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Por Rosalío González
Publicado el domingo, 27 de agosto del 2017 a las 09:09
Saltillo, Coah.- Son frágiles y temblorosos, lloran y gritan antes de caer al agua y luchar por su vida. Son la generación de bebés que está aprendiendo a sobrevivir al riesgo, a no sentir miedo y ser capaces de tomar decisiones de vida o muerte y sólo tienen unos meses de haber nacido.
Uno de ellos tiene 4 meses, es blanco como la leche y fue arrojado de un metro de altura a una alberca. Antes de ser soltado no paraba de llorar, pero al caer, su cuerpo se liberó, y comenzó a patalear con todas sus fuerzas, logró dar una vuelta dentro del agua y poner su nariz y boca a salvo, su respiro profundo se escuchó en todo el centro acuático. Aaaaah.
El entrenador, Daniel Rodríguez, dice que someter a los niños a situaciones de riesgo, completamente controladas por adultos profesionales en la natación le ayuda a los bebés a tener confianza en sí mismos, y mostrar la fuerza de sus cuerpos, aunque sean Una bebé de 2 años tiene los pulmones lo suficientemente desarrollados como para mantener la respiración y nadar hacia el fondo de la piscina, “lo que ella hace es similar al esfuerzo que un adulto tiene que hacer para nadar 5 metros de profundidad, necesitan una gran energía y la tienen”.
NO TIENEN MIEDO
Al verlos en la alberca, luchando contra el agua, mostrando su indefensión y el peligro latente, los abuelos de los bebés, invitados a observar su entrenamiento lloran y se aprietan las manos por los nervios y el miedo que les da ver a los pequeños sobreviviendo.
“Es otra generación de bebés, ellos no tienen miedo, lloran porque es parte de la reacción que tienen, avisan que están en riesgo, porque lo sienten, pero no porque no deseen estar en el agua”, dice el entrenador.
Esta legión de sobrevivientes incluye también a niños especiales, con discapacidades o síndromes: Dawn, autismo y cuadraplejia; para algunos de ellos la única forma de desplazarse es en el agua, “hay niños que no pueden caminar, pero pueden nadar, pueden incluso sumergirse y no solo flotar”.
En la alberca no se detiene el llanto, todo el tiempo los niños lloran, por sus edades, por el riesgo (controlado) al que son expuestos para su aprendizaje, pero en cuanto caen al agua, empujados, resbalados, lanzados o incluso por iniciativa propia, el llanto para y ellos nadan, patalean, se ponen a salvo.
DECISIONES PRECISAS
“Necesito que tomen a sus bebés para lanzarlos en efecto dominó”, instruye Daniel a los padres que se encuentran parados en la orilla de la alberca, mientras su equipo y él se preparan adentro de la piscina para recibir una lluvia de sobrevivientes que todavía usan pañal.
“Levantenlos y los van a lanzar en cuanto yo cuente tres”, dice. Los niños comienzan a llorar y algunos a gritar, otros empiezan a mantener su respiración, saben a lo que van. Caen al agua de un metro, metro y medio de altura y se desubican, buscan estabilidad y salvarse, usan todo: cabeza, tronco, extremidades, inteligencia, para ganarle al miedo.
“Estos niños serán jóvenes y adultos con capacidad de pensar y decidir rápido y de manera inteligente”, asegura el entrenador; esta generación está preparada para los escenarios en los que otras generaciones tropezaron, “y lo más importante, es que perdieron el miedo, no al agua, le perdieron miedo al miedo”.
pequeños.
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