libertad condicional era la casa de mis padres, en un inicio, ya que habían accedido a darme alojamiento mientras ponía en orden mi vida. Después de dejar mis cosas en la casa de mis padres fui a visitar a mis hijos y a su madre. Sabían que iba a volver a casa y fue una gran sensación. Esa semana me decían por teléfono lo emocionados que estaban, cuánto esperaban ver a su papá. Por desgracia, mis hijos están acostumbrados a que yo esté fuera de casa por largos períodos. No fue mi primera vez en prisión. Durante la mayor parte de sus vidas he estado en la cárcel. No es algo de lo que esté orgulloso, pero al menos tengo la suerte de que aún mantenemos una fuerte conexión.

Tengo que decir que salir esta vez se sintió diferente. En ocasiones anteriores sentí que había demasiada gente a mi alrededor, había demasiado ruido. Pero cuando me liberaron esta vez, se sintió natural. Esta vez tuve una preparación mucho mayor con mi red de apoyo, y estoy usando a mi oficial de libertad condicional como parte de mi red de apoyo. La libertad condicional ha sido un enemigo para mí, pero me di cuenta de que tenía que cambiar algo. En esta ocasión tengo a un buen oficial de libertad condicional, de modo que tengo la mitad de la batalla ganada.

Me siento muy positivo sobre la vida en este momento. Mi futuro se ve más brillante de lo que ha sido en toda mi vida. Se lo he dicho a mi red de apoyo: la gente en la que puedo confiar… mi familia y amigos. Voy por buen camino por el momento, pero no soy complaciente. He estado en esta posición antes y todo ha empeorado con bastante rapidez. Pero he estado en la cárcel lo suficiente, y sólo es un desperdicio de tu vida.

Imagen a través del usuario de Flickr mike demers.

Vu, 36. Pasó tres años en prisión por un delito de drogas

Salí de prisión por la tarde. Mi trabajadora social me recogió. Me llevó a casa de mi madre. Todo el mundo me hizo sentir bienvenido. Preparamos el almuerzo y comimos sobre todo alimentos vietnamitas, el tipo que mi mamá cocinaba y que yo extrañaba más. Teníamos mucho de qué hablar porque habían pasado unos años. Al principio no sabes qué sienten las personas al tenerte de vuelta en sus vidas. Pero cuando te sientas y hablas con ellos, lo toman a bien y están contentos de que estés ahí.

Después de la prisión no sabía qué iba a suceder. No tenía control sobre nada. Pero al mismo tiempo quería trabajar y recuperarme. No quería ser una carga para otras personas, ¿sabes?

Mi otra prioridad era ver a mi hijo. Fue difícil porque está bajo el cuidado de sus abuelos. Desde que me condenaron por un delito relacionado con las drogas me trataron de manera extraña. Así que la primera vez que lo vi de nuevo no fue un día completo, sólo unas pocas horas en el centro comercial, y bajo la vigilancia de sus abuelos. Fue molesto, pero después de sobrevivir la cárcel, la mayoría de los problemas se sienten muy pequeños. No lo tomé personal.

Sólo tienes que concentrarte en lo que quieres ser, lo que quieres hacer. Eso es todo. Tratar de ser lo más normal posible. Antes de la cárcel todo se movía rápido. Estaba ganando un buen dinero, a montones, pero estaba estresado. Ahora realmente disfruto mi vida a pesar de que no vaya a tener una casa bonita, un coche, o mucho dinero en el bolsillo. Pero bueno, soy feliz. Es lo que más me importa en este momento.