Espectáculos
Por Redacción
Publicado el domingo, 22 de enero del 2017 a las 23:34
MARY CARMEN URRIETA | Saltillo.- Que levante la mano aquella persona que alguna vez en su vida pasó un coraje entripado cortesía de su adorado padre.
Bueno, a todos los que recordaron alguna indiscreción paterna los invito a darse una vuelta por el cine de su preferencia a ver Un Padre no tan Padre, cinta de Raúl Martínez con la que seguramente más de uno se sentirá identificado.
La historia es sencilla y a la vez muy compleja.
Al primero que vemos es a don Servando (Héctor Bonilla), un hombre de la tercera edad conflictivo y gruñón que se ha convertido en la pesadilla de los huéspedes y empleados del asilo en el que vive.
Déspota, intolerante, grosero, gritón y muy mala onda… ese hombre parece no tener cabida en ningún lado, hasta que por circunstancias que no revelaré, su futuro cambia drásticamente y su vida y la de más personas, se ve afectada fuertemente.
Mientras tanto, en el bonito y tranquilo San Miguel de Allende, Guanajuato, la feliz existencia de Francisco (Benny Ibarra), Alma (Jaqueline Bracamontes) y René (Sergio Mayer Mori) se trastoca con la inesperada presencia de don Servando, padre de Francisco, a quien no contemplaban en el mapa, pero al que tendrán que “soportar”.
¿Quieren saber a qué se debe tanta revolución?
Los invito a adentrarse en una historia que, de entrada, parece ser una comedia sin chiste, pero créanme, todo aquel que tenga un papá y que más de una vez haya discutido o llorado con él, valorará lo bello de esta cinta que nos recuerda varias cosas, una es que a veces lo que más detestamos es en lo que, si no tenemos cuidado o no solucionamos, nos convertiremos.
Otra es que nadie se comporta de determinada manera sin una razón, y generalmente no se va por la vida ventilando eso ante todos, sólo quienes son capaces de acercarse al corazón de las personas y lo hacen con tacto, pueden ver que detrás del “ogro”, siempre habrá una persona necesitada de cariño, de comprensión, de entablar una buena conversación o de un porrillo de mariguana.
Un aspecto muy importante que toca esta historia bien contada y actuada, es que la familia muchas veces no es a la que estás unido por la sangre, sino por el corazón y desde ahí no se juzga por la condición sexual, económica o ideológica a nadie.
En este año que arranca, los invito a ver más cine mexicano, no sólo porque ha logrado importantes cifras en taquilla, sino porque se ha alejado de la violencia para hacernos reír, pensar, enamorarnos y sobre todo, ver que hay otra realidad en México, una que si bien conoce bien el crudo panorama que se vive, nos ofrece una bocanada de frescura con nuevas e interesantes historias.
¡Viva el cine mexicano!
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