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Por Cyntia Moncada
Publicado el lunes, 2 de noviembre del 2009 a las 15:00
Saltillo, Coah.- El sonido de la campana de una iglesia marca el llamado. Decenas de personas se reúnen detrás de una lúgubre carroza, visten colores oscuros y tienen la mirada baja. Caminan lentamente siguiendo el coche que lleva a su muerto hasta lo que será su última morada.
Camposanto, panteón, cementerio, cripta o mausoleo, la última morada es desde el principio de la historia un lugar sagrado; sin importar creencias o religiones los pueblos han dado especial importancia al rito de enterrar a sus muertos, creando en torno a ello una incalculable riqueza artística que va desde la literatura, con textos que preparan a las personas para morir, como “El Libro de los Muertos” de los egipcios, hasta la arquitectura, que convierte los panteones en un muestrario de los más diversos estilos y épocas.
El político británico William Ewart Gladstone afirmó en una ocasión que el respeto de la gente por sus leyes y su tierra se podía medir con precisión matemática por la forma en que ésta se ocupaba de sus muertos, y esto se puede apreciar en el arte, en el esmero que las civilizaciones han dedicado siempre para construir el lugar en el que descansarán sus muertos.
EL ETERNO DESCANSO Por esa razón consideraban que sus casas eran viviendas temporales y sus tumbas sus residencias definitivas, esto desembocó en un esmero cada vez mayor por la construcción de grandes tumbas y revestir el sitio del eterno descanso.
La arquitectura funeraria en México, tal como la conocemos actualmente, tiene sus orígenes en la época de la conquista. Los españoles trajeron la costumbre de enterrar a sus muertos dentro de los templos, o bien, en las inmediaciones. En la mayoría de los suelos de catedrales del país pueden apreciarse lápidas de distintos materiales como el mármol y ónix con la identificación de las personas que fueron enterradas ahí.
En Saltillo, los muertos se sepultaba en el atrion y junto a la Catedral de Santiago, del templo de San Esteban y de San Francisco de Asís, sin embargo, en la época juarista se consideró que esta práctica era insana, lo que dio pie a los panteones civiles (Samuel Villela F., Méxicodesconocido.com) y los antiguos fueron demolidos.
UN PANTEÓN ILUSTRE El arquitecto Francisco Martínez, ex director del INAH Coahuila, acompañó a Zócalo Saltillo a un recorrido por el Panteón de Santiago, que se sitúa entre los más importantes, hablando de riqueza artística, precedido sólo por el Panteón San Antonio de Parras de la Fuente y San Juan Bautista del municipio de Guerrero.
Francisco Martínez destacó que la importancia del panteón radica, por un lado, en que alberga a los hombres ilustres del estado y, por otro, mantiene la característica arquitectónica de opulencia y que continúa una corriente que viene del centro, que consistía en construir tumbas monumentales con el mármol como principal elemento.
RECORRIDO ECLÉCTICO En su primera sección (la que da hacia el sur) se localizan las tumbas de mayor calidad. Construidas en su mayoría de mármol y cantera, materiales importados de Europa y de San Luis, pero trabajado por manos potosinas y regias, estas tumbas siguen los estilos más representativos de la arquitectura funeraria de principios del siglo pasado, tales como el ecléctico, neogótico o neoclásico.
Una característica de los conjuntos funerarios del Panteón de Santiago, destacó Martínez, es la mezcla de estilos que llegaron tardíamente a la ciudad y que se integran a otros, dando pie a estilos peculiares que caracterizan la arquitectura funeraria del norte del país.
Por otro lado, Martínez destacó que muchas de las esculturas o adornos eran vendidos en ese tiempo por catálogo, por eso algunos elementos se repiten en distintas tumbas.
Posteriormente, explica Francisco Martínez, de ser grandes construcciones las tumbas se vuelven más comunes. Se integran casi al ras del suelo, hechas de granito y cemento, y se dan paulatinamente otros estilos de la época.
“Hay algunas tumbas con elementos del art decó, con volutas, redondeos, elementos geométricos muy repetitivos, de la época de los 30 y 40”.
Finalmente en las tumbas más modernas el sentido artístico ha pasado a un segundo plano y los esfuerzos por construir la última morada se limitan a una tumba rectangular, con jarrones y esculturas de ángeles de granito o cemento.
De los cientos de tumbas que hoy yacen en el Panteón de Santiago hay algunas que destacan por su valor artístico e histórico, como las de las familias Purcell, Dámaso Rodríguez y de las familias de Jesús María Siller, de Gabriel Flores y de Antonio Dávila Ramos.
PATRIMONIO ARTÍSTICO Por otro lado, a raíz de que en 2003 el Día Muertos fue declarado Patrimonio Intangible de la Humanidad por la UNESCO y los panteones constituyen la base de esta celebración, ha habido grandes esfuerzos por el rescate y preservación de estos espacios.
En Saltillo se trató de integrar los panteones en una especie de recorridos culturales para difundir y preservar, sobre todo, las tumbas más significativas, sin embargo, nada se ha consolidado hasta la actualidad.
PANTEONES MUSEOS Un ejemplo de esfuerzos por revalorar el arte funerario son el Cementerio de la Recoleta, en Argentina, el Panteón Francés de la Ciudad de México o el de Montparnass, de París, incluso en Durango se ha establecido el Museo de Arte Funerario Benigno Montoya, dentro del Panteón de Oriente.
Después del entierro la gente se retira despacio, comparte algunos comentarios, pero siempre susurrando. La capilla familiar vuelve a cerrarse y el muerto descansa bajo una imponente construcción de mármol, por el resto de la eternidad.
Alberto Escovar Wilson-White, arquitecto colombiano, explica en su artículo “Vida, Resurrección y Muerte en la Arquitectura Funeraria” que la importancia que tuvo la construcción funeraria en las creencias cristianas y judías tiene una influencia directa de las doctrinas egipcias y griegas, quienes creían que aunque el cuerpo moría, el alma permanecía, y ellos tenían la obligación de cubrir las necesidades cuando eso sucediera.
Durante el gobierno de Miguel Cárdenas fue puesto en servicio, el 1 de septiembre de 1899, el Panteón de Santiago, convirtiéndose en uno de los logros más importantes de su administración, pues se volvió el predilecto de la alta sociedad saltillense y de los más destacados políticos, artistas y empresarios de la ciudad. Por eso no tardó en ser el recinto de importantes muestras de la arquitectura funeraria.
Recorrer el Panteón de Santiago es como abrirle una línea al tiempo, las tumbas son un reflejo directo de la arquitectura saltillense, donde existen casas y templos con influencias europeas, hasta las casas más sencillas construidas con ladrillo.
Los dos panteones de Saltillo, el de San Esteban y el de Santiago, fueron declarados en 1992 patrimonio cultural de la ciudad, para de esa manera protegerlos. Sin embargo, la mayoría de las tumbas se encuentran muy deterioradas y presentan grietas y humedad. Y si no son reparadas a tiempo podrían colapsarse si se exponen a un cambio brusco de temperatura.
No sería la primera vez que un panteón se convierte en un recorrido artístico, en todo el mundo algunos son visitados por extranjeros que buscan apreciar su arquitectura o conocer dónde fueron enterrados artistas, políticos o líderes de la ciudad.
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