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¡El temible cazador de brujas!

Por Néstor Jiménez

Publicado el domingo, 24 de septiembre del 2017 a las 09:00


Hace ya casi dos décadas la historia de nuestra región se resguardaba en el recinto ubicado sobre la calle Aldama de la ZC.

Monclova, Coah.- La mañana del 25 de Mayo de 1998, entró al Museo Coahuila y Texas una joven que llevaba un extraño paquete bajo su brazo y pidió ser recibida por el director del Archivo Municipal.

Hace ya casi dos décadas la historia de nuestra región se resguardaba en el recinto ubicado sobre la calle Aldama de la zona centro de Monclova y al frente estaba el ahora cronista Jesús Arnoldo Bermea Balderas, en su primer mandato y quien rápido atendió a la dama.

Se apellidaba Iruegas, de 27 años e investigaba su genealogía, pero tras revisar documentos que le facilitaron su búsqueda, la chica quedó satisfecha por la hospitalidad y abrió aquella especie de portafolios.

Se trataba de la copia de un antiguo expediente que abarcaba los años de 1748 a 1752 y que a los ojos del experimentado historiador tenía un valor incalculable.

En agradecimiento regaló el duplicado al archivo Municipal de Monclova pues el documento trataba increíblemente acerca de un proceso de brujería en estas tierras.

La copia donde se hablaba de la terrible justicia de la Santa Inquisición, fue analizada por el Director del Archivo, quien además lo compartió con sus compañeros historiadores.

Ríos de tinta se han escrito acerca de este singular proceso y detención de unas mujeres acusadas de brujería, pero Bermea Balderas no quiso quedarse solamente con lo que dictaba la copia del manuscrito.

En medio de sus investigaciones y escrutinio de algunas obras estudió una tesis doctoral de la Universidad Nacional Autónoma de Mexico titulada “Las Brujas de Coahuila” de la doctora en letras Cecilia López Ridaura (Recomendado por el abogado Alexis Massieu Álvarez), así como “Cacería de brujas en Coahuila” de Lara Semboloni y el libro sumamente detallado “La Complicidad de Coahuila” de Gustavo Iruegas (descendiente de una de las involucradas).

En la lectura descubrió la tenebrosa figura de un cazador de brujas que era temido no sólo por su investidura sino por la crueldad con que actuaba.

La historia consigna su oscuro paso por este mundo donde tenía en su mente la obsesión por el demonio. Uno de los personajes más ambiguos que han pisado nuestra tierra y que desató el infierno en la época en que Monclova era joven. Su nombre muchos lo desconocen: Juan Ignacio de Castilla y Rioja.

ORÍGENES DE UN CAZADOR DE DEMONIOS

Este caballero Español vio la primera luz del día en la provincia de Galaroza en Huelva Andalucía, y se desconoce su fecha de nacimiento (aunque pudo haber nacido en 1708 ya que lo describen como una persona de aproximadamente 40 años de edad en 1748). Bermea Balderas tuvo contacto con una de sus descendientes, Judy Rodríguez Jáuregui quien buscaba información de su ancestro.

Era hijo de Juan Ignacio Castilla y María Luisa Rioja y sobrino del profesor de derecho Álvaro de Castilla, muy cercano al Rey.

Arnoldo Bermea dedujo que posiblemente éste último, quien fue estudiante de la Universidad de Salamanca, debido a sus trabajos para el monarca español cambió el apellido original que tenía -Nuñez- por el de Castilla.

El cronista de Monclova incluso preparó una conferencia para el taller de Historia Regional donde reveló que nuestro protagonista se casó con Doña Felipa Antonia Cortinas, sin embargo al enviudar contrajo nuevas nupcias con María Rosa Barrera. Tuvo ocho hijos.

De Castilla y Rioja hace su aparición en nuestra región en 1735, incluso el cronista Bermea apuntó que su nombre está registrado en la última fundación de San Buenaventura junto a la de los otros 29 vecinos y con ello obtuvo gran extensión de tierra.

Fue el 22 de Febrero de 1736 cuando se le nombró Notario del Santo Oficio con facultad de poder servir de Alguacil mayor para la Villa de Coahuila y su jurisdicción. Con ello lograba una de sus metas en las cuales había insistido tanto. Presuntamente había sido recomendado ante la Santa Inquisición por el Comisario de esta institución judicial, el cura José Flores de Ábrego.

Lamentablemente en ese momento fue cuando comenzó una etapa vergonzosa provocada por este funcionario público, que se escudó en su cargo para cometer todo tipo de abusos sin importarle la ley ni su propio jefe, el cura Flores de Ábrego.

Narran que vestía de ne gro como Juez y con un gran cristo colgando del cuello. Portaba un singular bastón para demostrar su poder como alguacil y en la otra mano papel y tintero pues era el notario.

HUMILLÓ A UNA MULATA EN CANDELA

El 31 de Mayo de 1737, un matrimonio de mulatos, Miguel Rojas y Lorenza de Andrade fueron enviados ante la presencia del notario quien tenía obsesión por detectar brujas y servidores del diablo.

La pareja vivía en la Hacienda del Carrizal y fueron notificados por el alcalde y ante cerca de 14 personas Lorenza fue desnudada y Juan Ignacio de Castilla le desbarató las trenzas mientras le gritaba que la excomulgaba las veces que el derecho le otorgaba y la conjuraba a los infiernos.

La mulata tenía fama de curandera y al cuestionarla bajo qué sortilegios curaba, ella aseguró que con el poder de Dios, a lo que el cazador de brujas gritó: “¡Aquí el único dios soy yo!”

La comenzó a azotar con una vara, la hizo chupar la pluma de un tintero y le ordenó que bailara. Le lavó pies y manos y escarbó las uñas para luego enviarla a orinar y revisar el fluido con una vela. Tras humillarla la dejó en libertad y le dijo que estaba libre de todo demonio.

Sin embargo la vida de la mujer no fue la misma ya que su marido la repudiaba e incluso en ocasiones había tratado de estrangularla, por lo que acudió ante el gobernador Clemente de la Garza Falcón para levantar la queja en contra del notario. El documento se encuentra en el Archivo General del Estado de Coahuila.

INTERVIENE LA SANTA INQUISICIÓN

La situación se estaba saliendo de control y tuvieron que dejar en libertad a algunas de las “brujas” pues temían un motín encabezado por los indios tlaxcaltecas y por Nicolás Flores.

El cura José Flores envió una misiva a México fechada el 15 de Octubre de 1749 donde informa sobre los sucesos, y las autoridades inquisitoriales le piden más datos ya que hallaron serias inconsistencias.

Debido a que durante un año no les enviaron los expedientes, la temible inquisición escribió al cura en Octubre de 1750 con la orden tajante de que les enviaran todas las diligencias que habían realizado.

Fue el propio Juan Ignacio de Castilla y Rioja quien llevó los documentos al igual que artilugios encontrados como cuerpos del delito el 13 de Enero de 1751, sin embargo al ser revisados por las autoridades hallaron serias irregularidades en declaraciones, testimonios y pruebas; ordenaron la inmediata destitución de Flores Ábrego y de Castilla y Riojas y retuvieron a este último. Sin embargo salió bien librado al embaucar a las autoridades argumentando ser un hombre cabal y que no tenía propiedad alguna cuando contaba en Pachuca con bienes.

INVESTIGAN AL TENEBROSO CAZADOR

En su conferencia, Arnoldo Bermea desmenuzó la historia y citó que el nuevo comisario para la Provincia de Coahuila, Fray Hermenegildo Villaplana fue apoyado por Fray Esteban de Salazar arribando a la hoy capital del acero el 9 de Junio de 1751.
Tenían la encomienda de

investigar al ex notario y ser apoyados por el gobernador Pedro de Rábago y Terán si era necesario hasta con la fuerza. Sospechaban del “perseguidor de demonios”.

Villaplana descubrió que la carta que presuntamente envió José Flores de Ábrego en 1736 para recomendar a Juan Ignacio como notario era falsa, pues surgieron unas misivas donde tanto el comisario como el gobernador Clemente de la Garza Falcón en 1737 se quejaron de su comportamiento y cuestionaban al Santo Oficio el porqué pusieron en ese cargo a una persona tan nefasta.

Además, al cuestionar a algunas mujeres involucradas en la brujería juraron haber sido obligadas por el notario junto a la india Ifigenia mediante la tortura a confesar que eran esclavas del maligno.

María de Hinojosa y Josefa Iruegas son dos de las mujeres que fueron condenadas por el Santo Oficio y recluidas en prisiones secretas.

Además Fray Hermenegildo aseguró que el anterior comisario Flores de Ábrego nunca estuvo presente en las diligencias y que Juan Ig nacio trabajó por su cuenta aprovechando que el cura ya estaba muy grande edad (Villaplana lo tachó de inútil) José Flores de Ábrego murió en 1755 y fue sucedido como párroco por Miguel Sánchez Navarro.

También el notario se apropió de los bienes de las familias cuyas amas de casa eran procesadas. En un hecho insólito, “El Cazador de Brujas” pidió el apoyo de Fray Hermenegildo para exorcizar a su hija menor, Gertrudis, iniciando el rito y liberándola de Belcebú.

El proceso de las brujas de Monclova tuvo mucho impacto en aquellos tiempos y es uno de los más documentados, pues en el Archivo General de la Nación están resguardados cientos de hojas sobre el tema.

Al menos en el Archivo de Monclova existe un expediente de 24 páginas sobre el arresto de nuestro protagonista, pues en el colmo de su locura y obsesión terminó por sublevarse con el cabildo y el gobierno político y militar de la Provincia de Coahuila. En este lapso se pierde la figura de quien se considera loco, condenado, falsario, ladrón, incestuoso y fanático con lo sobrenatural pero a pesar de todo pasó a la historia como el autor intelectual de “La cacería de brujas en Monclova”.

LA FAMOSA CACERÍA DE BRUJAS DE MONCLOVA

Bermea Balderas ilustró que el famoso episodio de nuestra historia inició el 15 de Septiembre de 1748 cuando el leñador Martín de Tijerina encontró un extraña bolsa bombasí en color azul tirada en una de las calles de Monclova.

Contenía un atado de piedra imán envuelta en unos cabellos; estaba llena de limadura; había yerbas y otros cabellos hechos nudos, y entre ellos un fistol grande. El sortilegio era para amarrar un amor.

El joven entregó aquel “mal” al Teniente del presidio de la villa, Don Felipe Joaquín de Iruegas, quien a su vez dio parte al cura José Flores de Ábrego que lo consideró un caso muy delicado debido a los múltiples maleficios que contenía.

El tenebroso Notario del Santo Oficio entró en acción de inmediato e interrogó al leñador, quien afirmó que poco antes de encontrar el envoltorio observó a doña María de Hinojosa que cruzaba la calle y se metía a su casa.

Rápidamente la arrestaron y ella a su vez “puso en la cruz” a dos indias: Juana Ifigenia de la tribu bobol y a la tlaxcalteca Manuela de los Santos que vivían en San Miguel de Aguayo. Ambas fueron encadenadas con pesados grilletes. Además fue aprehendida doña Josefa de Iruegas.

Solo dios sabe los tormentos a los que las sometieron, pero la India Ifigenia confesó tener trato con Lucifer y comenzaron a nombrar damas que presuntamente estaban inmiscuidas en la hechicería, siendo apresadas sin importar que fueran españolas, mestizas, mulatas o indias… Juan Ignacio no iba a tener compasión.

Más de veinte mujeres estaban recluidas en la cárcel y para el día 4 de Noviembre de 1748 se habían interrogado a 26 con increíbles declaraciones sobrenaturales.

Juraban que algunas hasta vomitaban bichos y otras que tenían pacto con el diablo, incluso que hasta volaban en carne viva y se convertían en toda clase de animales y bestias.

Monclova era una villa pequeña y era prácticamente imposible que las mujeres no fueran “embarradas” en el caso. Bermea Balderas explica que la mayor concentración de casas era alrededor de la plaza y rumbo al río y los pobladores estaban llenos de superstición. Además, descubrió que al menos 80 personas tuvieron algo que ver directa o indirectamente, algunas de las mujeres eran de Nadadores u otros poblados. ¡Donde estuvieran, Castilla y Riojas iba por ellas junto con sus soldados!

Dos mujeres, Rosa y Antonia Flores también fueron nombradas por las detenidas, sin embargo el hermano de ambas, Nicolás, entró en su defensa y amenazó de muerte al temible “Cazador de brujas” y al cura prohibiéndoles que las llevaran presas.

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