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Por Néstor Jiménez
Publicado el domingo, 23 de abril del 2017 a las 09:00
Monclova, Coah.- Fray Agustín de Morfi, en su condición de capellán de la expedición del caballero Teodoro de Croix, por las provincias internas del norte de la Nueva España, llegó en 1777 al paraje conocido como El Sauz.
Sus anotaciones de cuanto observaba por el camino fueron y son herramientas invaluable para el conocimiento de nuestra historia, consignadas en sus libros; uno de ellos “Viaje de Indios y diario del Nuevo México”.
La agotadora travesía proveniente de Monclova tenía como fin llegar a Texas y consignar los pormenores de los viajes que duraron hasta 1781.
Ahí descansaron y el sacerdote español acotó lo que minuciosamente analizaba, pero en aquel sitio coronaba el valle una curiosa elevación orográfica que se hallaba al poniente del camino real.
Era la clásica forma cónica que tienen los grandes volcanes, sin embargo esa estructura geológica era prácticamente imposible para aquellas regiones de Coahuila.
En esa loma se descubrió una gran cantidad de rocas con sedimentos volcánicos regados por el lugar, lo que no le dejó a dudas que pudiera tratarse de un… ¡volcán!
Y aunque parezca muy inverosímil, el lugar es una maravilla única en el Noreste de México, lejos todavía de los ubicados en la península de Baja California al noroeste.
LA SINGULAR FORMACIÓN CÓNICA
Posiblemente su nombre derive del nopal Kakanapo o Kakanapeño que abunda en las inmediaciones del “cerrito” y que se utiliza en un 12 por ciento principalmente en el forraje junto a los nopales rastrero y cardenches.
Tiene aproximadamente 30 metros de altura y lo que pudiera ser su pequeño cráter, está rodeado de infinidad de rastros de derramamiento de lo que aparenta ser material ígneo de hace millones de años, coronado por enormes pedruscos.
La loma -como la llaman muchos de los lugareños- se ubica al extremo poniente de la carretera Federal 57, a la altura del kilómetro 94 en terrenos de lo que hoy es el Rancho Kakanapo (contiguo hay otra propiedad que se llama Kakanapeño).
Todo esto está a dos kilómetros de distancia de lo que es el paraje “El Sauz” en el entronque de la carretera que conlleva a los minerales de Barroterán, La Florida y Palaú pertenecientes al Municipio de Melchor Múzquiz. En México existen alrededor de 2 mil volcanes, de los cuales cerca de 42 son reconocidos como tal y sólo algunos se consideran activos y peligrosos, lo que es de alto riesgo.
De acuerdo a la Secretaría de Economía, el vulcanismo en México pertenece a la faja volcánica Transmexicana que es parte del anillo de Fuego del Pacífico.
La actividad orogénica formó numerosos sistemas montañosos cuya característica principal es la alineación.
Nacieron a finales del cretácico y comienzo del paleógeno (Hace 65 millones de años) y continuaron en desarrollo en el neugeno (2 millones de años) cuaternario (11, 700 años) dando parte a los principales sistemas montañosos que a su vez se dividen en conjuntos menores y volcanes como: La sierra de California, las Sierras Madre Occidental, Oriental y del sur, la Sierra de Chiapas y el Sistema Neovolcánico Transmexicano.
Entonces… ¿Qué hace el Kakanapo tan alejado de todo éste sistema? Eso es lo que lo hace singular y único, una maravilla Coahuilense que está en espera de su estudio a profundidad.
Hasta el momento se ha considerado como un volcán extinto, pues desde épocas inmemoriales no ha tenido una sola emanación, siquiera una fumarola… ¡afortunadamente!
La biodiversidad que abunda en las inmediaciones es rica en aves y pequeños mamíferos además que existe contiguo a la extraña loma otra similar, de menor escala, que también lleva el nombre de Kakanapo chico.
KAKANAPO EN LA HISTORIA
En 1775, Manuel Francisco Sánchez Navarro se casó con la hija de un rico hacendado llamado Juan Manuel de Palaú, quien se estableció en el Valle de Santa Rosa (Melchor Múzquiz).
Palaú contrajo nupcias con una de las hijas de la familia Garza Falcón, de las más prominentes, en el año de 1745. Su propiedad más importante era la Hacienda de Palaú o Dolores.
Manuel Francisco por órdenes del cura José Miguel Sánchez Navarro, se hizo cargo de la tienda que éste tenía en Monclova y a pesar que su suegro batallaba con las mermas que le producían los ataques de indios, se hizo de la vista gorda.
Fue en 1782 cuando Palaú le otorgó la hacienda a su yerno, un total de 96 mil 816 hectáreas que incrementaron el latifundio de los Sánchez Navarro.
Narra el escritor Charles H. Harris, que no solamente heredó el inmenso territorio sino que José Manuel también absorbió una larga disputa con la familia Vázquez Borrego por los límites de propiedad.
Los linderos de las haciendas eran muy vagos y cuando era posible se señalaban con un accidente o seña natural del terreno, lo que provocaba confusión en muchos de los casos.
Estos límites pasaban a lo largo de la cumbre llamada Kakanapo, pero había dos colinas con el mismo nombre separadas a muy poca distancia: En su momento Palaú reclamó el Kakanapo de más al Este y los Vázquez el del Oeste.
El asunto fue llevado ante las autoridades en 1762 y perdió el caso, prolongándose el pleito hasta 1788 cuando los Vázquez Borrego pasaron ganado al terreno en disputa.
H. Harris indica que Manuel Francisco rápidamente denunció el hecho a los tribunales aprovechando la confusión sobre cuál de los Kakanapos era el limítrofe.
Por ello se inició un nuevo juicio en donde una vez más los Sánchez Navarro se enredaron en otro pleito. Sin embargo, tanto el Gobernador y el Gran Consejo de Finanzas en la Ciudad de México se lavaron las manos.
El caso se envió a la audiencia de Guadalajara y en 1795 se falló a favor de los Sánchez Navarro siendo apelada la resolución por los Vázquez Borrego. Luego de una serie de condiciones legales que se extendieron a lo largo de 16 años, finalmente la ley favoreció a los Sánchez Navarro en 1804. Los Vázquez Borrego cedieron en todos los puntos y otorgaron por un espacio de 15 años a sus oponentes el uso de aguas y pastos.
La ilustre historiadora sabinense, Patricia Martínez, explicó que el lugar posteriormente pasó a ser parte de la empresa Compañía Carbonífera y tras ser expropiado por el gobierno, finalmente fue adquirido por particulares.
EN LA OPINIÓN CIENTÍFICA
El biólogo monclovense, Juan Carlos Hernández Reyes, explicó que la zona noreste del país que comprende Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, no es considerada zona activa, pues no se han encontrado indicios que provoquen algun movimiento volcánico, al menos en la actualidad.
El científico dijo que existe evidencia al menos en Tamaulipas, de actividad volcánica hace millones de años, sin embargo en Coahuila no se ha encontrado nada reciente al respecto.
Hernández Reyes consideró que para llegar a una conclusión seria respecto a si en realidad el Kakanapo se trata de un volcán inactivo, se tendría qué hacer un estudio a profundidad.
Este debe ser llevado a cabo por geólogos o geofísicos y emprender análisis de las capas. Hacer pruebas estructurales y geológicas de la zona así como un mapeo geológico.
RUMBO A LA CIMA DEL KAKANAPO
El simple hecho de contemplar lo que los ojos del padre Morfi observaron en 1777, llena de orgullo a cualquiera, al tener enfrente el considerado por muchos un volcán extinto, misterioso y fuera de lugar.
El camino, a partir de la orilla de la carretera Federal 57 en el kilómetro 94 al poniente, es una gran planicie repleta de chaparros, mezquites y plantas que sirven para el té, además de cactáceas y curiosamente no existen lechuguillas.
El explorador aficionado, Gonzalo Córdova, reconoció algunos de los ejemplares de la herbolaria mexicana llamadas salvia, oreganillo y la conocida como sangre de drago.
La primera es para “engruesar la sangre”, la segunda como relajante y la tercera amaciza las encías y los dientes.
Pero lo que más abunda es el nopal que distingue el terreno y del cual se presume la elevación fue bautizada. Este se encuentra a lo largo y ancho del terreno bajo.
Aproximadamente dos kilómetros y medio es la distancia desde la cinta asfáltica hasta “El Gigante dormido” cuyo camino está accidentado por millares de piedras volcánicas que pondrían felices a los artesanos que se dedican a la fabricación de molcajetes y metates.
En las veredas hechas en medio de los filosos espinos que provocaron una y varias heridas, se encontraron algunos enjambres pequeños de abejas que chupaban el néctar de las flores opuntias que brotaban de las cactáceas.
Luego de poco más de media hora de camino, finalmente se divisó la falda del impresionante Kakanapo.
Con una pendiente inclinada de aproximadamente 45º, lo que parecía pequeño a la distancia cambió drásticamente pues ante nuestros ojos se erigían, las cerca de tres decenas de metros.
La aventura para subir el “Monstruo” duró escasos minutos, sorteando gran variedad de picudos cardos que “pasaban la factura” cada que podían, hasta llegar a la cara poniente.
Al menos eran cuatro metros de enormes peñascos apilados, como si fuera hecho por el hombre, unos sobre otros formando unos inmensos montículos que le daban forma a la cima y que dificultaban el ascenso.
Finalmente llegamos a la cúspide que nos regaló una impresionante vista al norte…¡Todo el Valle de Sabinas y Nueva Rosita!
La gran planicie estaba a nuestros pies y se dejó sentir un fuerte viento fresco que contrastaba con el intenso y agobiante sol que castigaba por el mediodía.
La cima era de maciza piedra, similar a todas las que se hallaron durante el camino y un pequeño arbusto y algunos nopales eran la única vegetación.
Exactamente en la parte central de lo que pudo ser el cráter, misteriosamente se hallaba una pequeña placa de cemento de algunos 40 centímetros por otros tantos, además de algunos 10 centímetros de espesor.
En medio había una especie de tapón con la leyenda: “EXPLORACIÓN OMEGA. PETRÓLEOS MEXICANOS. AGOSTO 1980”.
Por la cara sur se extendía una pequeña cordillera que se perdía en la misma ladera, además de estar un enjambre de abejas que por fortuna estaba tranquilo y a Dios gracias no se alborotó con nuestra presencia.
Si las piedras apiladas fue el producto de una explosión hace millones de años… ¡debió haber sido sumamente violenta! pues varios de estos peñascos fueron hallados encajados en el terreno bajo.
Entre estas rocas, en su mayoría porosas, había pequeños echaderos utilizados posiblemente por armadillos, tejones, jabalíes o gatos montés, como refugio o madrigueras que dan una seguridad impenetrable.
El camino de regreso fue un poco más rápido y poco a poco “la mole” fue quedando atrás y con ella los secretos de lo que es en realidad.
La inigualable experiencia de escalar lo que se considera un volcán extinto, es un homenaje a la grandeza del suelo Coahuilense, de campo generoso y de horizonte vasto que dan esa forma increíble a nuestro paisaje.
MUY ALEJADO DE LOS DEMÁS “MONSTRUOS”
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