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Afloran emociones ante Santo Cristo

Por Rosalío González

Publicado el viernes, 28 de julio del 2017 a las 09:03


Trasladan la imagen a Catedral.

Saltillo, Coahuila.- El olor a pan dulce se diluyó en la fresca mañana de ayer, cuando los feligreses, principalmente adultos mayores, se dieron cita en la histórica Capilla del Santo Cristo, a un lado de la Catedral.

Un par de monjas consagradas llevó dos pequeñas mámparas de madera para acomodar las donas que ofrecieron a los fieles, que como cada año llegaron hasta los pies de la reliquia para llevarle sus penas, miedos y promesas a cambio de una vida mejor: trabajo, salud… amor.

La celebración eucarística se programó para las 9:00 horas pero desde una antes los saltillenses llegaron para ocupar los mejores espacios, los de hasta enfrente porque “entre más cerca estés del Cristo más emocionante es la ceremonia”, contó Patricia Ledezma, una vecina del emblemático barrio del Ojo de Agua, que como tradición tiene visitar la Capilla en esta fecha.

Puntual la jerarquía católica en pleno hizo presencia en el lugar; los obispos Raúl Vera López y el emérito Francisco Villalobos presidirían en ese orden la celebración de fe, aderezada con un protocolo para darle mayor solemnidad al acto.

En la sacristía de la Capilla se llevó a cabo una ceremonia alterna de preparación y meditación que desembocaría en una muestra de fe que se marca con la exactitud de un minutero de reloj.

La Cofradía de los Caballeros del Santo Cristo es un grupo de hombres que todos los años se preparan física y psicológicamente para participar en el descenso, en está ocasión participaron algunos jóvenes.

Esta agrupación posee historias sorprendentes, producto de su fe sin límites por la imagen que a sus pies tiene una astilla de la cruz original que Jesucristo cargó rumbo al Calvario para ser crucificado, según las escrituras sagradas de la religión católica.

“Cuando tocas al Santo Cristo se siente como si estuviera vivo, como si respirara, su piel parece piel real y es muy milagroso”, narran en la sacristía; lo que es una pena entonces que ahora los feligreses no puedan tocar la imagen por motivos de seguridad para la reliquia.

PROTEGEN AL CRISTO

Las autoridades religiosas en la Capilla advirtieron a los fieles que “la imagen no se puede tocar ni besar, evitemos eso, pueden visitarla y orar, pero no tocarla, tampoco queremos que se amontonen porque le hace mal que no le dé el aire”, explicaron antes de dejarla expuesta.

Pero no se veía en las miradas de los fieles la necesidad de tocarla, pues sus ojos se llenaron de fe sólo con verla descender: a las 10:13 horas de ayer, el Santo Cristo comenzó a bajar milímetro a milímetro a los brazos de los Caballeros que lo esperaban en la parte trasera del altar, después fue llevado hacia la parte frontal y entregado a las manos del segundo grupo de Caballeros.

Mientras eso sucedía, los obispos, ataviados en sus ropas blancas de gala, observaban desde el ala derecha del altar, mientras una campana incesante e incansable sonaba.

Los feligreses pararon sus cantos y alabanzas que durante toda la misa se mecieron como olas de mar, parecía iniciar desde la puerta de la Capilla y arrastrarse hasta el altar, era una cadena de oraciones rítmicas que invitaban a la reflexión.

AFLORAN LOS SENTIMIENTOS

Desde que el Santo Cristo comenzó el descenso, con él también bajaron las primeras lágrimas de los fieles, lloraban sin poder explicar la razón, “simplemente es la emoción de lo que uno está viendo, porque al menos yo siento que están entregándonos a Cristo como se lo entregaron a María después de morir”, dice Nicanor Hernández Ortega, un feligrés que estuvo sostenido a las cadenas de seguridad entorno al Santo.

Al tenerlo en sus brazos, los Caballeros, ataviados con trajes negros y corbatas rojas, comenzaron a moverse paso a paso, casi de puntas en una danza simétrica, una coreografía planificada y exacta.

Cuando por fin el Santo Cristo llegó a su aposento, donde descansó ayer desde las 10:30 hasta las 17:00 horas, los obispos ansiosos llegaron a su encuentro con él: primero Raúl Vera a paso rápido bajó del altar y se hizo espacio entre las cámaras y los celulares que estaban registrando el momento para llegar a los pies de la imagen.

Una vez con el Cristo, Vera se arrodilló y besó los pies de la imagen, con los mismos labios con los que minutos antes había pronunciado una homilía combativa, critica contra el Gobierno y la situación política y electoral de la entidad, siempre buscando “que el Evangelio salga de la Biblia y se haga acciones”, como él dice.

Después apareció Monseñor Villalobos, que por su avanzada edad no puede caminar solo, sino acompañado por un asistente, y dio pasos lentos hacia la imagen, haciendo un esfuerzo que fue premiado por los feligreses con un aplauso que rompió el ambiente que se vivía.

El obispo Villalobos también se arrodillo y besó al Cristo, aflorando lágrimas entre quienes vieron la estampa de un hombre practicando su fe al límite de lo que le permite su cuerpo.

Al concluir la ceremonia y dar las indicaciones para visitar al Santo, hubo una ráfaga de flashes y celulares apuntando la imagen, todos querían llevarse una fotografía del Cristo milagroso, a cambio le dejaron todos sus pesares y penas.

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