Monclova
Por Grupo Zócalo
Publicado el lunes, 4 de septiembre del 2017 a las 11:21
Monclova, Coah.- Un profesor castañense llamado Alfredo Cruz Ordaz, pasó algunos años en el desierto coahuilense cumpliendo con su encomienda de llevar la educación básica a las poblaciones más alejadas.
Eso lo hizo llegar por mandato magisterial al ejido San Miguel ubicado a 172 kilómetros de la cabecera Municipal de Ocampo.
El maestro, tras culminar con su misión por varias localidades del vasto territorio, regresó a su terruño donde narró a sus familiares y amigos sus vivencias. Entre ellas figuraba un extraño relato acerca de un animal sumamente peligroso, devastador en sus ataques y temido por lugareños.
Fue en el ciclo escolar que comprendió los años 1989-1990 cuando junto a otros compañeros decidieron construir la casa del maestro.
Los padres de familia se ofrecieron y todos en conjunto comenzaron las labores, pues hasta esos momentos los docentes pasaban la noche en un rincón de la escuela para no molestar a los habitantes.
A pesar de ser una de las poblaciones más importantes del municipio de Ocampo, San Miguel está internado en el hostil desierto y para poner el techo de la vivienda se necesitaba madera.
Afortunadamente unos vecinos dijeron conocer a dos individuos del ejido Acebuches que se dedicaban a conseguir madera en la Sierra del Pino y con ello poder poner las vigas.
Tuvieron que buscarlos hasta esa localidad ubicada al sur, a poco más de 50 kilómetros de distancia donde encontraron al par de leñadores.
‘’En un mes le tenemos el encargo de morillos de pino (tallas redondas) porque nos tardamos en bajarlos del cerro’’, se comprometieron y el maestro Alfredo y los demás regresaron a San Miguel.
Los días pasaron y en medio de los agobiantes rayos del sol, atravesaron la considerable distancia con unas camionetas para subir la carga de leños.
‘’Llegamos a Acebuches y nos llevamos la sorpresa de que había un velorio, algunas mujeres lloraban y el finado era uno de los leñadores’’ recordó el maestro.
Aunque no recordó el nombre de ambos, detalló que el otro mostraba fuertes lesiones y al escuchar lo que había pasado se quedaron pasmados, pues por primera vez el profesor se enteró de una bestia que, aunque muchos se refieren a ella como algo sobrenatural, ¡en realidad existe!
Esa extraña tarde de verano, Cruz Ordaz supo de los andares de un veloz, astuto y salvaje felino al que todos le llamaban ’La Onza real’.
LA LEYENDA DE LA ONZA REAL
De acuerdo a los relatos que pasan entre generaciones, seis profesionales, guiados por dos indios, llegaron a los terrenos ubicados entre Lampazos y el Valle de Santa Rosa (hoy Múzquiz) para medir y establecer las colindancias de propiedades.
Uno de ellos, quien hacía la referencia con el marcador, se retiró más de la cuenta. El relato se sitúa en la segunda mitad del siglo XVIII en las Épocas de Fray Agustín de Morfi.
El vulgo consigna que sus compañeros lo perdieron de vista y decidieron esperarlo. Al principio creían que hacía sus necesidades pero al poco rato se escucharon los gemidos de una mujer y dedujeron que el agrimensor violaba a una india que se encontró en el camino.
Irresponsablemente no le prestaron atención y reían morbosamente festejando lo que imaginaban. Sin embargo las horas pasaron y no regresaba y decidieron buscarlo.
No tardaron mucho cuando en medio de una mancha de sangre seca descubrieron el cadáver del europeo abierto en canal sin ninguna víscera. Alarmados recogieron el cuerpo dándole cristiana sepultura. Los únicos que estaban tranquilos eran el par de naturales y eso hacía sospechar a los agrimensores (equivalente al hoy topógrafo) de una trampa. Por la noche al pie de la fogata trataban de deducir qué pasaba y escucharon nuevamente los gemidos femeninos.
Al amanecer descubrieron que faltaba otro hispano cuyo cuerpo estaba algunos metros dentro de los arbustos: quedó sin un solo órgano. Desesperados cuestionaron a los indios sobre quiénes estaban emboscándolos y a qué etnia pertenecían. Temían que la carnada fuera el llanto de una india.
Pero lo que escucharon del indígena les pareció una idiotez: ‘’No es un hombre, es un gato grande, sus patas son fuertes y las de atrás largas y salta muy largo, su sonido es como mujer en celo y solo traga tripas y bofes’’.
La segunda muerte los hizo estar muy atentos y al caer la noche echaron más leña a la fogata para que en el radio de resplandor se pudiera apreciar al posible intruso.
Los matorrales se movieron y se escuchó el terrorífico gemido, empuñaron sus machetes y prepararon los mosquetes. Sus ojos no dieron crédito a lo que observaban: ahí estaba la bestia descrita que al verse descubierta y por el detonar de las armas salió despavorida.
Lo describieron como más grande que un gato montés pero más pequeño y largo que un puma.
El carnicero no los volvería a sorprender pero jamás olvidarían los lastimeros sonidos de mujer.
LOS LEÑADORES Y EL PROFESOR
Entrevistado en su domicilio de la calle Vito Alessio Robles, número 1203 de la colonia Libertad Poniente de Castaños, el maestro Alfredo Cruz Ordaz recordó que el leñador sobreviviente del ataque de la onza narró los momentos de terror que vivió.
‘’Lo estaban curando de susto y nos contó que habían sido atacados por un animal muy rápido, era más alto que un perro, estaba pachón de la cola y era de color negro’’.
Cruz Ordaz, que el próximo 1º de Noviembre cumpliría 29 años en la docencia, narró que el lugareño afirmó que el animal los rodeó y se le echó encima a su compañero, trató de enfrentarlo pero no logró hacerle nada. Como pudo, subió a un pino mientras observaba cómo lo destrozaba.
La onza nunca fue encontrada.
Años después, junto al inspector Mario Ibarra, originario de Múzquiz, fue al ejido San Vicente de Ocampo para supervisar el área escolar y decidieron hacer una caminata, sin embargo descubrieron unas huellas en un área arenosa de un pequeño cañón y escucharon un curioso rugido que no habían percibido nunca.
‘’Decidimos regresar rápidamente y llegamos con el comisariado ejidal narrándole lo que había pasado’’, el ejidatario les dijo que se trataba de una onza real, que era muy peligrosa.
‘’Nunca tuve contacto con una onza, pero la gente está muy convencida de su existencia en aquellos lugares’’ mencionó el profesor.
DESMENUZANDO EL MITO
Existe un felino que concuerda con la descripción, se trata del Yaguarundí, llamado también Gato moro, tigrillo, gato colorado, león breñero e, increíblemente, ¡Onza!
Es de hábitos nocturnos, de pelaje oscuro, pardo o negro y es pariente cercano del puma. Sus nombres científicos son Felis Yagouaroundi y Herpailurus Yagouaroundi.
Mide de 50 a 70 centímetros de largo, más la cola de 60 centímetros y se asemeja mucho al puma, pero es más pequeño. Los colores varían desde rojizos, negros hasta grises oscuros y claros. Sus orejas con más pequeñas. Existen desde el sur de Texas hasta Argentina.
Cuestionado acerca de la casi mítica Onza Real, el experimentado médico veterinario zootecnista David Puente Medina, refirió que no se ha visto alguna de ellas, aunque mucha gente de campo afirma haber tenido algún contacto. Pero nada se ha confirmado.
Consideró que muy probablemente se está confundiendo efectivamente con el Yaguarundi o algún puma joven, y como la mayoría son de hábitos nocturnos y los sonidos son peculiares, de ahí podría surgir el parecido.
Cabe mencionar que al guepardo, el animal terrestre más veloz del planeta, también es conocido como onza. (En algunos relatos describen al misterioso animal con rayas en su cuerpo).
DEVASTADORES PARA EL GANADO
Don Fernando Medellín, miembro del ejido Castaños se refiría a la onza como un animal sumamente ladino, largo de cuerpo y extremadamente salvaje.
Vía telefónica, accedió a narrar su experiencia cuando observó detalladamente uno de estos ejemplares durante una caminata por terrenos del ejido Bocatoche.
‘’La vi como a 80 o 100 metros, era larga y gris pero sólo se quedó parada y no atacó’’ dijo don Fernando, quien vive en la calle Ildefonso Fuentes de la zona centro de Castaños, y además agregó: ‘’Atacan a los potrillos y otros animales de corral, en épocas de sequía hasta a las personas’’.
Infinidad de veces se ha sabido de mermas brutales a rebaños de chivas y aves de corral en las rancherías de la región centro, así como en la periferia de Monclova y Frontera.
Sin embargo, uno de los reportes más sonados en los que se mencionó a la onza, sucedió en el ejido la Cruz cerca de Anexo Colón del municipio de Frontera, el invierno del 2000.
Los ejidatarios pidieron auxilio a la Policía Estatal (hoy Fuerza Coahuila, en aquellos años a cargo del comandante regional Dino Sydney Martínez Ozuna), ya que habían sorprendido dos onzas en un corral, mismas que mataron varias aves. Al principio los uniformados creyeron escuchar mal y pensaron que se trataba de osas, pero fueron corregidos: ¡eran onzas! La noticia fue cubierta oportunamente por un servidor y Miguel Ángel de la Paz Cervantes en aquellos años.
Fueron dos patrullas las que recorrieron las labores, sin embargo, tras horas de búsqueda, no dieron con los escurridizos animales. El pánico cundió, ya que aseguraban que estaban dentro de la escuela primaria ‘Ricardo Flores Magón’ del ejido 8 de enero; por fortuna los felinos habían huido. En las poblaciones rurales de Candela también se han registrado encuentros de estos mamíferos.
De una u otra forma, este furtivo animal, lleno de misterio, engalana el folclor y la historia de nuestra región y el estado. Y… ¿quién sabe? quizá lo que muchos llaman Chupacabras en realidad sea una Onza.
Feunte: Monclova.com
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