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‘Sí, mi hijo asesinó a los taxistas…’

Por Pedro Martínez

Publicado el miércoles, 16 de junio del 2010 a las 14:00


Entre lágrimas de impotencia, clama ‘trato justo’ para el homicida

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Saltillo, Coah.- Ezequiel Herrera Nájera estaba detrás de la puerta de entrada de su casa como esperando a algún medio de comunicación… y así fue; entre lágrimas e impotencia, el hombre clamó ante Zócalo Saltillo un trato justo para su hijo Aarón Herrera Pérez, cómplice de “La Matataxistas”.

“Sí, mi hijo asesinó a los taxistas…” Palabras contundentes que lanzó al aire don Ezequiel, como le conocen sus amigos, pues aunque este medio intentó iniciar la entrevista con una pregunta sutil para abrir la conversación, el hombre fue directo y habló sin tapujos…

Sin embargo la fuerza de don Ezequiel no dura mucho; sentado en la cama de su humilde casa voltea hacia el techo, y mientras observa la techumbre de cemento como si ésta lo amenazara con venirse abajo, da un suspiro de esos que ni el mismo viento puede resquebrajar… “Que Dios lo ayude, que lo cuide ahí donde va estar preso”, ruega.

“Si mi hijo es un chavo bueno, nunca se metía en problemas con nadie; pero esa tal vieja (Cristina Soledad) lo metió en problemas, es la verdad; aunque muchos digan que es malo”, argumenta.

De hecho, este comentario lo llevó crear una pequeña biografía de su hijo Aarón, a quien las autoridades le siguen un proceso por el homicidio doloso de tres taxistas, uno de ellos, al parecer, originario de esta ciudad.

“Nunca noté que pensara de esa forma; me refiero en hacer esos actos tan malos, ya que siempre fue buen muchacho, muy noble y nunca ocasionó problemas”, manifiesta, mientras de uno de sus ojos cae una lágrima.

Aquel “Azteca” ya no está, comenta don Ezequiel, ya no vendrá a cenar como en aquellas noches frescas de Saltillo, y mucho menos podrá ayudar con los gastos a María Guadalupe Pérez López, su madre.

“Era un chavo muy chambeador; le gustaba trabajar en la construcción; era ayudante de albañil y trabajaba en el negocio Maderas Cristal, allá por la calle de Urdiñola”, comenta con una leve sonrisa.

Don Ezequiel de pronto detiene la plática, va hasta la mesa del comedor y toma sus cigarrillos Pall Mall, “rojos pa’, que duela”, prende uno y vuelve a la improvisada silla.

“No… nunca noté una actitud sospechosa de su parte, ya que desde que se levantaba sólo nos decía a su madre y a mí que iba a Monterrey a trabajar en la plomería y luego regresaba por las noches, era lo que hacía”, dice, mientras da un “toque” profundo a su cigarrillo.

DE COLOR ROJO

Todos los días, platica el padre de cinco hijos, llegaba un carro rojo hasta el número 283 de la calle Sierra de Paracaima, en la colonia Valle Escondido; era un Nissan Tsuru del servicio público local de esta ciudad para, en sólo unos segundos, llamar “a la mala” a Aarón.

“Esa tal Cristina le hablaba muy mal, le decía que se subiera rápido porque sino su acompañante lo iba a llevar a la fuerza, ella le gritaba; ‘ya lo conoces, si no subes vas a ver’”, comentó.

Era gordo –señala con voz ronca–, alto, como de 30 años, el cual sólo acudía a amenazar a Aarón y, de paso, a toda la familia.

“A veces, cuando mi hijo no quería ir, este sujeto le decía que nos iba a matar si no iba con ellos; de hecho, una vez llegó aquí y le habló mal a María (su esposa) y le aventó 100 pesos y le dijo: ‘a’i ’ta la paga pa’ su hijo, sólo 100, porque si no se chifla’”, expresó con ánimos de impotencia.

‘ME ACABO DE ENTERAR’

Habían pasado pocos días desde que elementos de la Procuraduría General de Nuevo León habían detenido a Cristina Soledad Sánchez Esquivel, de 31 años, a quien hasta ese momento sólo se le achacaban pocos homicidios.

“Mi hijo vio en la tele que detuvieron a esta mujer, fue entonces que le confesó a mi esposa que él había trabajado con ella y que había hecho esas cosas”, enfatizó el padre de familia.

Es más, cuenta Herrera Nájera, él se enteró de que su hijo había participado en el asesinato de tres taxistas, uno de ellos, supuestamente, originario de Saltillo y de nombre Omar Pérez Velázquez, esto según una fuente de la Procuraduría de Nuevo León.

“Sólo contó que había robado un taxi; pero después contó lo otro (los asesinatos). Cuando agarraron a la vieja fue cuando soltó todo”, dice con la voz entrecortada. “Nos dio mucho miedo porque amenazaron a mi hijo; o cooperaba con ellos o venían y nos asesinaban; de hecho, todavía nos vinieron a amenazar”.

Ahora, con la mirada caída, don Ezequiel pide clemencia para su hijo, aunque de sobra sabe que los homicidios perpetrados se castigan con muchos años de cárcel, pero pide el perdón de las familias involucradas y el perdón de Dios.

“Pido una disculpa a todas las familias; yo lo siento mucho, sé que sí cometió ese delito, pero todos tenemos errores. ¿Qué va a suceder con él, conmigo, con su mamá? No sé, por eso hay que pedirle a Dios que nos ayude”, concluye.

UNA TUMBA EN EL DESIERTO
Eric Pichardo

Enmedio de un marcado hermetismo de las autoridades de la Agencia Estatal de Investigaciones (AEI) de Nuevo León, ayer fueron recuperados los cuerpos de dos víctimas más de “La Matataxistas”, Cristina Soledad Sánchez.

Los cadáveres, que hasta la tarde-noche de este martes no habían sido identificados, fueron rescatados por las autoridades de un pozo de agua que se encuentra en un paraje sobre la carretera a Icamole, a unos 5 kilómetros de la cabecera municipal de García.

Llegar a este municipio es llegar a “tierra caliente”, cuentan algunos. Y sí que lo es, pues pisar la carretera de estos parajes, que arde a más de 39 grados, es una verdadera proeza.

García, centro turístico de Nuevo León, fue el lugar que la banda de “La Matataxistas” escogió para sepultar sus secretos, sus crímenes.

Aquí, en terreno inhóspito y bajo un calor abrasador, los asesinos de al menos cinco trabajadores del volante estaban seguros que el desierto sería su cómplice perfecto.

Ellos, al igual que el equipo de Zócalo Saltillo, cruzaron varias veces a la boca del pozo por este camino. Circularon como nosotros frente a las “narices” de la Policía Municipal, ubicada sobre la carretera que lleva al Centro y que está resguardada por decenas de elementos fuertemente armados.

No hay de otra, por aquí hay que pasar. Por este camino donde hay puestos de todo, gente de toda, casas y empresas de todas. Sobre esta calle, corazón de este municipio, circularon varias veces “La Matataxistas” y sus cómplices para llegar a pleno desierto.

BRECHA DE PIEDRA BOLA

Para llegar al pozo de agua donde fueron arrojados los cuerpos de los taxistas hay que seguir por el camino a García, hasta llegar al entronque de avenida Lincoln y de ahí tomar a Icamole.

Unos 5 ó 6 kilómetros de soledad, donde no hay nada, por lo menos hasta llegar a La Venadita, una ferretera es la señal de que hemos llegado.

Justo aquí está la brecha, a las faldas del Cerro del Fraile, llena toda de piedra bola, intransitable para vehículos como en el que vamos, o como en los que varias veces los homicidas seguramente se internaron entre las hierbas y las espinas que brotan por todos lados.

Después de un par de kilómetros finalmente encontramos un retén resguardado por policías municipales que acordonaron el perímetro de acceso al pozo que se alcanza a ver en la serranía.

“¿De dónde viene? No hay paso”, nos advierte un agente municipal que intercepta nuestro camino incluso antes de bajarnos del vehículo.

Cualquier movimiento los alerta. Incluso la llegada de camionetas de peritos de la Procuraduría de Nuevo León que tienen que identificarse.

De acuerdo con las autoridades, nada ya se puede fotografiar. “Interrumpen nuestro trabajo, no nos dejan operar y po’s no se puede pasar ya. Vaya y pida informes a Monterrey”, nos dice uno de los hombres que llega al retén en una camioneta oficial sin bajarse del vehículo.

Se ve la maquinaria que intenta rescatar los cuerpos del “pozo de la muerte”, como ellos le llaman aquí, en medio del desierto, en lo más alto del monte donde los taxistas tuvieron su última carrera.

CRONOLOGÍA DEL CRIMEN
Milenio

El nombre de Cristina Soledad Sánchez, “La Matataxistas”, suena desde los primeros días de junio, cuando se dieron a conocer los macabros homicidios que ella junto con su banda delictiva realizaba.

Esta historia, que parece sacada de una novela, impactó a propios y a extraños cuando la presunta implicada confesó haber asesinado y tirado los cuerpos de sus víctimas en un pozo localizado en el Cerro del Fraile, en el municipio de García, para luego vender sus vehículos.

5 DE JUNIO

La Policía de García detiene a Cristina Soledad Sánchez, de 31 años de edad, cuando huía con un taxi robado, luego de que el hecho es denunciado por el afectado. Confiesa que junto con sus cómplices mató a tres trabajadores del volante. Manifiesta haber cometido por lo menos dos crímenes, en donde con el mismo procedimiento les arrebató la vida a dos taxistas. Menciona que luego de despojar de sus vehículos a los conductores los agredía con el arma blanca y los arrojaba en un hoyo ubicado en las faldas del Cerro del Fraile, lugar hasta donde acudieron elementos de Protección Civil.

7 DE JUNIO

Elementos de Protección Civil de Estado introducen por el ducto una cámara de video atada a una cuerda; aparentemente la cámara no registró nada, pero sí se encuentran muestras de cuero cabelludo y grasa corporal. Los peritos recuperan en los alrededores la fotografía de una niña que resultó ser la nieta de un taxista identificado como Abdiel Mendoza Hernández, desaparecido desde hacía dos meses. Dos menores fueron presentados ante las autoridades de Justicia para Adolescentes como presuntos cómplices de la mujer que participó en el asesinato de varios taxistas; ambos se encuentran libres.

8 DE JUNIO

Hasta un ex novio de “La Matataxistas” habría sido asesinado por la mujer. La multiasesina reconoció en foto a otro trabajador del volante desaparecido y afirmó que los mató a ambos. La Policía Ministerial mostró varias fotografías a Cristina Soledad Sánchez Esquivel. “La Matataxistas” identificó plenamente a uno como Martín Tovar Zavala, de 39 años, quien era su amante y una víctima más, al igual que la imagen de un taxista habitante de García de nombre Abel Mendoza Hernández, de 68 años.

9 DE JUNIO

Uno de los taxistas que fue asaltado y masacrado por “La Matataxistas” y su banda fue arrojado vivo a la fosa de Agua y Drenaje, según reveló la acusada durante los interrogatorios a los que fue sometida por la Policía Ministerial. Cristina Soledad Sánchez Esquivel también dijo que el taxista presuntamente se atoró y empezó a gritar que lo ayudaran; pero sus compinches le arrojaron varias piedras en la cabeza hasta que presuntamente lo mataron.

10 DE JUNIO

Un hombre que sobrevivió al ataque de Cristina Soledad Sánchez Esquivel, “La Matataxistas”, narró a un noticiero la amarga experiencia de la que fue protagonista. El hombre de 54 años, habitante de la colonia San Pedro 400, describió que luego de haber sido golpeado, la agresora, junto con sus cómplices, trataron de asesinarlo a navajazos y lanzarlo a la fosa, pero no pudieron. Luego de ser encerrado en la cajuela del vehículo, la víctima logró escapar.

11 DE JUNIO

Al ser capturado en Saltillo, un cómplice de “La Matataxistas” detalló la forma como mataban a sus víctimas, narró la extrema violencia de Cristina Soledad Sánchez, y aseguró que recibía 300 pesos por participar en los asesinatos. Aarón Herrera Pérez, “El Azteca”, fue capturado el viernes 11 de junio, cuando se encontraba trabajando en una maderería en la capital del estado de Coahuila.

14 DE JUNIO

Tras realizar los trabajos de búsqueda en la fosa ubicada en las faldas del Cerro del Fraile, en la comunidad conocida como La Venadita, los elementos lograron extraer uno de los cuerpos que se encontraba a casi 272 metros de profundidad. Fue cerca de las 18:00 y después de remover estas piedras que fue liberado el cuerpo de una persona masculina, la cual vestía un pantalón de mezclilla y una camisa, sin que las autoridades pudieran identificarla en ese momento, ya que se encontraba en estado de descomposición con al menos tres semanas de haber fallecido.

15 DE JUNIO

Un saltillense que colaboró en la detención de esta banda, narró a un noticiero regiomontano que sentía temor por su seguridad y la de su familia ante las posibles represalias. El taxista relató los momentos de angustia que vivió cuando fue herido en la mano derecha con una navaja y amenazado de muerte por Cristina Sánchez, para después huir y pedir auxilio a la policía regiomontana, a quienes todavía ayudó en la detención de la llamada “Matataxistas”. Los cuerpos de dos víctimas más de Cristina Soledad Sánchez fueron rescatados por la Agencia Estatal de Investigaciones.

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