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El aparecido que buscaba comadrejas

Por Néstor Jiménez

Publicado el domingo, 22 de enero del 2017 a las 10:00


En una extraña tarde de otoño, dos jóvenes estuvieron frente a frente con lo desconocido en el Cerro de la Gloria al Oriente.

Monclova, Coah.- Como cada año, los jovencitos José y Edwin ayudaban a sus amigos y familiares a piscar chile piquín en las pronunciadas colinas y cañones del Cerro de la Gloria.

Ellos tienen ganado de agostadero en la comunidad Cieneguillas; las propiedades se ubican a dos kilómetros al Oriente del libramiento Eliseo Mendoza Berrueto, exactamente en el área debajo del par de tanques de almacenamiento delSistema Intermunicipal de Aguas y Saneamientos.

Algunos iban a caballo y se separaron en los desfiladeros con el único fin de acaparar la mayor cantidad posible del codiciado y suculento picante que sólo se da en el otoño.

Para evitar perder mucho tiempo en estar quitando bolija por bolija, cortaban cuidadosamente las ramas para echarlas en costales y al bajar poder repartir y comenzar a lavar para vender en Monclova y la región.

El Cerro de la Gloria es una de las vértebras de la Sierra Madre Oriental y sirve de pared o barda para nuestro valle, además de tener abundante fauna, pero en medio de esa belleza desgraciadamente muchas personas se han perdido en sus recovecos.

Y fue en uno de sus cañones donde sucedió una extrañahistoria cuando el par de jovencitos estuvo frente a frente con lo desconocido, un hecho que hasta hoy en día los desconcierta.

UNA EXTRAÑA TARDE DE OTOÑO

José Rogelio de la Cerda Cisneros se separó de los demás junto a Edwin De la Cruz y tomaron la vereda que los llevaba al cañón de “Los Socios”, llamado así por estar rodeado de diversas propiedades.

Ese lugar está cercano al paraje conocido como “El Sombrerito” a por lo menos cuatro kilómetros de distancia de la comunidad ganadera cuesta arriba.

De la Cerda Cisneros, jinete de rodeo, en sus ratos libres acompañaba a Edwin al rancho de sus padres y se divertían explorando los intrincados voladeros tupidos de follaje.

Al ver un gran arbusto atiborrado de chile, no dudaron en llegar a la parte alta para apropiarse, pues con esa cantidad de bolijas tenían para llevarse la tarde.

Al ser gente de campo no tardaron mucho en llegar a la parte media de una de las lomas del cañón de “Los Socios” y comenzaron a cortar las ramas introduciéndolas en los morrales.

Pero algo llamó la atención de José Rogelio, a un lado del arbusto de chileobservó un termo en color azul, sudado debido a que el agua que contenía estaba sumamente fresca.

A ellos ya se les había agotado su ración de líquido y el muchacho rápidamente hizo el movimiento para tomar aquel vaso especial, que al principio creyeron que algún explorador lo dejó olvidado.

Eran entre las cuatro y cinco de la tarde del 15 de noviembre del 2013, cuando apenas iba a agarrar el recipiente, una fuerte voz lo paró en seco: “¡Ssssthh! ¡Ahí deja eso!” Se trataba de una persona, ya entrada en años que estaba recostada abajo del arbusto y era definitivamente el dueño del helado vaso quien aparentaba estar descansando.

DON FIDENCIO LES RELATÓ LA VERDAD

La propiedad más cercana adonde se hallaban era la majada de don Fidencio Aguayo, uno de los más conocidos lugareños del área, lamentablemente fallecido hace dos años.

El anciano, que en ese tiempo tenía cerca de 75 años, los tranquilizó e invitó a que le narraran qué fue lo que los asustó tanto y que llegaron como alma que lleva el diablo.

Tras narrarle la situación en que sucedieron las cosas, don Fidencio sólo movió negativamente la cabeza, y él mismo les corroboró en su pregunta que si el individuo tenía a un lado un termo en color azul.

“Vestía una playera de pinturas Berel, pantalón de mezclilla y tenía una cachucha de Conagua”, recordó José, todo ello fue recordado por el anciano.

La sangre se les heló cuando don Fide les aseguró: “Ese que vieron es un muerto, yo mismo lo bajé hace como dos años junto con la policía de ahí del voladero”.

Les comentó que no es la primera vez que alguien lo ve y narra lo mismo, siempre asegura estar poniendo trampas para comadrejas, pero lo que lo distingue es el recipiente color azul que aparenta estar muy helado.

“No le hace nada a nadie, pero el susto es muy grande, ahí donde se encontraba es de muy difícil acceso, sí existen brechas y veredas pero ya en una parte alta es muy poco probable”, dijo el jovencito.

Fue una muerte natural, posiblemente un infarto debido a la altura, pero don Fidencio contó a los vaqueros que el cuerpo fue rescatado por las autoridades de la Procuraduría General de Justicia del Estado.

EL ACCIDENTE DE DON FIDENCIO

Tras haber confortado a los jovencitos después del fuerte susto que les dio el aparecido, don Fidencio sufrió un lamentable accidente. Campeaba en su yegua favorita precisamente por el cañón de “Los Socios” cuando de pronto las pezuñas del animal resbalaron en una corniza desbarrancando.

Lamentablemente, el cuadrúpedo cayó encima del jinete siendo auxiliado por los demás vecinos quienes lo llevaron a un hospital, pero debido a su avanzada edad, a los cuatro meses murió.

El señor Aguayo, que a decir de Edwin y José, fue muy respetado por propios y extraños, en su funeral fue acompañado por una gran cabalgata.

Pastores, exploradores y gambusinos han perdidos la vida en el Cerro de la Gloria.

Muchos de ellos nunca han sido encontrados. La elevación orográfica es una cordillera que abarca también el Municipio de Castaños y entre sus laderas, hay accesos por diferentes puntos.

El extraño encuentro de los vaqueros con el aparecido del cañón de “Los Socios”, posiblemente sea sólo una de las incontables anécdotas de los lugareños y exploradores que se adentran en la inmensa serranía.

Sin embargo, también existe la creencia que muchas de esas almas en pena lo único que hacen es confundir a quienes exploran la montaña, debido a legendarios tesoros que existen en sus entrañas.

Si usted algún día explora la serranía, tenga mucho cuidado al encontrarse un termo con agua, pues podría toparse con el misterioso cazador de comadrejas.

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