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Don Francisco de Urdiñola: Ni marqués ni de Aguayo

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 24 de julio del 2017 a las 16:00


Por siglos se creyó que el sádico y despiadado conquistador que protagonizó innumerables leyendas era don Francisco de Urdiñola

Por: Jesús Castro

Saltillo, Coah.- El día en que una maestra saltillense vio la imagen del primer marqués de Aguayo casi se desmaya. Aquel hombre no tenía barba ni portaba vestimenta española, más bien usaba traje estilo militar y un fleco de pelos enmarañados sobre la frente.

“Ese no es el marqués de Aguayo”, dijo la mujer luego de ver la inscripción bajo la imagen. Con el rostro extrañado e incrédula repitió que ese no podía ser, porque todo mundo sabía que el marqués fue don Francisco de Urdiñola, uno de los ilustres fundadores de Saltillo hace 440 años.

La Historia refutaría esa versión porque al menos tres cronistas –originarios de Mazapil, Parras y General Cepeda– coinciden en que el hombre sin bigote ni barba que observó aquella maestra se trató de Agustín de Echevertz Subiza y Espinal, primer marqués de San Miguel de Aguayo y Santa Olalla.

Más de 200 años repitiendo que el marqués fue don Francisco de Urdiñola hicieron que la gente lo creyera. Pero este no es el único mito que es necesario derribar en torno al fundador de Saltillo o al marquesado.

NI MARQUÉS NI DE AGUAYO

Existe una casa antigua de dos pisos ubicada a una cuadra del templo de San Gregorio, en Mazapil, Zacatecas. Se dice que es de las más antiguas al ser construida hace cinco siglos, pero su relevancia estriba en que hoy es el museo llamado La Casa del Marqués de Aguayo, Francisco de Urdiñola.

Quien lo atiende es el cronista de Mazapil, don Pedro Ascasio. Él mismo durante mucho tiempo estuvo convencido de que Urdiñola fue el marqués de Aguayo hasta que los archivos históricos del municipio que él tiene en resguardo le indicaron lo contrario.

“Dicen que Francisco de Urdiñola llegó a estas tierras entre 1572 o 1574 como soldado de la corona española con el título de las tropas de Mazapil. Fue de los primeros habitantes. (Fue) pacificador de las tribus indígenas. Se hizo minero y ganadero”, señala don Pedro.


Pedro Acasio, Cronista de Mazapil, Zacatecas.

Durante ese tiempo, Urdiñola, aún soltero, habitó esa casa, la cual dejó en 1576 para fundar Saltillo. Fue en ese entonces cuando comenzó a formar una gran fortuna hasta convertirse en uno de los dos latifundistas más importantes del norte del país.

En 1586 se casó en Río Grande, Zacatecas, con la hija del gobernador de la Nueva Vizcaya, una jovencita de nombre Leonor López de Lois, con quien procreó a dos hijas, María e Isabel, quienes nunca vivieron en Mazapil.

Las tres estuvieron junto a la madre de Leonor, doña Marina González, en Río Grande, mientras Urdiñola abría casas y haciendas en Bonanza, Saltillo, Patos (hoy General Cepeda), Parras, Durango, Monclova, y se adueñaba de un extenso territorio que llegó hasta Texas.

“Como no había quién le hiciera sombra, él se autonombró marqués y con ese título se quedó. Es el mismo personaje: Francisco de Urdiñola es su nombre original y el marquesado de Aguayo fue por el título que él se adjudicó”, dice en un primer momento Pedro Ascasio.


Casa de Francisco de Urdiñola cuando vivió en Mazapil, Zacatecas, y que erróneamente se le conoce como Casa del Marqués.

Sin embargo, señala que no existe ningún documento que avale esa versión popular que ha pasado de generación en generación a través de la oralidad. Son dos jovencitos los que lo desmienten. Se trata de Claudia Domínguez y Guillermo Dorado, estudiantes zacatecanos que digitalizan el archivo histórico de Mazapil.

Ellos mostraron dos documentos firmados por los dos primeros marqueses de San Miguel de Aguayo, don Agustín de Echeverz y Joseph de Azlor y Virto de Vera. Don Pedro agrega que, en efecto, se sabe que el primero que usó oficialmente el título de marqués de Aguayo fue don Agustín y no Urdiñola.

“Lo que se sabe es que hubo varios marqueses en General Cepeda, donde fue la base del marquesado. Entonces, hubo alguno o dos marqueses después, uno de ellos Agustín de Echeverz y Subiza. (Él) sí fue nombrado marqués por la Corona Española. Hay un documento de su nombramiento. Al parecer se casó con una nieta de Urdiñola”, explica don Pedro.

Lo anterior lo confirma Elvia Martínez, cronista de Parras de la Fuente, lugar a donde Urdiñola llegó para edificar la Hacienda del Rosario e instalar uno de los primeros viñedos de la Nueva España. La profesora dice que nació en 1552 en Oyarzun, una provincia vasca, en España, y que teniendo él unos 34 años se casó con Leonor, de tan sólo 14.


Doña Leonor López de Lois.

Cuando sus hijas tenían entre 6 y 8 años, Leonor, de 22 años, enfermó de erisipea. Murió en 1594 tras una lenta agonía bajo los cuidados de Urdiñola y su suegra. Don Francisco no volvió a casarse ni a tener una residencia fija, por lo que pasó todo el tiempo de una hacienda a otra, hasta que se instaló en Durango, donde fue nombrado Gobernador de la Nueva Vizcaya.

Sin embargo, aún en el esplendor de su poderío como latifundista y prominente político, la profesora Elvia niega que alguna vez se haya autonombrado marqués de Aguayo, como lo refiere Pedro Ascasio, pues, dice, no existe ningún documento que así lo refiera.

Lo que sí hay son escritos y hasta pinturas del primer marqués, que si bien no se trató de Urdiñola, por lo menos sí sabemos que la primera marquesa fue bisnieta de don Francisco, motivo por el que hasta la fecha lo siguen confundiendo.

Pero la cronista es todavía más contundente al especificar que Urdiñola murió en 1618, en Zacatecas, y según documentos oficiales, el título nobiliario del Marquesado de Aguayo es concedido por primera vez por el rey Carlos II de España en 1682, así que es la prueba definitiva de que Urdiñola nunca fue marqués de Aguayo.


Elvia Martínez, Cronista de Parras de la Fuente.

URDIÑOLA NO FUE ASESINO

En General Cepeda, así como en Mazapil, Bonanza y Parras se cuenta una leyenda que sigue haciendo creer a la gente que Urdiñola fue el Marqués de Aguayo. La del hombre que mató a su esposa porque ella le fue infiel y que luego se encerró en los túneles y nunca se volvió a saber de él, por eso se aparece en la azotea de las casas que habitó, y hasta fotos hay de dichas apariciones.

Todo lo anterior es una mentira, así lo declara Pedro Ascasio, cronista de Mazapil. Dice que la única verdad es que a Urdiñola lo acusaron de matar a su esposa. El denunciante era Juan Bautista Lomas y Colmenares, el otro gran latifundista del norte, que intentaba quedarse con todo el poder de Urdiñola, pero se comprobó que todo era mentira.


El escudo de Francisco de Urdiñola.

Agrega la cronista de Parras, Elvia Martínez, que don Francisco sí estuvo alrededor de cinco años en prisión, primero en la Ciudad de México y luego en Guadalajara, pero al final fue absuelto porque se comprobó que la denuncia era falsa, al grado de que incluso familiares de Juan Bautista atestiguaron a favor de Urdiñola.

Pero aquella situación verídica fue contada de boca en boca, mezclándole otras historias, hasta que amalgamaron no una leyenda, sino un mito: que un día Urdiñola, al enterarse de que su mujer lo engañaba, ideó matarla por medio de un plan para no ser descubierto.

“Se habla de que partió de Mazapil, que tuvo unos festejos para armar su artimaña. Cuando tuvo a su gente unida, les dijo que se sentía mal y que se recostaría, que por ningún motivo suspendieran la fiesta, pero se fue por un túnel hasta Bonanza y de ahí a su casa en General Cepeda, y fue donde mató a su esposa, luego volvió por los túneles a Mazapil”, cuenta don Pedro.

De acuerdo con el cronista de General Cepeda, el profesor Jorge Luis Esquivel, la historia es recogida en 1860 por un escritor de apellido Portillo, y luego rebatida y echada abajo por don Vito Alessio Robles 80 años después.

Pero ya se había originado el mito de que Urdiñola era el Marqués de Aguayo, que había matado a su esposa y que su espíritu vaga por la hacienda de General Cepeda. Aunque el historiador dice tener una hipótesis de cómo fue que la creencia popular entrelazó a estos dos
personajes.


Una foto con el supuesto fantasma del Marqués en General Cepeda.

Dice que en General Cepeda existe una lápida en el altar de la iglesia de San Francisco, en la que reposa Ana María de Valdivieso, cuya inscripción dice que ahí descansan los restos de una esposa abnegada, de la que luego se encontró un acta de defunción que revela un secreto.

“En el acta de defunción dice que tuvo una muerte violenta, por eso no se le dio la extremaunción. Entonces, cuando leemos eso, la gente dice ‘esta fue la que murió de muerte violenta, esta es la marquesa’, y como se decía que a Urdiñola lo habían acusado de matar a su esposa, dijeron, ‘pues Urdiñola es el marqués de Aguayo y esta la marquesa que él mató’”, refiere.

De esa manera entrelazaron dos historias que tienen siglos de distancia, porque don Francisco de Urdiñola llegó a la Hacienda de Patos, hoy General Cepeda en 1575, mientras que la lápida que está en la iglesia de San Francisco data de 1822.

Además, Ana María Valdivieso Vidal de Lorca no fue nunca la esposa del marqués de Aguayo, sino su hermana. Así es, la mujer de la lápida es la hermana del quinto y último marqués, don José María Valdivieso Vidal y de Lorca.

Pero aún más, la leyenda también carece de datos que se acerquen a la realidad, pues la distancia entre Mazapil y General Cepeda es tan larga, que es imposible sustentar la historia y más si el camino que dicen que recorrió el marqués fue de túneles.

“Sí hay túneles en Mazapil, pero no tienen salida ni comunicación, ni siquiera a Bonanza. Aparte son oscuros, y aunque dicen que se iba renovando caballos a determinada distancia, los caballos no caminan rápido en un túnel oscuro, ni tampoco pudo ir y venir en la misma noche y seguir con su fiesta. Es imposible”, señaló Pedro Ascacio.

También Jorge Luis Esquivel está de acuerdo. Reconoce que también en General Cepeda hay túneles, pero no cree que sean tan largos como para llegar hasta aquel municipio y, en caso de que existieran, es imposible que Urdiñola, o el marqués, o quien fuera, saliera de allá, arribara a General Cepeda, asesinara a su esposa y regresara a Mazapil a la fiesta.


Túneles de General Cepeda que originaron la leyenda sobre la huida del marqués luego de asesinar a su esposa.

LAS MARQUESAS

Aunque, en efecto, el mito no está tan perdido porque a pesar de que don Francisco no fue el marqués de Aguayo sí lo fueron sus descendientes. La profesora Elvia dice que se sabe que Urdiñola tuvo tres hijos, uno de ellos varón de nombre Antonio, del que se desconoce quién fue su madre, pero se sabe que fue enviado a España, donde hizo su vida. Murió sin recibir herencia.

En cambio, en la Nueva España tenía dos hijas a quienes heredó toda su fortuna. Se trata de María, quien se casó con Pedro Suárez de Longoria, con quien no tuvo hijos. Isabel Urdiñola López de Lois, la otra hija, contrajo nupcias con Luis Alceaga Ibargüen.

“Tuvieron una hija que se llamó María Alceaga y Urdiñola, y ella se casó con Luis de Valdez y Rejano. Ellos tuvieron una hija, que fue Francisca de Valdez y Alceaga. Con ella nació el marquesado de Aguayo”, explica la cronista de Parras.

Sucedió que Francisca, la bisnieta de Urdiñola, contrajo nupcias con Agustín de Echeverz y Subiza. Vivieron un tiempo en España, donde gracias a los servicios de su esposo al Rey de España Carlos II y a cambio de 369 mil maravedís (moneda de aquel entonces), compraron el título del Marquesado de San Miguel de Aguayo y Conde de Santa Olalla, en la villa del mismo nombre.

“Aquel matrimonio era de conveniencia económica. Las propiedades eran de la esposa, y como él tenía el título, ella fue la marquesa, y ellos dos forman el primer marquesado de Aguayo en 1682”, expone Elvia Martínez. Y con esos títulos volvieron en varias ocasiones a la Nueva España para estar al pendiente del latifundio de los Urdiñola.

Hasta que un día ella enfermó en España y el marqués viajó tres meses en barco para verla. El destino permitió que al llegar, ella ya estuviera recuperada, pero en el camino Agustín contrajo una enfermedad y es él quien muere, siendo enterrado en Europa.

Para ese momento Francisca había tenido ya una hija, Ignacia Xaviera, con quien volvió para instalarse en la Hacienda de Patos, hoy General Cepeda, donde murió la primera marquesa de Aguayo. Su cuerpo fue trasladado a Parras para ser enterrada al lado izquierdo del altar en el templo de San Ignacio de Loyola, donde aún reposan sus restos.


Iglesia de San Ignacio de Loyola, en Parras, donde está enterrada la primera marquesa de Aguayo.

Su hija Ignacia Xaviera de Echeverz y Subiza estuvo casada alguna vez en España y procreó una hija de nombre Ana, pero ella se quedó en Europa. Casi no se conoce de ella, sólo por cartas que intercambió con su madre. Se conoce que cuando murió su madre reclamó
herencia.

Al volver a la Nueva España, la segunda marquesa de Aguayo se casó con Joseph Azlor y Virto de Vera, con quien tuvo dos hijas. La primera de ellas nació durante un viaje a Pamplona, España, y la nombraron María Josefa Micaela Azlor y Echeverz. La segunda hija, Ignacia, nació en la Hacienda de Patos, hoy General Cepeda. Fue monja.

“Cuando se casó María Josefa, en 1735, Ignacia vino al Santuario de Guadalupe, en Parras. Ahí fue la boda; fue el matrimonio donde se unieron las dos fortunas más grandes de todo el continente, la de Francisco de Valdivieso, que por casarse con Josefa adquirió el título de marqués”, señala Elvia.

Con el tercer marquesado de Aguayo entre María Josefa y Francisco se llegó a la cúspide económica de los descendientes de Urdiñola, pero como toda familia rica y poderosa, dejaron General Cepeda y Parras para instalarse en la Ciudad de México, donde nacieron sus hijos, Pedro Ignacio y José Francisco.

Ahí comenzó la debacle, porque los niños quedaron huérfanos muy pequeños al morir los marqueses, primero uno y luego el otro, y ellos, tremendamente ricos, fueron cuidados por tíos, parientes y sirvientes. Mucha servidumbre, mucha fiesta, mucho despilfarro.

Siendo aún muy niño, Pedro Ignacio Valdivieso y Azlor se convirtió en el cuarto Marqués de Aguayo. Se casó tres veces, la última con Ana Gertrudis Vidal de Lorca, en noviembre de 1785. Este marqués participó con apoyo económico desde 1811 en favor de la Independencia de México. Sin embargo, en 1815, se declaró en quiebra, acabando con la fortuna familiar.

El hijo de Pedro Ignacio, José María Valdivieso Vidal, es el quinto marqués. Se casó con Antonia López del Villar y Villamil, quien fue hija de la famosa “Güera” Rodríguez. Él fue uno de los firmantes de la Independencia, que tras lograrse se prohibieron los títulos nobiliarios, por lo que el marquesado desapareció.


En este lugar estuvo el casco principal de la Hacienda de Patos, edificada por Francisco de Urdñola.

MARQUESES POBRES

Aunque se piensa que por ser marqueses el título nobiliario les aseguraba riquezas, la verdad es que lo único que les daba era un cierto estatus social que debía ser respaldada por una riqueza propia. En el caso de los primeros tres marquesados gozaron de ello. Los dos últimos no.

Sus títulos de nobleza no sirvieron al cuarto marqués, Pedro Ignacio, ni al quinto, José María, para conservar su fortuna. El primero se declaró en quiebra al vender o hipotecar gran cantidad de sus tierras, sosteniéndose con lo básico hasta su muerte en 1820.

Para 1824, ya despojado del título de marqués, se terminó de desmembrar el latifundio y las propiedades, dividiéndose entre José María, y la condesa de San Pedro del Álamo, doña Dolores Valdivieso, y los acreedores del marquesado.

Pero todo acabó cuando en 1825 se oficializó la venta de las haciendas de Patos, Parras, Bonanza, Cuatro Ciénegas, los 127 predios de La Laguna y la viña del Rosario en Parras a los banqueros ingleses Baring Hermanos y Cía, y Staples y Cía, acreedores del desaparecido marquesado, quienes a su vez vendieron las propiedades a la familia Sánchez Navarro.

Los hijos del destituido quinto marqués de Aguayo son Guadalupe Antonia, quien se fue de monja; Concepción, quien se casó con Pedro Malo, y Dolores, quien contrajo nupcias con Agustín Gómez, cuyos hijos Jorge, María Luisa y María Luz nacieron y vivieron en México sin riqueza ni títulos.


Firma de Agustín de Echeverz y Subiza, primer marqués de Aguayo.

EL MARQUÉS DE AGUAYO VIVE

El otro mito que hay que echar abajo es el de que el Marquesado de Aguayo desapareció por completo, porque, aunque fue prohibido en México, en España no. Fue rehabilitado en 1884, al parecer por uno de los descendientes de los antiguos marqueses mexicanos.

Quien lo reclamó fue Luis Diez de Ulzurrun y López de Carain, quien se convirtió en el sexto marqués de Aguayo, sucediéndole seis marqueses más, hasta octubre del 2016, justo hace nueve meses, cuando tomó posesión el doceavo marqués. La profesora Elvia Martínez cuenta con el documento español que lo certifica, expedido por el Ministerio de Justicia.

“En nombre de S.M. el Rey, ha tenido a bien disponer que, previo pago del impuesto correspondiente se expida, Real Carta de Sucesión en el título del Marqués de San Miguel de Aguayo a favor de don Ramón de la Plaza y Bringas, por cesión de su padre, don Luis de la Plaza y Diez de Ulzurrun”, dice el documento.

Y es ahí donde se encuentra el último mito que hay que echar abajo. La creencia de que el Marquesado de Aguayo era lo mismo que el latifundio heredado por los Urdiñola en Coahuila, Zacatecas, Durango y parte de Texas.

Cuando en realidad el título nobiliario pertenece al señorío Jurisdiccional de San Miguel de Aguayo, en Castilla la Vieja, Montañas de Burgos, actual municipio homónimo de Cantabria, en el País Vasco.

Aún quedan otros mitos sobre Francisco de Urdiñola que aclarar, lo mismo más historias de los descendientes de los marqueses que contar, pues, aunque hay quienes piensen que es romántico seguir aferrados a la leyenda, sólo la verdad histórica sacará al pueblo de la ignorancia.

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