Arte
Por Christian García
Publicado el jueves, 9 de marzo del 2017 a las 10:05
Saltillo, Coahuila.- El triste retrato de una oscura celda en la cual, arrinconadas, se encuentran las esperanzas de las mujeres que habitan entre paredes, barrotes y sueños rotos es lo que la fotógrafa Vida Yovanovich muestra en su exposición 27 Años, 8 Meses, 14 Días, que se inauguró la noche del martes en la Casa Purcell, como parte de los festejos por el 12 aniversario del centro cultural.
La ceremonia contó con la presencia de Yovanovich, la autora; de Isidro López Villarreal, Alcalde de la ciudad; Mabel Garza Blackaller, directora del Instituto Municipal de Cultura, así como con una gran cantidad de asistentes que llenaron el recinto..
“Vida ha dedicado gran parte de su obra a explorar la vida de la mujer. Su trabajo es reflexivo e íntimo. Los cuestionamientos a través de su trabajo fotográfico no sólo se refieren al deterioro corporal, sino, también, al emocional que sufrimos los seres humanos. Temas como la soledad, el abandono y el rechazo son una constante en su obra”, dijo Blackaller sobre el trabajo de Yovanovich.
LA CASA Y EL ABANDONO
Dividida en tres secciones que se encuentran en distintas partes de la casa, la exposición, que estará abierta hasta el 14 de mayo, muestra con una precisión casi documental del día a día de la soledad carcelaria en la que viven estas mujeres, personajes de una brutal realidad.
La primera sección inicia en el ala izquierda del recinto, con la muestra de 13 pequeñas fotografías que dibujan, en blanco y negro, los íntimos espacios en los que viven quienes habitan esas opresivas cajas de concreto. El pequeño formato de las fotografías no logra, en cambio, minimizar el enorme peso de encierro que representan.
La cocina, las habitaciones y los excusados son los retratos que en la deprimente escala de grises golpean en la cara a quien las observe, una reflexión sobre las vidas tan distintas que se tienen en la sociedad.
La segunda obra es una instalación de gran formato llamada Abismo de Ausencia, la cual con una cita de Virginia Woolf prepara al espectador para la enorme fotografía que representa una pared oscura, derruida, vieja, que tiene al frente una mesilla blanca con unas flores marchitas: metáfora del paso del tiempo en lo físico y lo emocional.
MIRADAS QUE VUELVEN
La segunda sección que conforma la exposición dse encuentra en el ático. Ahí se encuentran siete fotografías de tamaño natural de distintas mujeres cuya mirada se posa sobre quien las observa: devolviendo a cambio una mirada intensa y escrutadora.
El visitante observa la profundidad de las imágenes, también su transparencia y fragilidad, para preguntarse qué hicieron estas mujeres, quiénes son, por qué están ahí.
Acompañando a las imágenes, se encuentran siete placas con los testimonios escritos de las mujeres fotografiadas. Anónimas, no se sabe cuál testimonio pertenece a quién, sólo la historia que cuentan.
VOCES DE SOLEDAD
Al bajar las escaleras están las últimas dos instalaciones que la exposición ofrece. La primera es la proyección de varias fotografías en un cuarto oscuro, en donde se escuchan las voces de las mujeres, las razones por las cuales fueron encarceladas.
Es una visión del abandono que han sufrido durante todo el tiempo que han pasado ahí, así como las esperanzas que alguna vez radiantes, han ido quebrándose con el paso del tiempo.
La última es la instalación Soledades Sonoras que se localiza al lado de las proyecciones. Es un cuarto oscuro, solitario, con cuerdas que cuelgan del techo al piso, una lámpara baña al visitante con su luz y crea el efecto de reproducción infinita de las cuerdas, suaves barrotes que contienen dentro de la alcoba.
El encierro al que se somete el visitante es una degustación temporal de la vida que tienen las mujeres que habitan en cárceles de cualquier parte del mundo.
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