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Historias en madera; figuras que cobran vida

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 22 de mayo del 2017 a las 15:20


Figuras que surgen casi místicamente del tronco, talladas por artistas que imprimen en cada pieza una parte de su vida

Por: Luis Durón

Saltillo, Coah.- Fernando recorre el bosque serrano de Arteaga. Como los míticos aztecas, busca el nopal con un águila devorando a una serpiente. Camina por veredas llenas de maleza, y como una revelación mística, lo ve. Es un tronco seco de álamo tirado en el piso. Pide a su hija que lo tome, su cuerpo no soporta cargar el peso, pues tiene la columna desviada. Lo lleva a casa y comienza a tallar.

La idea ya está en su cabeza. La sangre de artista heredada de su tío le da la capacidad para transformar ese pedazo de árbol en la figura que lo llevará a ganar un premio nacional. Una pieza que recorrerá el mundo representando a México en congresos y exposiciones.

La figura del escudo nacional se creó en un taller improvisado con techo de lámina, junto a un gallinero, en una de las tantas casas que forman la comuna de Arteaga, la llamada Suiza de México.

Don Fernando posee un talento innato. Ese con el que se nace y que con el paso del tiempo se perfecciona. Durante 41 años ha conocido un sinfín de historias de las cuales sus figuras son protagonistas.

El artista se apellida Cepeda Fierro, tiene 62 años, es chihuahuense de nacimiento, pero coahuilense por convicción. Cada semana recorre la zona boscosa de Arteaga en busca de la materia prima para crear sus obras. Lo acompañan sus hijas para ayudarlo a cargar los troncos secos que encuentra en las veredas.

Escoge los troncos de álamo para sacar de sus entrañas las figuras de los más variados animales. Luego los pulirá y su esposa pintará y barnizará. Los pondrá a la venta en la plaza principal de Arteaga.

Para crear su arte, don Fernando utiliza primero su imaginación y luego una serie de dibujos que le permiten finalmente obtener esas piezas de madera y dar vida a los restos del Álamo, todo en una sola pieza.

Fernando descubrió su talento a los 21 años. Fue la curiosidad la que lo inspiró a tomar un tronco y comenzar a tallar. Vio a su tío trabajando la madera, dando forma a un caballo y quiso imitarlo.

Tomó uno de los troncos con los que su tío trabajaba y empezó a tallar haciendo caso a su intuición, así surgió la primera pieza creada por Fernando: un caballo que relinchaba en las entrañas del tronco.

“Cuando mi tío vio lo que había hecho me dijo que me podía dedicar a esto. En ese entonces tenía 21 años y ahí comenzó todo. Luego un problema en la columna me trajo a Coahuila, aquí me establecí con mi esposa”.

Talló caballos, venados y águilas, sus animales preferidos. A petición de algunos de sus clientes ha esculpido jirafas, delfines e incluso dinosaurios, siempre en una sola pieza. Pocas veces ha tenido que armar sus esculturas con más de tres pedazos de madera.

ENTRE LOS MEJORES

El primer caballo que talló se lo regaló a su primo. Él lo había animado a “entrarle al oficio”, que todavía sigue ejerciendo.

Oficio que además de sustento económico, le ha dejado múltiples reconocimientos, como haber obtenido el segundo lugar en el Premio de Artes Plásticas otorgado por el Instituto Nacional para el Adulto Mayor en 2013.

Animado por su esposa decidió concursar al saber de la convocatoria a través del DIF en Arteaga, para presentar una obra que representara a México.

Fernando vio una bandera y ahí surgió la idea. Su gusto por las águilas lo hizo voltear al lábaro patrio que ondeaba en lo alto del edificio de la Presidencia Municipal.

Vio el águila y concluyó que nada representaba mejor e identificaba a los mexicanos que la leyenda del águila parada sobre un nopal y devorando a la serpiente, el escudo nacional.

Durante cinco días trabajó Fernando en ese proyecto, pasaba horas en el taller puliendo la madera. Primero dibujó su obra, luego tomó la sierra eléctrica y comenzó a cortar. Cada corte debía ser preciso, un error y echaría a perder todo el trabajo, tendría que empezar de nuevo.

La sierra se deslizó en la madera y las pencas del nopal comenzaban a tomar forma, luego las garras del ave favorita de don Fernando. Así fue dando vida al escudo nacional.

Una vez que tenía el corte comenzó a detallar. Las plumas tenían que ser perfectas, incluso las espinas del nopal y las tunas. El cuerpo de la serpiente colgaba del pico del águila cuyas garras afianzaban la penca del nopal. La obra estaba terminada.

El águila levantó el vuelo. Llegó al concurso en la Ciudad de México junto con su creador, quien obtuvo el segundo lugar y el reconocimiento de que su obra recorriera gran parte de Latinoamérica representando a México en congresos y foros turísticos.

SU VIDA EN MADERA

El escudo no es la única pieza con historia que ha creado don Fernando. La mayoría llevan consigo un momento específico de la vida de este tallador de madera.

Están aquellas que importantes funcionarios le han pedido para adornar sus oficinas. O las que le compran los turistas estadunidenses que en vacaciones visitan Arteaga. También hay piezas peculiares como el pedido de cabezas de dinosaurio que acaba de hacer para un ganadero de la región.

Las piezas de Fernando cuentan su vida, su historia. Representan el esfuerzo y las horas de trabajo que ha invertido en crearlas. Su mayor satisfacción es saber que en miles de casas u oficinas, porque ha vendido miles de piezas en 41 años, sus figuras de madera adornan un buró, un escritorio o una mesa.

El tiempo no pasa en vano, los años ya se notan en el caminar pausado de Fernando. Sentado en un banco de madera que él mismo talló, toma un lápiz, un pedazo de tronco y comienza a dibujar lo que será su próxima figura: un portabotellas con forma de caballo.

Utiliza una plantilla para hacer el diseño sobre la madera seca. Se levanta de su asiento, toma la sierra eléctrica, tras jalar una cuerda el estridente ruido sofoca el cacaraqueo de las gallinas.

Don Fernando no usa lentes, ni una mascarilla, el aserrín salta por todo el cuartucho que funge como taller. Se apaga la sierra, la madera ya fue tajada. Fernando toma la pulidora y detalla las facciones del equino, el pelo, las orejas, las fosas nasales, todo con una precisión que los años de experiencia han perfeccionado.

En menos de una hora, el portabotellas está listo. Fernando lo pasa a su esposa para que lo barnice, después irá directo a la exhibición para su venta. Así es la vida diaria de este artista. Entre virutas y aserrín da vida a obras de madera que cuentan historias.

El artista mira desde el sillón su obra favorita, esa que dice es su máximo orgullo. Después de recorrer el mundo, el águila posada sobre un nopal y devorando a la serpiente descansa en la mesa de premios y trofeos.

EL GUARDIÁN DE DON QUIJOTE

A 40 kilómetros del taller de Fernando, la figura del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha ve pasar a los viajantes que transitan por la carretera 57, la vena principal de la nación que une el sur de México con el norte del país.

Frente al Quijote, Cantinflas sentado con su típico cigarrillo en la boca. Ambos dan la bienvenida a un restaurante de carne asada a un costado de la carretera, en el ejido Puerto México.

El Quijote no llegó montando a “Rocinante”, esta vez iba a bordo de una camioneta, junto a Cantinflas. Dos piezas de madera que un viajero le vendió al dueño del restaurante.

Estas figuras fueron esculpidas en el sureste mexicano y llevadas a Nuevo León por un vendedor de Oaxaca, que decidió hacer un alto en el camino para disfrutar un corte de carne asada.

“El Primo”, dueño del paradero de comida, quedó maravillado con las figuras, por los detalles de cada una, las formas y la manera en que los artesanos trabajaron la madera para crear estas obras de arte.

Una tarde del 93 conoció al Quijote y a Cantinflas, a partir de ese día de enero comenzó su afición por coleccionar las piezas. Dicha colección ahora alcanza las 250 esculturas que ha adquirido a lo largo de estos 24 años.

El orgullo de “El Primo” es que dichas esculturas llaman la atención de los viajeros, quienes hacen un alto en su trayecto para observar las estatuas apostadas sobre toneles enclavados en la tierra árida y envueltos por los matorrales de mezquite.

La afición de “El Primo” por estas figuras es tal que contrató a Martín para que las cuidara. Martín se convirtió en el guardián de las figuras de “El Primo”. Pasó de ser pastor y cuidar ovejas a velar por la existencia de las estatuas de madera.

Martín atiza el carbón para asar la carne y las salchichas que venderá más tarde. Son las 11:00 horas de un sábado. Faltan tres horas para que comiencen a llegar los comensales, que por el día serán bastantes, dice Martín.

Pero el gusto de los viajeros por llegar a este lugar va más allá del sabor de la comida. Son las estatuas de madera las que en realidad llaman la atención de los que pasan por la carretera.

“La gente piensa que las vendemos. Llegan y preguntan por el precio, pero les tengo que decir que no, porque son de mi jefe, él las colecciona y las cuida mucho”.

Entre las figuras sobresale, está la del Quijote, el personaje favorito de “El Primo”. Es el único libro completo que ha leído en sus 73 años de vida y por eso ha formado esta colección.

“’El Primo’ prefiere al Quijote, si se fijan, más de la mitad de las figuras son de él. Yo las cuido día y noche, de hecho casi me paga más por cuidarlas que por atender el restaurante”.

Una tarde de marzo llegó un grupo de canadienses al paradero de “El Primo”. Martín no hallaba cómo atenderlos. A puras señas les hizo saber que las piezas no se vendían, que sólo estaban en exhibición.

Maravillados con las piezas de arte, pasaron la tarde en el lugar recorriendo la yerba entre los toneles donde posan las figuras. Martín trató de atenderlos y cómo pudo se dio a entender. A pesar de los ofrecimientos de grandes cantidades de dinero, siguió las instrucciones de su jefe, las figuras no están en venta.

“Me ofrecían dólares y una buena cantidad, pero no las puedo vender porque son de mi jefe. Sabe exactamente cuántas tiene, viene cada semana y las cuenta, se pasa horas limpiándolas”.

Las figuras han soportado las inclemencias del tiempo, desde el sol abrasador del verano hasta las lluvias y granizadas de la temporada invernal. En algunas la madera se ha ido carcomiendo. Otras son nido de arañas que tejen sus redes en las coyunturas de las figuras.

Martín cuenta que su jefe no las ha querido restaurar, nunca las ha barnizado y algunas ya se han despedazado. Se mantienen en pie unidas sólo por un clavo oxidado.

Algunos traileros han incluso creado leyendas en las que las figuras son protagonistas. Cuentan que en las noches las estatuas cobran vida y caminan por la carretera, asustando a los viajeros y siendo el motivo de accidentes.

Pero según Martín esos mitos distorsionas mucho la realidad, atribuye esas leyendas a que las luces de los tráileres crean un efecto óptico al pasar por el lugar.

“Aquí no hay luz, entonces pasan los tráileres y con las luces hacen un efecto de sombras que parece que las estatuas caminan. Eso asusta a los traileros, pero nunca ha pasado nada”.

Martín convive con las estatuas desde hace dos años. Conoció a “El Primo” cuando llegó con un trailero que le daba un “aventón” a San Luis Potosí de donde es originario.

“Llegamos a comer. Yo andaba en Monterrey, porque fui a buscar trabajo, pero no encontré. Le pedí raid a un camionero y llegamos aquí. Cuando le conté al ‘Primo’ que andaba buscando jale, él me dijo que me quedara a cuidar a las estatuas”.

Desde entonces Martín vive en el predio conformado por dos cuartos hechos con lámina y madera. Atiende el restaurante y además cuida las estatuas. Cada semana recibe la visita del “Primo”, quien sólo va a verificar que sus figuras estén bien.

Para comunicarse con su familia Martín tiene que caminar varios kilómetros hasta el pueblo para conseguir un teléfono. En este lugar no llega la señal del celular. Otra opción es esperar a que llegue “El Primo” y le preste la camioneta para evitar la caminata.

A diario convive con los traileros o los paseantes que transitan por la carretera, pero sus compañeras siempre serán las estatuas de madera. Esas son con las que platica. A las que les cuenta lo mucho que extraña a su familia y que se quedan mudas ante las palabras de su guardián.

Las figuras también han sido objeto de un reportaje a nivel internacional, según Martín. En el Mundial de Brasil 2014 un grupo de reporteros estadunidenses recorrió desde México hasta la sede de la copa de futbol en auto, presentando los lugares de interés de cada país.

“Llegaron y entrevistaron a ‘El Primo’, se sorprendieron por las estatuas. Yo nomás los veía, no quería salir en la cámara. El reportero hablaba español y nos dijo que era para un programa de deportes”.

Diario, Martín despierta y lo primero que hace al salir de la cama es contar cada una de las estatuas, cerciorarse que no falta ninguna. Ellas siguen ahí posando y alegrando la vista de los viajeros y decepcionando a aquellos que no las pueden comprar.

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