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El Faro Rojo: Animadores del terror

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 21 de agosto del 2017 a las 15:46


Dejaron de dar funciones tras ser delatados y atrapados por la Policía

Por: Rosendo Zavala

Saltillo, Coah.- Recorriendo con los dedos cada arruga de su avejentada cara, el payaso coloreaba su identidad como queriendo perderse en el anonimato, mientras sus compañeros “de oficio” intercambiaban ideas para su siguiente atraco, ignorando que sería el último de sus carreras delictivas.

Y es que tras varios días de hilvanar la maldad, la banda de bufones salió a las calles de Saltillo para dirigirse hasta su meta trazada, siendo aprehendidos por policías municipales que les borraron la sonrisa de golpe.

Mañas divertidas

Mientras el tiempo transcurría tan trivial como siempre, Juan se divertía con sus amigos del barrio en las borracheras de a diario; la crisis los atacaba sin piedad y su único refugio era el alcohol, convirtiéndolo en un remedio que los hacía olvidar sus penas económicas.

Para no caer en la miseria absoluta, el entretenedor recorría las calles junto a sus acompañantes ocasionales que de vez en vez lo asistían en las piruetas con que se ganaba la vida casi honradamente, porque su cabeza se llenaba de la basura mental que siempre plasmaba en la realidad.

Sin mucho que esperar del futuro, “El Johny” aprovechaba su deambular por los rincones del fraccionamiento Urdiñola para robar en cualquier oportunidad, consciente de que sus acciones podrían meterlo en problemas de un momento a otro.

Así trascurrieron los meses en los que el payaso y sus seguidores aterrorizaban en gran parte del Centro, así como el sur de la ciudad, intentando ser animadores de crucero mientras vigilaban los movimientos de la ciudadanía, eligiendo a sus víctimas al azar para hacerse de dinero fácil.

Terror sobre ruedas

Revoloteando en el pasillo de la combi donde subieron para contar los chistes más viejos del repertorio público, Juan y su dos amigos interactuaron con destreza ante los pasajeros del camión que lejos estaban de pensar que los payasos los harían llorar.

En una rápida ofensiva, los pintarrajeados ladrones se desplegaron por el autobús, que para entonces circulaba por calles de la colonia Topochico, pasando entre los asientos donde, a punta de navaja, amagaron a sus víctimas para despojarlos de los bienes que portaban.

Con el producto del atraco en sus manos, los animadores del terror bajaron corriendo de la unidad para perderse en la distancia, mientras los afectados se sumían en la histeria que diluyeron cuando policías municipales llegaron para auxiliarlos.

Desde lejos, los payasos disfrutaban de los efectos de su maldad, resguardándose en la casa que rentaban para tenerla como el búnker desde donde planeaban las bajezas que les proveían de dinero ilícito.

Fin de la función

Aquella mañana de viernes, los socios del mal caminaban por Jacobo M. Aguirre cuando divisaron un taxi estacionado que les pareció atractivo, deteniéndose unos instantes para contemplarlo mientras maquinaban la forma de sacarle provecho a la situación.

Sin pensar en las consecuencias de sus actos, Juan se dirigió al carro de alquiler custodiado por Pedro y Manuel, los otros rijosos que secundaban sus mañas bajo la promesa de que se harían ricos sin tanto batallar.

Cuando más entretenidos estaban desvalijando la unidad de servicio, los payasos fueron descubiertos por el ruletero que sobresaltado por el momento decidió retirarse, mientras notificaba por teléfono a las autoridades sobre el atraco que los malandros con pintura realizaban en su patrimonio.

Durante varias horas, una comitiva de patrullas rondó con sigilo el área de conflicto tras recibir varios reportes sobre el avistamiento de los ladrones con máscara de bondad, que ignoraban lo que se fraguaba a su alrededor.

Ya por la tarde, Juan salía de su escondite rentado cuando fue interceptado por investigadores ministeriales que le seguían los pasos muy de cerca, poniéndolo bajo arresto con toda la indumentaria que utilizaba para aterrorizar a la ciudadanía.

En medio de un fuerte despliegue policial, el delincuente fue llevado a las instalaciones de la PGJE, donde fue sometido al interrogatorio en que delató a sus cómplices de fechorías.

Utilizando la información en su contra, las autoridades lo consignaron ante instancias penales bajo el delito de robo agravado de vehículo, arreciando la cacería de payasos que se extendió por toda la ciudad, en un operativo que rindió frutos casi de manera inmediata.

Esto porque poco después, Pedro y Manuel fueron detenidos en un crucero del bulevar Venustiano Carranza, quedando consignados por una serie de delitos de los que ya habían sido acusados por sus víctimas de ocasión, por lo que ahora ven pasar el tiempo tras las rejas, aguardando el momento de recuperar la libertad para volver a la calle.

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