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¡Hidalgo fue maldecido por la Iglesia!

Por Néstor Jiménez

Publicado el domingo, 10 de septiembre del 2017 a las 09:00


A punta de culatazos, los soldados de la corona Española metieron al prisionero a una lúgubre celda donde se burlaban.

Monclova, Coah.- A punta de culatazos, los soldados de la corona Española metieron al prisionero a una lúgubre celda donde se burlaban de su desdicha y afilaban la hoja cortante de un cuchillo, que parecía brillar con la pequeña flama de una vela.

Hubiera sido tratado como otro reo pero se le consideraba sumamente peligroso luego de los informes del Capitán Ignacio Elizondo, que realizó su captura en Acatita de Baján, Castaños, el 21 de Marzo de 1811, de quien era considerado el principal cabecilla del movimiento insurgente detonado la noche del 15 de Septiembre de 1810.

Elizondo también arrestó a Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez. Luego de ser llevados a Monclova, fueron conducidos a la fragua del Herrero Francés Marcos Marchant, en lo que hoy es la calle Abasolo de la zona centro, mismo que fabricó los grilletes que los mantendrían cautivos. Hidalgo fue atado a un frondoso nogal y llevado a lo que hoy es el Museo Coahuila y Texas en la plaza Aldama donde la tradición atribuye que maldijo a Monclova.

Posteriormente comenzaría el camino a la muerte rumbo a Chihuahua donde se le condenaría por parte de la Iglesia católica a la excomunión en tiempos del papa Pío VII.

El Cura Miguel Hidalgo, fue encadenado en el Hospital Real de Chihuahua donde se llevaría a cabo el proceso degradatorio, encabezado por el canónigo Fernández Valentín con la venia del Obispo de Durango Francisco Javier de Olivares (el juicio eclesiástico se reabrió en Septiembre de 1810 tras acusaciones de Fray Joaquin Huesca vertidas desde 1800). Entre sus muchos cargos se encontraba el de apóstata, y utilizar la religión para la sedición. El tribunal de la Santa Inquisición también le sumó la rebeldía pues nunca se presentó a declarar cuando se le requirió.

Tras sujetarlo con fuerza el día 27 de Julio de 1811, aquel al que se le consideraba sedicioso, cismático y hereje le fue raspada la cabeza de una manera sádica hasta dejarle la testa en carne viva mientras quedaba bañado en sangre.

Esto simbolizaba que le quitaban el derecho a ser cristiano al haber recibido las aguas bautismales en su cabeza que lo consagraban además de ser ordenado sacerdote con el santo crisma.

El acto de humillación no terminó ahí: le arrancaron las yemas de los dedos índices y pulgares de ambas manos que le habían sido bendecidos el día de su ordenación como sacerdote en 1778.

Se cuenta que el enorme dolor que sentía no mermó su orgullo y sus ideales y a pesar de ello se incorporó pero nuevamente una tanda de culatazos lo hicieron arrodillarse para escuchar las terribles maldiciones que se le dictarían en un texto de infinito odio. La excomunión sería redactada por el Obispo de Michoacán Manuel Abad y Queipo. La condena moral o anatema también incluía el negarle los sacramentos.

LO CONDENAN A QUEDAR MALDITO

A continuación reproducimos el texto íntegro del documento de excomunión con que maldijo la Iglesia Católica al Cura Hidalgo momentos antes de ser entregado a las autoridades Españolas para su fusilamiento: “Por autoridad del Dios Omnipotente, El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo y de los santos cánones y de las virtudes celestiales, ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones, papas, querubines y serafines: de todos los santos inocentes, quienes a la vista del santo cordero se encuentran dignos de cantar la nueva canción, y de los santos mártires y santos confesores, y de las santas vírgenes, y de los santos, juntamente con todos los santos y electos de Dios: Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, ex-cura del pueblo de Dolores.

Lo excomulgamos y anatemizamos, y de los umbrales de la iglesia del todopoderoso Dios, lo secuestramos para que pueda ser atormentado eternamente por indecibles sufrimientos, justamente con Dathán y Habirán y todos aquellos que le dicen al señor Dios: ¡Vete de nosotros, porque no queremos ninguno de tus caminos! Y así como el fuego es extinguido por el agua, que se aparte de él la luz por siempre jamás. Que el Hijo, quien sufrió por nosotros, lo maldiga. Que el Espíritu Santo, que nos fue dado a nosotros en el bautismo, lo maldiga. Que la Santa Cruz a la cual Cristo, por nuestra salvación, ascendió victorioso sobre sus enemigos, lo maldiga. Que la santa y eterna madre de Dios, lo maldiga. Que San Miguel, el abogado de los santos, lo maldiga. Que todos los ángeles, los principados y arcángeles, los principados y las potestades y todos los ejércitos celestiales, lo maldigan. Que sea San Juan el precursor, San Pablo y San Juan Evangelista, y San Andrés y todos los demás apóstoles de Cristo juntos, lo maldigan.

Y que el resto de sus discípulos y los cuatro evangelistas, quienes por su predicación convirtieron al mundo universal, y la santa y admirable compañía de mártires y confesores, quienes por su santa obra se encuentran aceptables al Dios omnipotente, lo maldigan. Que el Cristo de la santa Virgen lo condene. Que todos los santos, desde el principio del mundo y todas las edades, que se encuentran ser amados de Dios, lo condenen. Y que el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos, lo condenen.

Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, en dondequiera que esté, en la casa o en el campo, en el camino o en las veredas, en los bosques o en el agua, y aún en la iglesia. Que sea maldito en la vida o en la muerte, en el comer o en el beber; en el ayuno o en la sed, en el dormir, en la vigilia y andando, estando de pie o sentado; estando acostado o andando, mingiendo o cantando, y en toda sangría. Que sea maldito en su pelo, que sea maldito en su cerebro, que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes; en su frente y en sus oídos, en sus cejas y en sus mejillas, en sus quijadas y en sus narices, en sus dientes anteriores y en sus molares, en sus labios y en su garganta, en sus hombros y en sus muñecas, en sus brazos, en sus manos y en sus dedos.

Que sea condenado en su boca, en su pecho y en su corazón y en todas las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas y en sus muslos, en sus caderas, en sus rodillas, en sus piernas, pies y en las uñas de sus pies. Que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su cuerpo, desde arriba de su cabeza hasta la planta de su pie; que no haya nada bueno en él. Que el hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga. Y que el cielo, con todos los poderes que en él se mueven, se levanten contra él. Que lo maldigan y condenen. ¡Amén! Así sea. ¡Amén!”

¡FUSILADO Y DECAPITADO!

Un día antes de ser maldecido y degradado, el 26 de julio de 1811, se le dictó la sentencia de muerte. El sacerdote cuyo nombre completo era Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor dio sus generales a las autoridades Españolas luego de que los representantes del Santo Oficio lo entregaran para ser conducido al paredón.

Previamente se había seguido un juicio en el que les dijo que nació un 8 de Mayo de 1753 en la Hacienda del Corralejo, en Pénjamo Guanajuato, hijo de Cristóbal Hidalgo y Costilla y Ana María Gallaga y el 6 de Mayo fue bautizado en la fe católica. Era políglota, pues al igual que sabía el perfecto Francés dominaba diversas lenguas indígenas.

Sus estudios los realizó en el Colegio San Nicolás Obispo y fue maestro de Filosofía y Teología. Quien estaba al frente del proceso contra los insurgentes era el Comandante Nemesio Salcedo mismo que comisionó a Juan José Ruiz de Bustamante para las pruebas sumarias y a Ángel Abella para los interrogatorios.

En sus declaraciones Hidalgo nunca negó el movimiento insurgente y del cual dijo era Capitán General y afirmó que tenía el mando supremo. Los cuestionamientos e indagatorias consistieron en 43 preguntas en donde el Cura negó que mezclara la religión con sus convicciones políticas.

Fue a las siete de la mañana del 30 de Julio de 1811, cuando el padre de la patria a pesar de la excomunión se confesó con el sacerdote Juan José Baca e incluso comulgó. Posteriormente fue conducido al patio trasero de lo que hoy es el palacio de Gobierno de Chihuahua para ser ejecutado el fusilamiento.

Sin embargo cabalmente se rehusó a ser vendado y que lo pusieran de espaldas. Lo soldados que ejecutaron la sentencia y estaban bajo el mando del Teniente Pedro Armendáriz fueron Juan Vicente García, Felipe Varela, Antonio Parra, Juan Molina, José Quintana, Miguel Ruiz, José Tarín y Victoriano Torres quienes realizaron dos descargas y se le tuvo que dar dos tiros de gracia directos al corazón.

El general Salcedo ordenó a un indio Tarahumara que decapitara el cadáver del padre Hidalgo y de acuerdo al libro “Hidalgo Íntimo” de José María De la Fuente de un solo tajo ejecutó el mandato con un filoso machete, obteniendo como pago 25 pesos.

Y mientras el cuerpo fue enterrado en el templo de San Francisco de Asís en Chihuahua, la cabeza fue colocada en una de las esquinas de la alhóndiga de granaditas, en Guanajuato, dentro de una jaula de acero junto a la de los otros cabecillas insurgentes.

Fue hasta 1821 cuando cabeza y cuerpo fueron reunidos nuevamente y enterrado en la catedral metropolitana de la ciudad de México, pero para 1925 sus restos fueron transferidos al Ángel de la Independencia.

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