La estupidez insiste siempre.” A. Camus
Estar en desacuerdo con Vicente Fox es una verdad indiscutida. El expresidente di-sociado de aquella esperanza democrática que arrancó su avaricia.
Lo suyo nunca será lo nuestro. Está hueco de gente, de humanidad, de ahí la soledad de su discurso, de ahí la ausencia de nosotras. Se le hizo tarde para comprendernos.
Desde las décadas que vivió puede intentar justificar el desconcierto ante el mundo incompleto del que nunca vio de cerca siquiera un intento de rebeldía femenina y puede decir que él creció con otros datos.
Sometidas a la violencia silenciosa, a luchar diario contra el modelo concebido por ellos, por aquellos que son como él. Hace falta un vuelco, en este caso, un abuso de la que Fox llama libertad de expresión para sufrirla con claridad a través de sus pala-bras innecesarias.
El insulto soez contra Mariana Rodríguez y la contumaz insistencia de violentarnos con el desdén que se acostumbra desde el poder resuena en la burla a nuestra con-signa “si atacas a una, nos atacas a todas” justo en el Día Internacional de la Violen-cia Contra las Mujeres y las Niñas.
Repetir que es tiempo de mujeres se vuelve frase insulsa, cuando no va acompañada de la confianza que se da por la participación en igualdad de condiciones, en el diá-logo, en la toma de decisiones, en la influencia sobre estas y en la determinación del proyecto de nación. Uno donde tengamos autonomía y visibilidad de nuestras aporta-ciones en cada uno de los ámbitos económico, productivo y político.
Indignarnos contra cualquier agresión, cometida contra cualquiera de nosotras sobre todo cuando viene desde la mansión de un expresidente es la cualidad más hermosa de esta lucha por la participación política de las mujeres, por todo lo que tenemos que decir, por todos los oídos a los que tenemos que llegar, por esa necesidad de conver-tir las palabras en algo nuestro.
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