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Por Agencias
Publicado el viernes, 10 de febrero del 2017 a las 23:16
Madrid, España.- Se cumplen ahora seis meses de los Juegos de Río, quizá el mayor capricho concedido por el Comité Olímpico Internacional para autocomplacerse con llevar su evento por primera vez a Sudamérica. Y, una vez más, se confirma: su mayor error histórico. Río nunca debió haberse convertido en sede olímpica, los Juegos nunca debieron haberse celebrado allí y hoy lo que queda de ellos como legado es simplemente basura.
Convertir a una ciudad en sede olímpica tiene como objetivo, entre otros pero éste es fundamental, beneficiar a la ciudad y a sus residentes más allá de la celebración de los Juegos. No se cumple ni se cumplirá en Río. Sus ciudadanos nunca volverán a ver esplendor en la piscina donde brilló Michael Phelps, ni podrán hacer piragüísmo donde reinó Saúl Cravitto, ni disfrutarán de más gimnasia donde se encumbró Simone Biles.
No se salva ni el mítico estadio Maracaná, escenario de las ceremonias de apertura y clausura y uno de los estadios de fútbol más emblemáticos del mundo: ahora está lleno de suciedad y matorrales. Ni tan siquiera cuenta a día de hoy con electricidad, por desavenencias entre las administraciones locales y la empresa energética.
Con información de Alberto Mendo (Antena 3).
La piscina olímpica de Río 2016, seis meses después | Foto: Reuters
Aquí pueden ver lo que queda de sus instalaciones apenas medio año después. Miseria y ruinas. Varias de sus sedes se encuentran abandonadas, muchas a merced de los saqueadores, algunas otras podridas y en mal estado. ¿Es esto lo que quería el COI como legado olímpico para Río? ¿Acaso crerían que sería diferente en un país aún emergente pero aún acuciado por la pobreza de la mayoría de su población? Si no hay dinero para sus ciudadanos, menos aún para mantener instalaciones de gran coste en realizarlas… y mantenerlas.
Vista aérea del Parque Olímpico de Río 2016, seis meses después | Foto: Reuters
Desde que los Juegos se clausuraron, estas instalaciones han permanecido cerradas. Abandonadas. Olvidadas. Sin actividad ni mantenimiento. Donde se disputaron la natación, el waterpolo o la sincronizada solo alberga putrefacción y agua estancada. Las fachadas, de este edificio y de otros, se caen a pedazos. Sus techos se derrumban. Por sus suelos hay baches, agujeros y no se puede caminar. Donde hubo leyendas olímpicas hoy hay un aspecto terrorífico, apocalíptico, descorazonador.
Estadio Maracaná, seis meses después de inaugurar Río 2016 | Foto: Reuters
Otro caso que demuestra su falta de interés: sí se ha vuelto a jugar a voley-playa pero no se crean que en su sede durante los Juegos… sino en la cancha donde se disputó el tenis, que estropearon cubriéndola de arena. Será que no encontraron ni una sola playa decente en la pequeña costa brasileña, claramente.
Instalaciones reutilizadas para voley-playa | Foto: Reuters
Son simplemente muestras de que Río nunca debió haber acogido los Juegos de 2016. Fue entonces ya, a todas luces, un error del COI, empecinado en no concederle el honor a Madrid. El capricho de un organismo olímpico senil, corrupto y desconectado con el deporte, que no logra llevar a cabo su prometida regeneración y que, si no cambia a corto plazo, irá viendo cómo su evento, el mayor evento deportivo del planeta, dejará de serlo.
Vista aérea del pabellón acuático de Río 2016 | Foto: Reuters
Si me permiten un último comentario…
Los Juegos de 2024 serán el gran alivio del COI. Y gracias a que no hay una candidatura mala. Las aspirantes ya velan armas ante la larga recta final que lleva a la elección de la sede. Y, como simple apoyo testimonial (debido a la distancia), yo ya soy voluntario de una de ellas. ¿De París, la favorita? No. De Los Ángeles. La razón es muy sencilla: si los Juegos se van a EEUU en 2024, sí o sí vendrán a Europa en 2028… y será una nueva oportunidad de oro para Madrid.
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