Ruta
Por Ruta Libre
Publicado el lunes, 23 de enero del 2017 a las 15:47
Por: Edgardo Valero
Saltillo, Coah.- Si hay algo que defina acertadamente a las dos personas de quienes voy a hablar en los próximos párrafos es la palabra libertad. Nacieron en una ciudad en donde el cambio va a paso lento, pero va. Crecieron y se educaron en ambientes distintos, en diferentes colonias. Ni siquiera son de la misma edad. Sin embargo, hay algo en común que las une: ambas nacieron con un cuerpo que sentían que no les correspondía.
Karla y Michell son transgénero. Es decir, han trascendido aquella forma de interpretar lo que es un hombre y una mujer, y han construido un cuerpo acorde con su identidad. Karla nunca fue un hombre ni Michell una mujer, no importa lo que la tradición diga. Ellos son así.
Si uno los conoce, habla con ellos, se sienta a tomar una taza de café, sería difícil pensar que han pasado por un proceso que la mayoría de las personas ni siquiera se imagina. Y a diferencia de otros, quienes prefieren mantenerse no visibles, Michell y Karla hablan con toda naturalidad de cómo ha sido su vida situada en un proceso de transición constante hasta llegar al día de hoy, en el que han dado un paso grande por el reconocimiento social e institucional. Ellos son, quizá, los primeros coahuilenses que han logrado el cambio de identidad de género sin un juicio de por medio.
“¿Cómo te llamas?”, les pregunto a cada uno en los lugares que acordamos para la entrevista. Karla América Ruvalcaba contesta, y está feliz. Se le esboza una sonrisa en el rostro. Y es que en su mano sujeta el acta de nacimiento que confirma que ella se llama así. “Me la acaban de dar”, dice.
Un día después, Alexandre Michell Lara Morín saca de su cartera la identificación del Instituto Nacional Electoral. Su nombre está ahí y ya nada en el mundo lo cambia. Siente que una parte de él está completa. Lo demás vendrá poco a poco, pero por ahora nadie le aparta la felicidad que le dio el hecho de poder cambiar su nombre en 2015.
Devenir mujer
Lleva puesto un vestido negro con estampados en flores. Se acaba de teñir el cabello y ahora lo luce rojo. Está afuera de su casa, en la colonia Gustavo Espinoza Mireles, un lugar rodeado de cerros y que a simple vista pareciera bravo, pero Karla no está de acuerdo y afirma que es muy tranquilo. Ahí nació hace 38 años. Creció al lado de su hermana mayor, su padre y su madre, quienes se divorciaron cuando ella era pequeña.
Ahora está de visita en Saltillo porque desde hace tres meses radica en la Ciudad de México, en donde trabaja para Prodiana, A.C., una asociación fundada por Diana Sánchez Barrios, activista y la primera mujer trans en contender por una silla curul en la ALDF por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en 2012.
Karla llegó a esta asociación a través del foro Encuentro Trans, la Lucha Sigue por Nuestros Derechos que organizó Prodiana. Con la ayuda de un crédito que le otorgó San Aelredo, A.C., que dirige el activista Noé Leonardo Ruiz, es como ella tuvo su primer contacto con Sánchez Barrios. “Yo ya la había visto en televisión y en redes sociales”, dice emocionada.
–Yo llegué con Diana por el foro de diversidad trans. Se me hizo una carrera bien bonita lo que ella hace. Le dije que quería aprender y que me diera chamba. Me comentó que ella quería tener una oficina de diversidad en cada estado, y yo le pedí la oportunidad de poner esa oficina aquí en Saltillo–, dice mientras camina a la casa de su padre, a unas cuadras de donde ella vivía y en donde se queda durante su tiempo de visita. Los vecinos la observan, pero nadie le dice nada.
En Prodiana, A.C., Karla se dedica a hacer lo que llama acompañamientos. Es decir, ayuda con el trámite de cambio de identidad de género a hombres y mujeres trans de todo el país, quienes tienen que acudir por sus propios medios a la Ciudad de México para firmar la papelería. De lo que sigue ella se encarga: ir a cada una de las 12 instancias de Gobierno para que sea recibida y aceptada la solicitud de una nueva identidad.
Durante años trabajó en fábricas. Fue montacarguista y ayudante en un comedor industrial, labor que complementaba como estilista. Por algún tiempo se dedicó a la prostitución al no encontrar otra alternativa. Para ella la cuestión laboral se trató de un asunto difícil. No era sencillo que empresas de Saltillo quisieran contratar a una mujer trans porque le recriminaban que su apariencia no coincidía con su vestimenta. Mucho menos lo fue intentar hacer trámites en oficinas de Gobierno. En todas partes le decían “es que no eres tú”.
–Llegaba a hacer un trámite burocrático y la verdad me daba mucha pena sacar la credencial. A veces ni me quería maquillar, te lo juro. “Es que no coincides”, me decían. “¿Qué quieres que haga porque sí soy yo?”, les contestaba. Incluso viene mi fotografía de niña con mi nombre “Pánfilo”, y yo les decía “pues ¿qué quieres que haga?”–dice entre risas, pero me cuenta que sí pasó momentos muy bochornosos.
El problema de la heterosexualidad forzada le dio momentos amargos. A pesar de que nunca fue hombre, en sus primeros años de escuela sufrió rechazo por parte de maestros, quienes no aceptaban la expresión de su identidad. No entendían su pelo largo, sus amaneramientos ni sus faldas. A los 12 años rompió con todo lo impuesto y desde entonces es Karla.
Ahora que sus papeles oficiales llevan su nombre se siente diferente. Dice que le dan ganas de vestirse mejor porque antes le desanimaba ir a algún lugar y mostrar su identificación para que vieran el nombre con el que nunca se reconoció y que prefiere olvidar, porque ese nombre de varón que le dieron sus padres nunca existió, pero por fortuna logró deshacerse de él en tan sólo 20 días durante noviembre y diciembre pasados.
–Me quité un tabique de la espalda. Me siento ya bien plena, me siento diferente, porque antes yo me arreglaba y me esforzaba, y sí me sentía bien mujer, pero ahora me arreglo y me esfuerzo más para ser más femenina. Me siento realizada y me siento más libre.
Devenir hombre
En su primera acta de nacimiento apareció como Michelle Alexandra Lara Morín. No le incomoda su pasado ni su antiguo nombre ni tiene nada de qué avergonzarse. Para él, descubrir que es un hombre transexual fue un proceso gradual. Hoy es Alexandre Michell y desde el 2015 ya es oficial.
–Hace aproximadamente cinco años un amigo me dijo que a lo mejor yo podía ser transexual, debido a una inquietud que le comenté en cuanto a sexualidad. Es ahí donde me nace la curiosidad de investigar acerca del tema. Me voy a Facebook y ahí empiezo a ver diferentes grupos de chicos trans.
En ese momento Michell vivía en la Ciudad de México, en donde se ubica la Clínica Especializada Condesa, que atienda a personas con VIH/sida y otorga tratamientos de reemplazo hormonal para aquellos con identidad transgénero. Él comenzó el tratamiento y desde entonces documenta cómo su cuerpo ha cambiado a lo largo de estos años. Su voz se hizo más grave, la piel más gruesa, le creció barba –no tanto cómo él quisiera, dice–, sus músculos se ensancharon y le brotó la manzana de Adán.
–La primera semana que yo comencé con la testosterona ya me sentía diferente.
Disidente
Cisgénero es una palabra que se utiliza dentro de los estudios de género para definir a aquellas personas cuya identidad coincide con la que se ha construido culturalmente. Por ejemplo, si vienen al mundo con un pene les asignan la categoría de masculino y si nacen con vulva, la de femenino. Sin embargo, esto no quiere decir que durante el desarrollo esa persona esté de acuerdo con la categoría que se le ha asignado desde afuera.
Michell, de 26 años, actor de teatro y productor de televisión en RCG, no quiere ser un hombre cis porque él se identifica como un hombre trans, y él ahí está contento. No es ni una mujer cis ni un hombre cis. En este “en medio” él quiere quedarse y lo entiende perfectamente, pero quienes no, que son el grueso de la población, les conflictúa pensar al “otro” fuera de los márgenes y las linealidades marcadas por la heteronormatividad. Y en este sentido, los discursos pueden ser muy cerrados y violentos, porque como afirma Miguel Corral, maestro en Estudios Culturales por el Colegio de la Frontera Norte y especialista en VIH/sida, sexualidad y género, esto pone en tensión las categorías de lo masculino y lo femenino construidas socialmente.
Por ejemplo, alguna vez Michell trabajó como jefe de telemarketing en una empresa de zapatos. Él, que en ese tiempo aún no se definía como transgénero, le gustaba vestir de saco y corbata.
“En momento mi supervisor me dijo:
–No puedes venir a trabajar así. Necesitas venir a trabajar con otra ropa.
–¿Cómo con otra ropa?
–Sí, que te veas más formal.
–Traigo corbata.
–Sí, pero esa ropa no corresponde a tu género.
–Pero con esta ropa me siento cómodo –en ese momento fue ‘cómoda’”, aclara.
“Yo no terminaba de entender por qué quería que me fuera de vestido si iba a trabajar exactamente igual o mejor, y más cómodo con corbata”.
Y esta es tan sólo una forma de discriminación que enfrentan los transgénero, travestis y transexuales, y que puede ser, quizá, una de las menos violentas, porque si algo ha caracterizado a los países de América Latina es la virulencia con que esta población ha sido marginada, pero no sólo los trans, sino todos los que se inscriben en las disidencias sexuales.
Frente a esto, y como una forma para abrir espacios de reconocimiento para las minorías sexuales, activistas y organizaciones de todo el país han ido pugnando para que en los centros de poder se legisle en favor de la eliminación de la violencia y discriminación, y porque se reivindiquen los derechos que durante siglos les han sido negados, como las uniones civiles y el acceso a servicios médicos socializados, así como que la ley de cambio de identidad de género se extienda a todos los estados de la República.
Michell tuvo la fortuna de residir en la Ciudad de México y pudo hacer su cambio de identidad, pero no todas las personas transgénero corren esa suerte. Hay para quienes el llevar un nombre que no quieren les pesa como un fardo de mil kilos, y habitar con él puede complicar al extremo sus ‘La ideología perversa’
Es 11 de septiembre de 2016. Miles de personas caminan vestidas de blanco, de rosa o azul por las principales calles de 122 ciudades del país. Llevan globos y pancartas. Se dicen indignadas, molestas y amenazadas.
Se trata del Frente Nacional de la Familia y protestan porque no sea aprobada la iniciativa de Enrique Peña Nieto de permitir el matrimonio entre miembros de la comunidad LGBTTTI (lesbiana, gay, bisexual, transgénero, travesti, transexual e intersexual).
También lo hacen para que “la perversa ideología de género”, como ellos la llaman, no forme parte del programa de educación básica en el país. “Con mis hijos no te metas”, rezan sus consignas.
En el último año la palabra género ha tomado auge. La misma revista National Geographic le dedicó su edición de diciembre pasado con el título La Revolución del Género. Pero, ¿por qué este tema se ha convertido últimamente en un territorio de disputa?
Y no es que antes no lo fuera, pero ahora se ha vuelto más perceptible. ¿Por qué cuesta tanto trabajo pensar el género? ¿Cómo se le puede definir y cómo es que se construye un hombre y una mujer?
“El género es un concepto que tiene un alto grado de complejidad. Me parece que puede ser pensado como aquellas pautas que social y culturalmente se establecen en relación con cómo debe ser y actuar un hombre, y cómo debe ser y actuar una mujer”, me explica Miguel Corral vía Skype desde Tijuana, Baja California.
El especialista estudió en el Colegio de la Frontera Norte, cuyo centro de investigación aborda los líneas de género, poder y sexualidad dentro de la Maestría en Estudios Culturales que coordina la reconocida filósofa y transfeminista Sayak Valencia.
Una de las lecturas que esto conlleva, dice, es poder reflexionar sobre el lugar en que históricamente se ha posicionado a las mujeres frente a los hombres, pero no sólo de ellas, sino todas las minorías que disiden del estereotipo de hombre blanco, heterosexual, burgués, europeo o norteamericano. Esta posición, señala, ha sido de Una vez que estas desigualdades se vuelven visibles y cuestionan el privilegio del género masculino, lo que hacen es generar la tensión y la desestabilización de una de las maneras en que se ha pensado la relación entre las personas.
“Lo que provoca esto es que las mujeres y las minorías empiecen a demandar mayores espacios de participación y de desarrollo; no mayores en relación a que quieren más que los hombres, sino en qué medida desean las mismas oportunidades que tienen los hombres para alcanzar un desarrollo político, económico y cultural dentro de esa sociedad”, me explica.
Organizados y obligados
Una de las primeras formas de organización en la sociedad fue el género, antes que la raza o las clases sociales, dice Miguel, citando a la historiadora Joan Scott. Y desde entonces, explica, se ha estado sosteniendo esta forma de organización pensando en que las únicas maneras de ser hombre o de ser mujer son aquellas que se han establecido desde tiempos inmemoriales.
Es por esta razón que se piensa que el género viene con el nacimiento y no es así. Sin embargo, estas formas de actuar reiteradas permean las vidas y al momento de no cumplirlas pueden convertirse en una serie de problemáticas como el sufrimiento emocional, baja autoestima, agresión, no sentir que se encaja en la sociedad, y que llegan en ocasiones a desencadenar suicidios.
“Nos hemos esforzado tanto en construir el sexo y el género como si fueran una linealidad perfecta. Si una persona nace con genitales de varón, parecería que tendría a fuerza que corresponder con su práctica sexual. Es decir, tendría que tener sexo con mujeres, pero además se esperaría que se comporte como hombre: macho, fuerte, proveedor; que tiene la capacidad de defender al otro, que se arriesga, que no se enferma.
“Y en el lado de las mujeres también se espera una serie de comportamientos o formas de ser que van a marcar el resto de su vida. Cuando esto no sucede, suele pensarse que hay una desviación”.
Desde los aportes del feminismo y de los estudios de la disidencia sexual, Miguel señala que el género es, entonces, una ficción tal como lo afirma Judith Butler, una de las autoras más reconocidas en el tema.
“Lo hemos repetido y actuado tanto que nos da la impresión de que es la única manera posible de llevar el género, y el caso más emblemático de irrupción es el de las personas trans, que ponen en tensión esta lógica”.
Desde lo legislativo
Noé Leonardo Ruiz es el presidente de la Comunidad San Aelredo, una asociación civil que pugna por los derechos de las minorías sexuales en Coahuila y que ha logrado, en conjunción con otros colectivos y del Partido Socialdemócrata, que en el estado se reconozcan desde septiembre de 2014 el matrimonio igualitario y la posibilidad de adopción por parte de parejas homosexuales. Sin embargo, lo que queda aún pendiente es una ley que permita el cambio de identidad de género para las personas trans.
Me explica que durante el 2016 se estuvo trabajando en esta iniciativa de ley con otros colectivos, incluido Prodiana, A.C., y que se tiene planeado que en los últimos días de enero se presente para que desde el Pleno del Congreso del Estado se impulse a través de tres vertientes que beneficiarían a esta población: el primero, desde lo personal; el segundo, en el plano educativo, y el tercero para acceder al matrimonio, que ya lo pueden hacer, pero señala que no desde la identidad de género que desean.
“Nosotros tenemos alrededor de 60% de probabilidad de que se llegara a probar, pero ¿qué nos va a tocar a nosotros hacer como población LGBTTTI hacer o como asociación civil? Pues convencer a los diputados que no estén a favor de que tenemos que apoyar esta ley por los beneficios que se van a tener con esto.
“Vamos a tener hombres y mujeres trans mejor capacitados, que decidan con su identidad sin esconderse de la sociedad. Vamos a tener gentes que van a terminar una carrera universitaria y que van a dar un servicio más profesional en la sociedad”. (Con información de Jesús Castro)
Transfobia, el odio que mata
El 2016 en México se caracterizó por ser un año de asesinatos por transfobia, instigados por el discurso de odio que diferentes asociaciones religiosas en el país propagaban, entre ellas, en Saltillo, la asociación Cristo Vive, que fue la organizadora de la marcha en pro de la familia natural en la ciudad.
–Es una acusación que muchas lanzamos a la Iglesia católica y a la derecha política, ya que están sembrando un clima de odio, de violencia y de ajusticiamiento que está propiciando este resurgimiento de la homofobia y la transfobia–, dijo para la agencia informativa Efe Angie Rueda, tras los más de 10 asesinatos ocurridos entre septiembre y noviembre pasados en la Ciudad de México, Chihuahua y Chiapas. Rueda es promotora de los derechos humanos y la no discriminación de la población de la diversidad sexogenérica.
De 2008 a 2016 se han contabilizado 247 asesinatos contra personas trans en México, según datos de la organización Transgender Europe. Con esta cifra, este país se convierte en el segundo más peligroso para esta población después de Brasil, que contabilizó 845 homicidios en el mismo lapso.
Iniciar el cambio
El Consejo para Prevenir la Discriminación en la Ciudad de México publica en su página los siguientes requisitos para tramitar el cambio de identidad de género.
• Solicitud debidamente requisitada.
• Copia certificada del acta de nacimiento primigenia, para efecto de que se haga la reserva correspondiente.
• Original y copia fotostática de identificación oficial.
• Comprobante de domicilio.
• Ser de nacionalidad mexicana.
• Tener al menos 18 años cumplidos.
• Desahogar en el Juzgado Central del Registro Civil la comparecencia que se detalla en el Reglamento y Manual de Procedimientos del Registro Civil.
• El nombre completo y los datos registrales asentados en el acta primigenia.
• El nombre solicitado sin apellidos y, en su caso, el género solicitado.
El cambio de identidad de género no es aún posible en Coahuila a pesar de los avances en el reconocimiento y reivindicación de los derechos de las minorías sexuales en el estado, por lo que ambos tuvieron que hacer este proceso en la Ciudad de México, en donde la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) aprobó el 14 de noviembre de 2014 con 42 votos a favor, cero en contra y 6 abstenciones el trámite que permite a las personas trans cambiar su nombre y su género.
existencias.
subordinación.
Notas Relacionadas
Más sobre esta sección Más en Ruta