Saltillo|Monclova|Piedras Negras|Acuña|Carbonífera|TorreónEdición Impresa
El 2 de junio nos vemos en el Zócalo para celebrar el triunfo: Claudia Sheinbaum Chocan dos helicópteros en acto de celebración de la Marina Real de Malasia; reportan 10 muertos Aumenta México aranceles a China y países sin tratado hasta en 50% Agencia ONU para refugiados en Gaza tiene problemas de “neutralidad”: informe Declaran juicio nulo al ranchero acusado de matar a un migrante mexicano en la frontera

Zócalo

|

Clasificados

|

Información

< Clasificados

Clasificados

Los últimos pasos en la pista del Casino

Por Rosalío González

Publicado el martes, 28 de febrero del 2017 a las 10:00


Al igual que decenas de parejas, Vilma y José Carlos se despidieron de la sede leonística en el calor del último baile.

Saltillo, Coahuila.- Faltaban 15 minutos para las 9 de la noche, cuando Vilma y José Carlos llegaron al Casino. Vienen en un taxi porque, aunque tienen automóvil, no les gusta llevarlo, ya que es muy difícil encontrar un espacio de estacionamiento en las tres cuadras a la redonda durante las noches de baile.

Y así se hizo una costumbre: llevar la bebida, la botana y las ganas de bailar, pero no llevar coche. No siempre fue así, antes el Casino del Club de Leones se encontraba afuera de la ciudad, había espacio de sobra, pero no había tantos automóviles como ahora, así que de todas formas llegaban caminando o en un coche de sitio.

Su construcción inició en 1958 por iniciativa de los Leones saltillenses de aquellos años. El objetivo era financiar la beneficencia característica de la asociación, ayudar e impulsar el Saltillo pequeño, la ciudad donde todos los vecinos se conocían y pedían pequeños favores.

Entrada la década de los 60 había tres lugares para enamorarse: la calle Victoria, que era un ícono y donde las parejas se paseaban los domingos al salir de la misa en Catedral; la Alameda, que en ese tiempo todavía tenía patos en el lago, y el Casino del Club de Leones, donde se organizaban los bailes y los eventos sociales.

El próximo año el Casino de los Leones se iba a convertir en un “señor” de 60 años, con sus recovecos, techos claros decorados con desniveles, sus losetas brillosas en el piso que, por cierto, “son las originales”, dice Armando Liñán, quien desde hace 30 años asiste religiosamente a los bailes del Casino.

Pero el sueño no podrá ser. En la puerta principal hacia el salón Presidente, el principal de los tres que tiene este complejo, se anunció El Baile del Adiós. Se vivirían en las próximas horas los últimos pasos sencillos y dobles, los brindis finales y el cierre de una época.

Vilma y Juan Carlos se instalaron en la mesa que les asignaron, junto a otras parejas que se encontraban disfrutando de la música, sentados, de los pocos que quedaban sentados, porque al Casino se iba a bailar.

“Aquí muchas parejas se enamoraron bailando”, dice Jesús Mellado, el presidente del Club de Leones en Saltillo. Y bailar es algo que han hecho durante tantos años que cada pareja tiene su ritmo, su estilo y sus formas de hacerlo.

Faltando una hora para la medianoche del último fin de semana de fiesta en el Casino del Club de Leones, el ambiente tiene un fuerte olor a diferentes perfumes de mujer mezclados. “Es un olor como a flores”, comenta un joven mesero que intenta aclarar si se trata de un aromatizador o del olor natural del Casino. “Son las personas, el perfume de las señoras”.

Fueron 600 los asistentes a El Baile del Adiós. “Venimos a despedirnos del lugar”, dice Mercedes, quien toma whisky en un vaso delgado de cristal. Ella ya no baila porque tiene problemas de circulación en las piernas y usa un bastón que le permite caminar, pero eso no la impidió a venir a decir adiós. Salud.

En la pista central no cabe un alfiler. Hay más de 100 parejas bailando danzón, mambo y chachachá. “Te quiero tener, tener, atada como un rayo de sol, de sol y así con su calor la niebla desvanecerá”, se escucha en el escenario donde la Orquesta de Provincia de Beto Díaz toca.

Son éxitos del México nocturno, cuando las ciudades del país tenían una intensa vida nocturna a la que se tenía que asistir con saco y corbata o moño y en vestido, tacones y un arreglo de cabello en forma de espiral.

Al último evento del Casino de los Leones asistieron todos y cada uno de los 600 invitados, vestidos elegantemente: las mujeres con las uñas barnizadas de colores oscuros y los hombres con los zapatos obsesivamente lustrados.

“Ojalá que cuando lo tumben vengan a bailar los muertos, todos los que vinieron y ya fallecieron van a bailar sobre los escombros”, dice Vilma riéndose. Ella y su esposo han tomado con humor la caída de un gigante de la noche, uno de los últimos.

Lo que la gente no perdona es que todos se estén cayendo, que Saltillo ya no se parezca al que tenían antes, al que conocieron e intentaron heredar a las generaciones del futuro.

Los Leones saben que la decisión que tomaron no gusta a la mayoría de los visitantes frecuentes del lugar, pero no tuvieron opción. “Este lugar ya no es rentable y no nos está permitiendo financiar los proyectos que tenemos con la beneficencia pública”, dice Mellado.

“Si usted escribe, entonces yo le recomiendo que le ponga que con el Casino se nos acabaron a muchos los ánimos de seguir saliendo de noche. Ya estamos grandes, ahora vamos a tener que bailar en la sala de la casa, porque muchos aquí aprendimos a bailar nada más para venir al Casino, pero bueno, no hay vuelta de hoja, póngale eso si quiere, yo me llamo Pedro Antonio Azuara”.

Notas Relacionadas

Más sobre esta sección Más en Clasificados