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Conmemoran La Pasión en Saltillo

Por Christian García

Publicado el sábado, 15 de abril del 2017 a las 00:55


La tradicional representación de la Pasión de Cristo del Ojo de Agua inició a las 15:00 horas

Saltillo, Coah.- La ferviente religión de los saltillenses quedó demostrada una vez más la tarde del viernes santo, pues ni el calor plomizo del sol fue impedimento para que cientos de personas fueran testigos del tradicional Via Crusis en la iglesia del Ojo de Agua, que año con año se realiza para conmemorar la crucifixión de Jesucristo hace 2000 años.

HUMILLADO Y OFENDIDO

La antigua eucaristía del Ojo de Agua, se convirtió en el templo romano donde Jesús fue llevado ante Poncio Pilatos para ser juzgado ante la mirada de la muchedumbre que, sentada sobre los escalones y bardas de la iglesia, observó a los judíos ir en contra del nazareno.

Con las pulcras vestiduras de color negro y dorado, Caifas, el principal detractor de Jesús, lo presentó ante el pretor romano, quien al no ver razón para que Jesús fuese juzgado lavó sus manos de la sangre del inocente y dio libertad a sus ofensores para decidir su destino.

Al verse libres, los judíos encargaron una serie de azotes por parte de los soldados romanos para el condenado; ante la humillación pública Jesús se mantenía impasible y fuerte. Encadenado a un tronco, la piel fue lacerada por los látigos de los romanos quienes entre insultos golpeaban el cuerpo.


Foto: Alejandro Rodríguez

INICIA LA VÍA DOLOROSA

Después de los azotes, el sangrante hombre fue condenado a la muerte en la cruz. Al bajar la escalera que lleva a la parroquia, debió cargar el madero al cual sería clavado al finalizar su recorrido. En la calle Libertad, se decidió su condena mientras el público miraba con devoción religiosa el acto.

Los soldados, que con caballos marcaban el inicio del recorrido que Jesús debía de realizar con la cruz a cuestas de su espalda, avanzaban lento sobre el calor de la tarde primaveral. Sin descanso, los pretores romanos golpeaban una y otra vez la espalda y vociferaban insultos, mientras detrás, dos criminales seguirían al rey de los judíos en su travesía dolosa.

Los acólitos miraban detrás de una cerca de soga que, improvisada, evitaba el acercamiento ante la primer caída del personaje que todos reconocían de las historias bíblicas que escucharon desde niños. Presenciaban el dolor que según la Biblia, representa el máximo sacrificio de amor.

A mitad del camino hacia el Gólgota, aquel monte en el que será crucificado, Jesús se encuentra con su madre, la virgen María, quien le da agua, en un tierno y sufrido momento del amor de una madre a su hijo y la imposibilidad de darle ayuda; escuchamos las palabras que tiernas, se clavaban en los oídos de los escuchas tanto como las astillas del madero en la ropa de Cristo.

La luz solar cegaba y calentaba a los actores quienes continuaban con la muestra dolorosa al dar vuelta por la calle Nicolás Regules. El peso causó estragos sobre el actor que interpretaba a Jesucristo pues su paso se volvió más lento, irregular, no calmo, pero aguzado por los látigos romanos avanzaba, quejumbroso, con la túnica manchada de sangre y su cabeza coronada por espinas.

La llegada de Simón el Cirineo dio un momento de descanso al Cristo, al ser forzado por los romanos a compartir la carga de la cruz gritaba ‘Yo soy inocente, ante el delito de este hombre’, mientras sus hombros llevaban la carga. La tensión era tal, que un hombre del público pedía ser él quien llevará la cruz.


Foto: Alejandro Rodríguez

LLEGADA AL CALVARIO

Los golpes sobre la madera rompían el silencio que el calor provocó entre los cuerpos del río de personas que asistieron al escarnio que llevaría a Jesús hasta el mirador de Saltillo, representación local del Gólgota bíblico, aquel Monte del Calvario donde se cumpliría la profecía.

La pesada cuesta mantenía en vilo a los observadores, miradas que entre comidas y tragos de agua clavaron sus ojos en el proceso de expiación de los pecados del resto en el cuerpo de un hombre. Un grupo de mujeres vestidas de negro se acercaron y lloraron ante el condenado, llegando al corazón de quien miraba.

El escenario recibió al público y a los tres condenados a morir en la cruz: Jesús y los dos ladrones que como sombras lo siguieron a través de altas temperaturas, pesadas cruces, golpes y maldiciones. Al llegar fueron desvestidos uno por uno y simbólicamente clavados en la cruz.

Jesús, el principal, fue despojado de sus ropas, mostrando un torso llagado y sangrante, dolorosa visión.

Sus manos y pies fueron clavados; los maderos, amarrados con sogas que se tensaron por la fuerza de los hombres que las jalaron, en donde Jesús dijo ‘perdónalos, Padre, pues no saben lo que hacen’ quedaron de forma vertical.

María observaba desde el suelo a su hijo morir por la humanidad. Así terminaba, de nuevo, la tradición que revivía la muerte del llamado hijo de Dios.


Foto: Alejandro Rodríguez

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