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Las dueñas de la zona; corrupción y malos manejos

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 25 de septiembre del 2017 a las 18:11


A pesar de la mala fama, hay familias que viven de los empleos que ahí se generan; hoy este sitio ve incierto su futuro

Por: Jesús Castro

Saltillo, Coah.- Mientras atraviesa la puerta de entrada a la zona de tolerancia de Saltillo, un hombre platica que hace unas cuatro décadas se llegaba a ese sitio luego de recorrer cuesta arriba la vereda de un arroyo.

Al llegar, los parroquianos eran recibidos por luces multicolores iluminando la noche. A veces, había que buscar el camino por entre la tenue neblina de polvo que levantaban arrastrando su humanidad en las calles de terracería que lucían llenas de gente rumbo a alguna de las 70 cantinas que hubo.

El veterano fundador todavía recuerda cuando se elevó la barda en las afueras de la ciudad. Y entonces se sintieron dueños. Por fin tenían un pedazo de tierra suyo donde albergar a las trabajadoras del oficio más antiguo de la humanidad.

Por dos décadas, él y otros compañeros y compañeras sintieron suyo ese sitio, hasta que un día dos mujeres se adueñaron del negocio que era de todos. “Las Veros”, les dicen. Ellas establecieron un régimen de terror amparadas por un funcionario de la Administración de Isidro López.

Verónica Miranda, Verónica Hernández y el director de Comercio en el Municipio, Pedro Delgado, son un trío que, a ojos de los actuales dueños de negocios en la zona, tienen secuestradas las finanzas que debían destinarse al mantenimiento y gestión social en esta.

Son 30 mil pesos al mes y otros apoyos los que Pedro Delgado autoriza que se les entreguen a estas dos mujeres, dinero del que nadie ha visto facturas, porque tampoco existen las mejoras para las que dicen ocuparlo.

Pero no es lo único de lo que se adueñaron. La amenaza y el miedo reinan ahora en la Ciudad Sanitaria, esa que, según cuentan, alguna vez se llenó de gente, como la Feria de Saltillo. Hoy luce cada vez más desierta. No sólo por los parroquianos que ya no acuden, sino por los bares que cierran o las trabajadoras sexuales que se van por hartazgo al trato que imponen “Las Veros”.

TODO EMPEZÓ EN EL CENTRO

Al señor Luis le ha tocado vivir tres mudanzas. Pasa de los 80 años, por eso recuerda que antes de la década de los 50, la prostitución se ejercía en pleno Centro de Saltillo.

Eran unos 25 o 30 dueños de cantinas, a los que por años las autoridades municipales les permitieron instalar negocios en las calles Arteaga, Leza, Pérez Treviño y Castelar, hasta que las buenas gentes de Saltillo ya no los quisieron ahí y demandaron su reubicación.

Era 1955, cuando escucharon por primera vez esa palabra dominguera de “reubicación”, pero en realidad, dice Luis, las que todos usaban eran “nos corrieron”. Todavía no se iban todos de ahí, cuando ya las autoridades estaban tumbando los locales, porque las conservadoras gentes de Saltillo querían el sitio para ampliar las buenas costumbres y expulsar el vicio a despoblado.

Se fueron a despoblado. Hileras mal hechas de locales en adobe y morillos se edificaron en un terreno grande que “sepa Dios de quién era”, dice, y que está en lo que hoy es la calle Río Grijalva, en la colonia Otilio González, ahí por donde actualmente hay un conjunto de condominios.

En ese entonces era puro monte, según cuentan los que lo conocieron. Una actual dueña de bares en la zona platica que lo único que recuerda es que estaba afuera de la ciudad, pues lo último de Saltillo era para ese entonces el Hospital de los Ferrocarrileros, actualmente el Archivo Municipal, y la calle Francisco Urdiñola ni siquiera existía.

Aquel sitio de polvoriento placer etílico y carnal lo llamaban “El Triste”. Nadie sabe –ni ganas de acordarse– por qué le decían así a la zona, pero sonaba romántico, misterioso, melancólico y pasional.

La vida alegre se ejercía en locales como El Montecarlo, El Huarachazo, La Rondalla, El Quicos, El Cadillac y el que atendía Pedro Flores, uno de los más famosos locatarios y fundadores de la zona, a quien mucha gente recuerda con cariño, a pesar de que otros sectores lo satanizaron por el oficio que fomentaba.

Pero también de ahí los corrieron. En 1973 recuerdan haber recibido unos papeles de la Presidencia Municipal, y volvió la palabrita: “desa-lojar”. El documento decía que los iban a cambiar de lugar porque otra vez en los alrededores se había llenado de casas y las buenas familias no toleraban vivir junto al local “El Triste”.

TRISTE ADIÓS, BUENA VENTURA

La despedida fue como el nombre del lugar del que se iban. Tardaron casi tres años para decidirse, ya que el lugar que les ofrecían otra vez estaba en despoblado, pero no sabían a qué grado.

Para llegar había que subir una loma larga y caminar por la orilla de un arroyo profundo, hasta dar a lo que parecía las faldas de la sierra de Zapalinamé. Mientras subían, los fundadores de aquella tercera zona de tolerancia les pasaban mil cosas por la mente. Si a ellos les estaba costando llegar a la nueva ubicación, ¿querrían los parroquianos ir hasta allá por un rato de placer?

La única ventaja que le veían al nuevo sitio era que por primera vez tendrían una tierra propia. Tenían derecho a comprar el nuevo lugar al que el Ayuntamiento de Saltillo los mandaba, y que para ello, les construyó una barda. Así que todos sacaron sus ahorros y compraron. Algunos sólo un terreno, otros hasta tres o cuatro.

Hoy sabemos que está allá por la colonia María Luisa, más para allá del Conalep, y que se llega por el bulevar Guerrero, partiendo del periférico Luis Echeverría. Pero en ese entonces no había nada. Saltillo quedaba muy lejos y los primeros locatarios batallaron para llevar cemento, ladrillo o bloc para construir los primeros bares.

Pero lo lograron, fincaron su Ciudad Sanitaria: de ellos, de los locatarios, no del Municipio. Y contrario a lo que pensaban, a partir de 1975 su suerte cambió. Los parroquianos inundaron los más de 70 bares que se edificaron. Hubo, incluso, gente de Monterrey que se vino a establecer a Saltillo porque la clientela era amplia.

“¿Cómo le podré explicar cuánta gente iba? ¿Se acuerda cuánta gente entra a la Feria de Saltillo cada año? Bueno, pues aquí así era, pero todos los días”, platica una de las locatarias fundadoras. Los clientes no cabían y la tierra de las calles con hierba se fue aplanando solita de tantos que visitaban a los dioses Baco y Venus.

Fue la mejor época de la zona de tolerancia. Todas las personas consultadas coinciden en ello. La bonanza duró más de 20 años. Como sabían que no los iban a volver a sacar de ahí, porque eran dueños, comenzaron a crear mecanismos para defenderse, para que no los volvieran a “reubicar”.

“Teníamos que defendernos, porque por la nada llegaban y nos clausuraban. Después hubo una muerte ahí, un estudiante de la Narro, y ya nos querían linchar ahí. Decidimos organizarnos, para que las cosas fueran bien y marcharan bien”, comparte una de aquellas primeras dueñas de bares.

Crearon una mesa directiva en la que confluían los intereses de todos. De esa manera gestionaron la pavimentación del camino que conducía a la zona, a partir del periférico Luis Echeverría. Pero no sólo la gestionaron, también la pagaron. Algunos todavía conservan el recibo, porque el Municipio nada hace gratis, dicen los locatarios. Fue el primer gran logro de aquella mesa directiva encabezada por Pedro Flores, en la década de los 80. De ahí vinieron más cosas, como el aljibe que les construyeron para surtir agua de un pozo detrás de la Ciudad Sanitaria, el que actualmente no se usa porque se acabó el agua.

Tanta fuerza tuvo ese primer comité o mesa directiva, que un día se reunieron en la Presidencia Municipal con el entonces alcalde, Óscar Pimentel, y le propusieron un trato: cobrar la entrada a la entonces ya llamada Ciudad Sanitaria.

Claro que gustoso, el alcalde aceptó, siempre y cuando fuera el Municipio quien enviara interventores a recibir el dinero, para luego ingresarlo a las arcas de la Presidencia y crear un fondo para que de ahí pudieran disponer para cualquier necesidad quienes laboraban en el lugar.

Así se hizo. La mesa directiva cada fin de semana acudía a la puerta de la zona y revisaba lo que habían recibido; los interventores por entradas y estacionamiento. Se establecía la suma, ellos entregaban un recibo con la misma cifra, igual a la que se llevaban, firmado por todos los presentes y entonces trasladaban el dinero.

De tal forma que los representantes de los locatarios siempre sabían cuánto dinero había en ese fondo, del que dispusieron para mantenimiento de la Ciudad Sanitaria, apoyos para adultos mayores, hospitalización, atención médica y medicinas a quienes las necesitaban; lo mismo costeaban funerales que entregaban despensas a prostitutas veteranas caídas en desgracia.

La mesa directiva pedía recursos para pintar fachadas de negocios, para arreglar banquetas, dar manita de gato a la barda, apoyar a madres con útiles escolares, organizar algún convivio interno, ayudar a algún viejecito cuyo bar cerraba y hasta para completar el agua de las pipas que les llevaban.

NOS QUITARON EL NEGOCIO

Con el alcalde Humberto Moreira siguió la dinámica, incluso fue en esa época en que gestionaron y consiguieron que el Municipio les introdujera el agua potable. Además de otras mejoras que lograron gracias al apoyo que hicieron a la campaña de “El Profe” para gobernador.

Pero con Fernando de las Fuentes todo cambió. A partir de esa Administración no volvieron a saber cuánto era lo que tenían en la cuenta. Ya no se les requirió para firmar el recibo de lo que se llevaban los interventores del Ayuntamiento. Y el negocio terminó siendo completamente del Municipio,

Para ese entonces ya se había convertido en la Asociación de Comerciantes, Cervezas, Vinos, Licores y Similares, con locatarios pertenecientes al sindicato de la CROC. Y según cuentan integrantes de aquella mesa directiva, la última vez que supieron, la cuenta era de lo que hoy equivale a unos 2 millones de pesos.

Pero a ese dinero no le volvieron a ver ni la sombra. Cuando acudían por un estado de cuenta, en el Municipio les daban largas o ni siquiera los atendían. Por eso, cuando llegó Jericó Abramo Masso, intentaron fortalecer otro mecanismo, el llamado Comité de Operatividad.

En dicho comité debían estar representados tres miembros elegidos por votación por los afiliados a la asociación y tres funcionarios del Municipio. Fue en ese tiempo en que presidentes de la asociación, de la mano del comité, gestionaron que con el dinero del fondo obtenido de cuota de entrada y estacionamiento aplanarían la tierra de las calles, pondrían cordón cuneta y en tres meses dejarían preparado todo para el pavimento.

Vivieron una época difícil con el aumento de la violencia y el acoso hacia esos giros por parte de grupos criminales, pero también de autoridades de seguridad coludidas, pero no se rindieron. Ni siquiera cuando la llamada Ley Jericó hizo quebrar a muchos locatarios.

El nuevo horario de venta de alcoholes, al igual que la inseguridad, vació la zona, que estuvo a punto de desaparecer. Muchos cerraron sus cantinas y las trabajadoras sexuales migraron a la ciudad o a internet.

Ya ni siquiera podían atraer clientes con la variedad, pues el gobernador Rubén Moreira también prohibió en Saltillo el table dance con desnudos o semidesnudos en el escenario. Lo que obligó a otros tantos negocios más a cerrar, aunados a aquellos que fueron clausurados por violar la ley.

Los que sobrevivieron se hicieron fuertes y entrando la Administración del alcalde Isidro López Villarreal, la nueva presidenta de la asociación y miembro del comité, lo hizo prometer que pavimentaría toda la Ciudad Sanitaria, algo que cumplió. El costo fue de un millón de pesos, la mitad pagada por el Ayuntamiento, el resto por los locatarios.

Fue la última vez que la asociación y el Comité de Operatividad hicieron algo por la zona. Después de ahí vino el declive, la opacidad. Dicen los locatarios que fue desde que llegaron dos mujeres a la asociación y se colaron al Comité de Operatividad. Apuntan a Verónica Miranda y Verónica Hernández.

‘LAS VEROS’

Hubo un grupo de trabajadoras sexuales que llegaron a la Zona en los 80, quienes fueron la sensación por tener entre 16 y 17 años. “Tiernitas”, como las querían los clientes. Una de esas chicas cuenta que fue en la época en que conoció a Verónica Miranda en el salón Tres Estrellas.

Después se pasó al bar Palacio, donde también conoció a Verónica Hernández, de quien dice también fichaba y era sexoservidora. Luego cada quién siguió su rumbo, trabajando en diferentes bares e incluso fuera de la zona.

Cuenta que fue el caso de Verónica Miranda, quien comenzó a juntarse con mujeres que laboraban en los bares del Centro, que obviamente ejercían como giros negros de forma ilegal y burlando las restricciones sanitarias.

Ahí conoció a un ingeniero dueño de una cantina, quien la apoyó y la impulsó, haciéndose de poder económico. Pero entonces le clausuraron a su protector y tuvieron que volver a la zona roja. Juntos, acudieron a rentar el ya clausurado salón Tres Estrellas y abrieron su propio negocio.

De Verónica Hernández, dicen dueñas de bares, que incluso tuvieron que correrla. El último de los bares de donde la corrieron fue El Tampico, y de ahí se pasó al llamado 1, 2, 3, que con dinero –aún no se sabe de dónde–, logró rentar y abrir como dueña. Aunque dicen que obtuvo tanto poder, que dejó de pagarle a la verdadera dueña y se apoderó del inmueble.

Ambas se fueron metiendo en la asociación lentamente. Dicen los locatarios que fue su culpa dejarlas obtener tanto poder, pero en lo que coinciden todos es en que lo lograron luego de conocer a Pedro Delgado, entonces director de Servicios Concesionados del Municipio, puesto que ahora se llama Director de Comercio.

Luego se hicieron amigas de interventores de alcoholes, policías municipales, gente de dudosa reputación y hasta de los interventores de la puerta. Comenzaron a convencer gente por miedo o con billete para que votaran por ellas y así formar parte del Comité de Operatividad. Y lo lograron.

Según el acta CO/001/2014, ese 17 de julio fue la sesión de instalación del Comité de Operatividad, como lo marca el Reglamento Interior de la Ciudad Sanitaria, donde Pedro Delgado funge como presidente, como secretario técnico el regidor Eduardo de la Peña y la síndica Bertha Castellanos, ellos tres por parte de la Presidencia Municipal.

Luego aparecieron como integrantes del comité, nombradas por la Asociación de Comerciantes de Cervezas, Vinos, Licores y Similares de Saltillo de la CROC, Verónica Emilia Hernández Mendoza, Verónica Miranda Rodríguez y Reyna Patricia Morales Castillo.

DINERO EN ABUNDANCIA

Las dos “Veros” comenzaron a ejercer tanta influencia como miembros del comité, que operaron la destitución de varios presidentes y presidentas de la asociación, y la entrada y salida de los integrantes del comité a su antojo.

Pagaban para obtener firmas o simplemente recopilaban firmas con otro supuesto fin, para luego anexarlas a supuestas asambleas, donde declaraban destituciones, aunque no hubiera quórum suficiente.

A partir de que ellas ocuparon ese puesto, comenzaron a recibir 30 mil pesos mensuales de parte de la Administración de Isidro López Villarreal, para que, según Pedro Delgado, fueran usados en el mantenimiento de las instalaciones de la Ciudad Sanitaria y gestiones sociales.

Según el artículo 4 del Reglamento Interior de la Ciudad Sanitaria, ser miembro de ese comité da poder para regular el cobro tanto de la entrada a la zona, como del estacionamiento; regular el cobro de servicio ginecológico de las sexoservidoras y exámenes médicos a los sexoservidores; dictar medidas preventivas y correctivas, además de sancionar a locatarios, trabajadoras sexuales y usuarios que violen la ley.

Sus atribuciones son, según el Artículo 6 de la mencionada ley: “determinar el destino o aplicación de dichos ingresos que deben invertirse en obras que contribuyan al mejoramiento del sector, como pavimentación, alumbrado público, agua y demás servicios que requiera”.

De acuerdo con recibos requeridos vía Solicitud de Información y entregados a locatarios miembros de la asociación, la Administración 2014-2017 le ha suministrado a Verónica Emilia Hernández Mendoza, cheques de 30 mil pesos cada 30 días con la intención de que lo destine a las actividades antes mencionadas.

En total, Verónica Hernández firmó de recibido y el Municipio le selló de pagado recibos por 238 mil pesos entre el 2 de julio y el 9 de diciembre del 2014. También existen 12 recibos por 30 mil pesos recibidos en el 2015, más otros aportes por actividades que debieron cubrirse con lo que le otorgaban de forma mensual, lo que en total sumó 526 mil pesos ese año.

Según los documentos, el 27 de mayo de ese año solicitaron y se les entregó un cheque por 10 mil pesos para cubrir gastos a efectuarse en una brigada de salud. Sin embargo, todas las autoridades de salud consultadas dijeron a Zócalo que ninguna dependencia cobra ese tipo de brigadas, pues se brindan gratuitamente como parte de su trabajo.

También recibieron 45 mil pesos para pintar la barda perimetral y el portón principal que, según dicen los locatarios, no es responsabilidad del comité, pues al ser fachada externa, el Municipio debió pintarla con los mismos programas del Ayuntamiento.

Y existe un cheque de 104 mil pesos que le fue entregado para gastos de recolección de basura de la Ciudad Sanitaria. Sin embargo, los locatarios manifestaron que la basura es pagada de forma individual por cada dueño, por lo que están seguros de que la cifra antes mencionada nunca fue para cubrir ese gasto.

En el 2016, “Las Verónicas” recibieron 390 mil pesos, pero curiosamente existen no 12 sino 13 recibos. Lo que pasa es que el mes de diciembre fue pagado de forma doble. Es decir, 30 mil pesos el día 6 y otros 30 mil pesos el día 19.

Para este 2017 lo vuelven a hacer: hay un recibo de 5 mil pesos por un cheque que le entregaron a Verónica Hernández el 27 de enero para “efectuar Jornada de Salud interna”, dice el documento entregado por el Municipio. Jornadas de salud, que insistimos, todo organismo público otorga de forma gratuita, llevando unidades móviles, aparatos y especialistas.

En mayo recibieron 10 mil pesos para un supuesto festejo del Día de las Madres, al que asistió un puñado de personas. Pero eso sí, desde enero y hasta julio, “Las Verónicas” siguieron recogiendo mensualmente cheques por 30 mil pesos, sumando hasta ese mes 195 mil pesos. En total, durante esos tres años, el Municipio les entregó un millón 349 mil pesos que ellas debieron haber destinado a labores internas y de mantenimiento de la Ciudad Sanitaria.

COSTOSA TRANSPARENCIA

Cuando los miembros de la asociación se dieron cuenta de esos cobros y la evidente no llegada de los recursos a las necesidades de la Ciudad Sanitaria, pidieron al Municipio, mediante Solicitud de Información las facturas que comprueben el gasto que hizo el Comité de Operatividad, controlado por “Las Verónicas”, y que se aporten pruebas de para qué se destinó ese dinero.

La respuesta de la Unidad de Acceso a la información del Municipio fue que “la documentación del egreso y las facturas se encuentran en resguardo en el Archivo Municipal, por lo que se podrá entregar, previo pago de derecho de búsqueda previsto por el Artículo 30 de la Ley de Ingresos del Municipio, […] así como el pago por la certificación
correspondiente”.

Pues bien, la fracción II, inciso K de dicha ley establece que cualquier documento existente en el Archivo tendrá un costo por hoja de 7.30 pesos, además de la investigación para la localización de la información de 120 pesos por cada periodo de la Administración consultado, además pago de 19.80 pesos por hoja de copias certificadas.

Es decir que la transparencia les costaría 360 pesos sólo por buscar los documentos, más lo que cuesten las copias de las más de 200 o 300 facturas, además de las que requieren certificadas, sumarían arriba de 600 o 700 mil pesos.

Pero los locatarios piensan que es una medida del Municipio para persuadirlos de que sigan indagando, pues según testimonios, dichas facturas no existen, y las que pudieran existir comprobarían el desvío de esos recursos que “Las Veros” hicieron de ese dinero público.

Dice una exmiembro de la asociación de la CROC que cuando se les pidió a “Las Verónicas” entregar comprobante en el que se especificara en qué usaban los 30 mil pesos que les otorgaba el Municipio, llegaron con cientos de papelitos blancos sin ningún membrete, escritos algunos hasta con pluma.

Esos papelitos sólo decían “tanto de taxi, tanto de una comida en un restaurante’, tanto del celular que acabamos de comprar, tanto para saldo, tanto de gasolina para la camioneta”. Eran puros gastos de ellas, que justificaban diciendo que era porque andaban en la calle gestionando cosas para la Ciudad Sanitaria.

Facturas de esos gastos nunca entregaron, lo que sí se sabe es que las facturas o recibos que lograron entregar al Municipio se los consiguió un contador muy allegado a ellas, pero que de hacerse públicos esos documentos mostrarían que ningún gasto tiene que ver con alguna mejora, mantenimiento o apoyo a la Ciudad Sanitaria.

Existe una sola obra que se atribuyen: la instalación de una malla ciclónica para delimitar el área del estacionamiento, cuyo dinero solicitaron desde el 2016, aunque la instalaron a mediados de este 2017, costando más de 200 mil pesos.

Algunas sexoservidoras consultadas también niegan haber recibido alguna vez ayuda o apoyo social de “Las Veros”, al contrario, son objeto de malos tratos, amenazas, castigos y hasta extorsión. Muchas han optado por irse a trabajar a la calle o al Centro, con todos los riesgos que eso implica.

Ante todas estas irregularidades, más de 30 locatarios, la mayoría de los que hay en la zona de tolerancia, se reunieron en asamblea de la asociación de la CROC y las destituyeron como miembros del Comité de Operatividad, sin embargo, Pedro Delgado desconoció ese acuerdo y basándose en un tecnicismo legal ratificó a ambas mujeres en el puesto.

Para contraatacar, ellas crearon de la nada una asociación “patito” cobrando 30 pesos a cada sexoservidora y su firma, bajo amenaza de que si no pagaban o firmaban se les prohibiría la entrada a la zona. Así validaron el organismo con el que pretenden continuar en el poder.

Por eso, mientras Pedro Delgado siga en la Dirección de Comercio e Isidro López en la Alcaldía, dicen que “Las Veros” se sienten dueñas de la Ciudad Sanitaria. La esperanza de los locatarios está en el cambio de Administración el próximo enero para ver si así rescatan a la zona roja y puedan ejercer los recursos públicos en verdaderas necesidades y no para dar lujos a tres familias.

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