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Miguel López, joya llena de historia

Por Javier Villarreal Lozano

Publicado el domingo, 24 de septiembre del 2017 a las 08:00


Fue en el Ateneo Fuente donde coincidieron el profesor y Venustiano Carranza.

Saltillo, Coahuila.- La escuela Miguel López Ávila no es solamente una belleza arquitectónica. Es, junto a otros centros educativos de nuestra ciudad, ejemplo de la preocupación de los gobiernos de Coahuila por emplear su máximo esfuerzo en la educación.

Mientras se llamaba Palacio a la sede del Poder Ejecutivo estatal, cuando era un modesto edificio de dos plantas construido con adobe y piedra, y recubierto con deprimente cemento gris, los verdaderos palacios eran, en realidad, las escuelas: la Normal del Estado, la Miguel López Ávila, el Ateneo Fuente, la Coahuila y la Álvaro Obregón. Aún hasta hoy no existe oficina pública que pueda comparárseles en magnificencia y prestancia.

Todas estas escuelas han sido objeto de cuidadosa restauración por el actual gobierno de Rubén Moreira Valdez.

PRIMERA PIEDRA

El 15 de diciembre de 1915, don Venustiano Carranza estaba firme en el poder. Habían quedado atrás los momentos difíciles de la Convención de Aguascalientes, que lo desconoció como Primer Jefe de la Revolución Constitucionalista, obligándolo a instalar el gobierno en Veracruz. Ya eran historia las batallas del Bajío, donde Álvaro Obregón destrozó la columna vertebral de la hasta entonces invicta División del Norte. Salvo brotes rebeldes incapaces de poner en peligro su gobierno, Carranza se encontraba en disposición de emprender proyectos concebidos durante su ya larga carrera política y revolucionaria.

Ese día debió de sentirse especialmente satisfecho. Para subrayar esto, se asegura que al firmar el acuerdo de la construcción del plantel, el presidente usó la misma pluma que había utilizado en la Hacienda de Guadalupe al rubricar el Plan de ese nombre.

Desde los lejanos días en que fuera presidente municipal de su natal Cuatro Ciénegas, se distinguió por su interés en la educación, siempre atento al desempeño del maestro del pueblo y al aprovechamiento de los alumnos. Ahora tenía la oportunidad de iniciar una obra de gran aliento que beneficiaría a decenas de miles de niños coahuilenses.

PROFESOR Y CAPITÁN

Además, cumplía una deuda de afecto y gratitud contraída durante sus años de estudiante del Ateneo Fuente. Al imponer nombre al que sería nuevo plantel educativo, Carranza seguramente evocó la imagen de su maestro Miguel López Ávila “con su tez muy morena, su barba y amplia perilla, entrecana como su cabeza, usando trajes de corte militar que le daban un aspecto marcial y gallardo”.

El porte y el traje castrense del profesor López no eran expresión de un gusto. Como Victoriano Cepeda y tantos otros, en los momentos cruciales de la patria abandonó las aulas por el campo de batalla, para combatir con las armas en la mano al efímero Imperio de Maximiliano y restablecer la República. Hace 150 años, el  profesor López estuvo en Querétaro en el derrumbe del Segundo Imperio.

Nacido en San Luis Potosí en 1840, radicó desde pequeño en Saltillo. Apenas había rebasado los 20 años cuando ya era director de una escuela primaria. A partir de 1877 se integró a la planta de maestros del Ateneo Fuente como catedrático de Gramática castellana, Aritmética y Álgebra. En 1880 fue nombrado director de la Escuela Lancasteriana, llamada así en honor del inglés John Lancaster, que popularizó este método de enseñanza a principios del siglo 19. En octubre de 1864, López Ávila se dio de alta en el Primer Batallón Ligero de Coahuila, formado en Saltillo. Tenía 22 años y manchadas de tinta las manos que ahora empuñaban el fusil. Gracias a su capacidad de orden y de imponer disciplina entre los soldados bisoños, el gobierno le confirió nombramiento de capitán de la 4ª compañía del Batallón. 

Su carrera militar culminaría en Querétaro, atestiguando en el Cerro de las Campanas el fusilamiento de Maximiliano, Miramón y Mejía. En su novela La Isla que Tenía Forma de Ballena, Vicente Quirarte reproduce íntegra la carta escrita por el profesor López a su amigo Antonio García Carrillo, es el único relato de un testigo presencial del fusilamiento.

CARRANZA: EL AMOR A COAHUILA

En lo íntimo –no era políticamente correcto hacerla pública–, don Venustiano debió de sentir otra satisfacción al colocar la primera piedra de la escuela. Era una obra más promovida desde la presidencia de la República para su querido Coahuila. No se ha señalado de manera suficiente el interés del presidente Carranza para beneficiar a su estado natal, el cual manifestó a pesar de lo azaroso de su mandato.

Su trágico final le impidió culminar dos obras de comunicación de importancia: el ferrocarril Saltillo al Golfo, del que quedó sólo el edificio de la estación local, hoy ocupado por el Archivo Municipal, y el arranque de la vía para conectar Cuatro Ciénegas con Sierra Mojada, concluida años después.

PLAZA Y CASAS

La Miguel López se levanta en los terrenos de una plazuela, que algunos cronistas llaman de Los Rodríguez y otros nombran de Los Silleres. La idea de construirla nació de la necesidad de reunir cuatro pequeñas escuelas en los alrededores instaladas en casas particulares, llamadas Gabino Barreda, Luis A. Beauregard, Berta Müller y Miguel López. Esta última mal acomodada en una casa en la calle Rayón norte, por la que el Ayuntamiento pagaba una renta de 50 pesos.

Sin embargo, el terreno ocupado por la plazuela resultó insuficiente para la magnitud del proyecto. Hubo de procederse al derrumbe de cinco casas propiedad de doña Sofía Rodríguez de Dávila. Su viudo, Rosendo Dávila, reclamó al Gobierno el pago de esas propiedades, que se le liquidó abonando cinco mil pesos a los cuantiosos impuestos generados por la herencia de su fallecida esposa.

Esperanza Dávila Sota apunta que al buscarse nombre para el nuevo plantel se propusieron tres opciones: Francisco I. Madero, Aquiles Serdán y Miguel López Ávila. El que haya sido escogido el personaje de menor resonancia histórica nacional parece indicio claro de la intervención de don Venustiano en la elección.

No escatimaron ni esfuerzos ni dinero. Se le dotó de últimos adelantos de la época, un espacioso anfiteatro con capacidad de mil personas, y un costoso piano para las clases de música, instrumento que aún se conserva.

UNA JOYA

El edificio se concibió en un estilo ecléctico diseñado con la evidente intención de proveerlo de presencia majestuosa. Quien lo imaginara se remitió al Renacimiento y a las obras de Andrea Palladio, pues en las dos fachadas, una frente a la calle Hidalgo y la otra a la de Adalberto E. Guillén, es notable el interés de dramatizar la grandeza del inmueble. Como Miguel Ángel en el proyecto del Capitolio y Andrea Palladio en la iglesia del Redentor de Venecia, las columnas pareadas de capiteles jónicos que escoltan ambos lados las puertas principales se alzan sobre los dos niveles del edificio, lo cual les imprime grandiosidad.

Su desarrollo hacia las alturas se interrumpe en el final de la planta baja con una suerte de balcón abalaustrado cuya función se diría es dar cabida a las autoridades que eventualmente se dirijan al público acomodado en la explanada, el cual en la calle Hidalgo es muy amplia.

Existen en Saltillo algunos edificios donde la combinación del ladrillo y la cantera resulta más o menos afortunada, pero es, salvo mejor opinión, en la escuela Miguel López donde ambos materiales logran un maridaje perfecto.

Las dificultades propias de una época cuando la inestabilidad política y la precariedad económica constituían una constante, hicieron difíciles los primeros años del plantel. En el Archivo General del Estado se conservan algunos documentos que hablan de estas dificultades. Las obras se interrumpieron por falta de recursos. En febrero de 1918, Benito Árevalo, canterero y carpintero, se dirigió al Gobernador del Estado para solicitarle lo volviesen a contratar al reanudarse los trabajos de construcción. Después de la muerte de Carranza, siendo gobernador el general Luis Gutiérrez, el municipio le solicitó apoyo a fin de estar en posibilidades de cubrir la nómina.          

La unión de las cuatro escuelas que dieron nacimiento a la Miguel López la hizo una de las instituciones de educación primaria con mayor número de alumnos.

ESCUELA BAJO FUEGO

Las tareas pedagógicas se vieron una vez interrumpidas por la violencia. Ocurrió en 1923 cuando las insalvables diferencias entre el gobernador Arnulfo González y la Legislatura estatal hicieron crisis. Diputados disidentes desconocieron al gobernador e instalaron el Congreso “varias semanas” en una casa de la calle Hidalgo. Después, encabezados por el diputado Candor Guajardo, “tomaron” la Miguel López.

El gobernador González intentó desalojarlos utilizando las fuerzas rurales, pero simpatizantes de los disidentes, entre ellos el general Jesús Dávila, les hicieron frente. Se registró un tiroteo con saldo de “uno o dos muertos” y varios heridos, dice don Pablo M. Cuéllar.

Decididos a defender la escuela a sangre y fuego, el Ejecutivo hubo de solicitar el auxilio de las fuerzas federales para expulsar y aprehender a los legisladores, quienes pasaron dos meses en la Penitenciaría del Estado. Como dato curioso, el comandante del Ejército al mando de esta “acción de armas” fue el general Joaquín Amaro, años después secretario de Guerra y Marina.   

Hace 100 años, gracias a don Venustiano Carranza y a Gustavo Espinosa Mireles se abrieron a la niñez las puertas de un centro escolar emblemático, que plasma de la trascendencia de las obras ejecutadas con visión de futuro.
 
(Hago constancia de las deudas contraídas en la elaboración de este texto, que resultaría incompleto sin las valiosas aportaciones de don Pablo M. Cuéllar, Lucas Martínez Sánchez, Esperanza Dávila Sota y el periodista Armando Ríos).

Carta escrita por Miguel López a García Carrillo

Querétaro, junio 17 del ‘67

Apreciable Toño:

Ayer domingo a la una de la tarde fuimos a la alameda de esta ciudad todas las fuerzas que guarecemos esta plaza, y, después de haber cargado nuestras armas, nos dirigimos al Cerro de la Campanas, a cuyo pie, rumbo al oriente, formamos el cuadro para fusilar a Maximiliano, Miramón y Mejía; y como allí no hay una pared a propósito, se mandó que se improvisara una con los adobes que sirvieron de trinchera al Emperador hace treinta y tantos días…

Todos esperábamos con ansia el desenlace de aquel acto, porque el sol estaba derritiéndonos, cuando se recibió contraorden y nos volvimos a nuestros cuarteles…

Junio 19

Una ocupación extraordinaria no me permitió mandarte ésta cuando debía, sino hasta ahora.

Hoy 19 desde las cinco de la mañana formamos otra vez el cuadro en el mismo lugar y de la misma manera que antes; y a las siete en punto han sido fusilados los consabidos reos que recibieron allí la muerte con un valor bien distinguido…

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