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La cura milagrosa para el VIH que casi mata a un hombre

Por Agencias

Publicado el lunes, 22 de enero del 2018 a las 17:56


Cuando era presidente de Gambia, Yahya Jammeh usaba una poción de hierbas que él mismo había inventado para tratar el VIH

BBC | Londres.- El expresidente de Gambia, Yahya Jammeh, quien dejó el país hace un año tras dos décadas en el poder, ha sido acusado de muchos crímenes. Pero uno de los más extraños es el de forzar a miles de personas con VIH a seguir un tratamiento en base a un brebaje de hierbas que él mismo había inventado.

Un número indeterminado de personas murió.

Al decidir convertirse en la primera persona en Gambia en declarar públicamente que tenía VIH, Lamin Ceesay pensó que estaba haciendo lo correcto. Eso sucedió en el año 2000, cuando la ignorancia sobre el VIH era aún extensa en África y las personas que portaban el virus tenían que lidiar con el estima y el prejuicio.

En el Día Mundial de la Lucha contra el Sida de ese año, Ceesay tuvo el coraje de hacerlo público y participó en una marcha organizada por una organización benéfica.

Eso le valió el respeto de los activistas en todo el mundo pero, unos años más tarde, también lo atrajo a la atención del entonces presidente de Gambia, Yahya Jammeh.

A principios de 2007, Jammeh declaró que había inventado su propia “cura milagro” para el virus, usando una mezcla de hierbas medicinales y técnicas de curación espiritual. Y, lo que era aún más raro, dijo que solo funcionaba los lunes y los jueves.

Como no podría ser de otra forma, esto fue denunciado como la más peligrosa curandería por parte de los responsables de salud en todo el mundo.

Pero en Gambia, decirle al presidente que estaba diciendo tonterías podía llevarte a prisión.

Así que cuando llegó una invitación a la organización de Ceesay, pidiendo 10 voluntarios para ser la primera remesa de conejillos de indias para el tratamiento del presidente, él decidió que era algo que no podía rechazar.


Lamin Ceesay fue obligado a tomar el brebaje contra el VIH inventado por el presidente de Gambia. Foto: Colin Freeman

“Pensé en enviar a otra persona al programa, pero temí que si no iba yo, podría meterme en problemas”, me dijo. “También pensé: ‘¿Por qué no? No me va a hacer ningún daño'”.

Ahí era donde Ceesay estaba equivocado. Solo cuando llegó a la clínica improvisada del presidente le explicaron las reglas del programa, que tenía una duración de seis meses. No fumar ni beber té o café. No tener sexo. Y, algo crucial, no tomar medicamentos tradicionales —y esto incluía los antirretrovirales prescritos por su médico—.

Sin embargo, a esas alturas ya no había vuelta atrás. Los guardaespaldas armados de Jammeh custodiaban la clínica. Durante los próximos seis meses, dijeron, ningún paciente podría salir sin su permiso.

Así que el tratamiento empezó. Cada mañana el presidente frotaba una misteriosa pasta verde sobre los cuerpos de sus pacientes, mientras cantaba oraciones del Corán. Luego, dos veces por día, ellos tenían que beber de una botella que contenía una poción herbal amarilla.

Jammeh se negaba a decir qué contenía exactamente la botella, a pesar de que le decían que si realmente él había encontrado la cura para el VIH, podría hacer a Gambia rico de la noche a la mañana.


El presidente oraba cánticos del Corán durante los tratamientos.

Lo que quiera que fuese, le provocó a Ceesay una diarrea constante. También contrajo tuberculosis de otro paciente y posteriormente se debilitó tanto que tuvo que ser trasladado a un hospital normal.

Las pruebas mostraron después que su carga viral de VIH se había disparado, y fue puesto bajo un tratamiento con antirretrovirales de nuevo.

Ceesay fue de los pacientes afortunados. Su esposa, que también tenía VIH, murió durante el tratamiento con hierbas del presidente, como lo hicieron, según él, la mayoría de los otros pacientes.

“Como una figura con responsabilidades en el grupo de VIH, tenía que asistir a funerales todo el tiempo”, dice Ceesay.

Sin embargo, esa no fue la imagen promovida por el presidente Jammeh, quien obligaba a los pacientes a aparecer en la televisión estatal proclamando el éxito del programa.

Entre ellos estaba Ousman Sowe, graduado en Salud Pública por la Universidad de Leeds, en el norte de Inglaterra. Con la esperanza de darle al programa cierta seriedad académica, Jammeh había reclutado a Sowe como su portavoz, para intentar contrarrestar las dudas de los incrédulos periodistas extranjeros.

En una ocasión, Sowe le dijo a la BBC que tenían un “100% de confianza” en la cura. Pero en la realidad el haber dejado los antirretrovirales lo había dejado tan débil que apenas podía subir un tramo de escaleras.

“Como una persona con estudios, sabía que todo eso era mentira”, recuerda Sowe. “Pero no podía decir nada en contra, aunque la gente estuviera muriendo”.


Ousman Sowe y otros sobrevivientes quieren que Yahya Jammeh se someta a la justicia. Foto: Colin Freeman

Sowe y otros pacientes que sobrevivieron al tratamiento están ahora trabajando con la organización Aids-Free World (Un mundo libre de sida), un grupo activista estadounidense que quiere que Jammeh enfrente la justicia por su programa contra el VIH. Dicen que es potencialmente uno de los mayores escándalos de derechos humanos cometidos por su régimen.

Y lo que es peor, a diferencia de otros de los crímenes por los que se le señala, desde prisiones a cámaras de tortura secretas, fue llevado a cabo mientras el mundo lo miraba. Sin embargo, Jammeh no era demasiado entusiasta del escrutinio, y un alto funcionario de salud de la ONU que expresó sus objeciones fue expulsado de Gambia con rapidez.

Se cree que más de 9.000 personas recibieron el tratamiento, aunque como Jammeh mantuvo todos los registros de su clínica en secreto, nadie ha podido determinar cuántos de ellos murieron.

Ahora solo una cosa parece cierta: el único “milagro” sobre su cura es que alguien pudiera sobrevivir.

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