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Denuncias por acoso llegan a la política estadounidense

Por AFP

Publicado el viernes, 17 de noviembre del 2017 a las 11:49


El Congreso estadounidense ya vivió su cuota de escándalos sexuales, con casos de asedio y hasta agresiones

Washington, EU.- Después de Hollywood, le llegó el turno a la política estadounidense: las denuncias de acoso sexual arrecian en Washington, al punto que el presidente Donald Trump decidió meterse en la controversia a pesar de las acusaciones en su contra.

En apenas unos pocos días, un senador pidió disculpas públicas por haber besado sin autorización una presentadora de TV; dos legisladoras denunciaron que dos de sus colegas acosaron sexualmente; un jefe gabinete renunció por denuncias y más mujeres acusaron a Roy Moore, un exjuez que aspira al Senado.

El Congreso estadounidense ya vivió su cuota de escándalos sexuales, con casos de asedio y hasta agresiones.

El caso más espectacular fue el de Dennis Hastert, expresidente de la Cámara de Representantes, quien el año pasado admitió haber cometido abusos sexuales contra alumnas de secundaria cuando era entrenador de lucha libre, décadas atrás.

Pero el acoso no era un tema que estuviera en la agenda del mundo de la política como fenómeno que requiriera una respuesta sistémica.

Sin embargo, la oleada de revelaciones por el caso del productor cinematográfico Harvey Weinstein cambió las cosas.

El presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, informó esta semana que cada legislador y cada colaborador deberá seguir un curso anti-acoso y anti-discriminación. En el Senado, esos cursos son facultativos.

Asimismo, se reveló que entre 1997 y 2017 el Congreso pagó nada menos que 17 millones de dólares de dineros públicos para resolver 264 casos de reclamos internos del personal, incluyendo quejas por acoso sexual.

“Hay gente que está nerviosa y preguntándose: ¿Quién será el próximo?”, dijo la consejera presidencial Kellyanne Conway a la red de TV FoxNews.

Esperando el estallido

El asedio sexual y la política forman una mezcla altamente combustible, por lo que analistas y prensa evocan el caso de Monica Lewinsky, una joven voluntaria en la Casa Blanca que mantuvo relaciones sexuales con el entonces presidente demócrata Bill Clinton.

Clinton (1993-2001) sobrevivió a un juicio político en el Congreso por ese caso.

La senadora demócrata Kirsten Gilliband dijo el jueves que en su opinión Clinton debió haber renunciado al cargo por el caso Lewinsky.

Esta secuencia de escándalos coloca inevitablemente en la mira a Donald Trump, a quien una decena de mujeres acusa de contactos sexuales inapropiados y no autorizados.

En una grabación revelada en plena campaña electoral, aunque registrada en 2005, Trump alardeó de que podía agarrar los genitales de cualquier mujer y hacer con ellas lo que quisiera simplemente porque era famoso.

Trump y sus allegados rápidamente dijeron que las mujeres que lo acusaban estaban cometiendo falso testimonio.

Sin embargo, Trump parece haber aceptado el testimonio de las mujeres que ahora acusan a Moore, así como a las mujeres que hasta hoy acusan a Bill Clinton.

¿Porqué creer a algunas de esas mujeres y no a otras?

“El presidente sabe mejor que nadie lo que ha hecho y lo que no ha hecho”, dijo el jueves la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders.

En las últimas semanas, Trump había evitado meterse en el intercambio cruzado de acusaciones, hasta que el jueves en la noche recurrió a la red Twitter para atacar al senador demócrata Al Franken, a quien una presentadora de TV acusó de haberla besado sin autorización luego de acosarla.

“¡Y pensar que hasta la semana pasada nos daba lecciones contra el acoso sexual y de respetar hacia las mujeres!”, escribió Trump, aparentemente escandalizado con las denuncias contra Franken.

Se trata, claramente, de un terreno peligroso para el presidente.

Natasha Stoynoff, quien acusa a Trump de haberla manoseado en 2005, volvió esta semana a la carga.

En testimonio a la revista People, Stoynoff dijo que las denuncias que se tornaron públicas contra Trump en la campaña electoral del año pasado fueron puestas a un lado apenas momentáneamente.

“Es como que han estado calentándose a fuego lento, como una olla de presión. Pero ahora la temperatura subió y ha hervido y ahora esa olla de presión va a estallar”, aseveró.

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