Arte
Por Christian García
Publicado el martes, 14 de febrero del 2017 a las 10:05
Saltillo, Coahuila.- “Porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren”, reza una de las canciones de Joaquín Sabina y nunca es más cierto cuando se enamoran artistas que llevan todo al extremo.
El amor es un arma de dos filos: por un lado puede hacer que te sientas la persona más afortunada de la Tierra y por otro puedes enloquecer y entristecer hasta el grado de seleccionar la muerte como salida.
El amor no siempre es miel sobre hojuelas, así lo demuestran varias mujeres artistas.
Amor y Poesía
La poeta estadunidense Sylvia Plath es el primer referente en el tema. Después de una serie de relaciones que no funcionaron, la autora de La Campana de Cristal conoce al poeta inglés Ted Hughes, quien se enamora de ella.
Comienzan una relación que termina en boda y tienen dos hijos: Frieda y Nicholas. Pero debido a las infidelidades de su marido, aunado a la depresión que sufría Plath por haber dejado la poesía para ser ama de casa, la relación no termina de manera agradable para ninguno de los dos.
Después de un amargo divorcio, una mañan, Plath se levanta, cocina el desayuno para sus hijos y se los lleva a su cuarto. Ella regresa a la cocina, tapa los huecos de la puerta, abre el gas y mete su cabeza en el horno de la estufa causando su muerte por intoxicación. Convirtiendo su suicidio en un acto de poesía y a ella en una leyenda.
A la Sombra de Plath
“Voy a seducir a Ted”, son las cinco palabras que marcaron el destino de Assia Wevill, la poeta enemiga de Plath en cuanto al amor de Hughes y quien dio fin a su vida por su propia mano, al igual que Sylvia.
Wevill nació en Alemania, vivió en Palestina y se casó con el sargento inglés John Steel, se divorció de éste y se casó con el poeta David Wevill, de quien tomó el apellido.
Después de diversos escapes con Hughes, los cuales provocaron la desesperación que llevó al suicidio a Plath, los dos poetas pudieron estar juntos, aunque la sombra del recuerdo de Sylvia los cubría como un invierno frío del cual nunca pudieron escapar, junto con el hecho de que Ted ya tenía una nueva amante.
El día de su suicidio Wevill improvisó una cama con un colchón y sábanas limpias, se preparó varios vasos de whisky, los mezcló con somníferos, fue en busca de su hija Shura y abrió la llave del gas hasta que ambas murieron intoxicadas.
Suicida mexicana
México cuenta con su propia suicida enamorada, la escritora, actriz y activista política Antonieta Rivas Mercado, una de las intelectuales que renovó la vida de México gracias a su relación con José Vasconcelos.
Rivas, después de su divorcio con el británico Albert Blair y una serie de romances esporádicos, conoce al intelectual Vasconcelos de quien se vuelve pareja sentimental y apoya en su candidatura por la presidencia del país, la cual pierde ante Plutarco Elías Calles.
La actriz se suicida en la capital francesa dentro de la catedral de Notre Dame con un revólver que pertenecía a Vasconcelos, disparándose en el pecho, directo al corazón, después de que el político le dijera que no la amaba.
Río de Sangre y Letras
Poeta alemana nacida en el año de 1780, Karoline von Günderrode fue parte del movimiento romántico de la época. Hija de un escritor que murió cuando ella tenía 6 años, tiempo después perdió a su madre y quedó huérfana con sus cinco hermanos.
Después de estudiar, viaja a la Abadía de Neuburg donde conoce al filólogo George Friederich Creuzer y a su mujer. Enamorada de Creuzer, comienzan una relación que provoca el divorcio de éste con su esposa. Después de varias desventuras, Friederich se reconcilia con su esposa y le hace saber a Karoline que no continuaría con la relación.
Günderro, quien había dicho que no soportaría la pérdida del amor de Creuzer, escribe el poema Todo el Amor y parte hacia el pueblo de Winkel en Suiza y a las orillas del río Rin atraviesa su corazón con un cuchillo de plata.
Musa Del Más Allá
Hija de un comerciante de Hamburgo, Charlotte Stieglitz nace en el año de 1806. Desde temprana edad mostró una sensibilidad hacia las bellas artes y, aún joven conoce a Heinrich Stieglitz, poeta melancólico y obsesivo de las letras.
Esto crea una una relación extraña. Por una parte, Charlotte siente que el matrimonio es incompatible con la poesía debido a su condición burguesa y por otra las constantes depresiones que sufría su esposo, junto con la búsqueda insaciable de inspiración y creatividad, la sumergen en un conflicto sentimental.
Al final, Charlotte se suicida clavándose un puñal en el pecho para así no estorbar la creatividad de su esposo y asumiendo que su muerte inspiraría la renovación poética de Heinrich. La joven dejó una carta con esta frase: “Juntos padecimos una pena… Te irá mejor ahora… Nos volveremos a encontrar, más libres… Saluda a todos los que amé”.
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