Ruta
Por Ruta Libre
Publicado el lunes, 15 de mayo del 2017 a las 15:35
Por: Rosendo Zavala
Saltillo, Coah.- Traicionado por su naturaleza salvaje, el exconvicto empuñó el cuchillo con el que mataría los últimos vestigios de una relación tormentosa: sin titubear apuñaló a Liliana para concretar la embestida que lo mandaría a la cárcel minutos después.
Bañada en sangre, la mujer saltó la barda de su casa para huir del ataque de su amado, mientras él corría buscando escapar de los policías, quienes lo sometieron tras una persecución que resultó sencilla, porque el prófugo se había cansado de tanto apuñalar a su víctima.
Discusión eterna
Como cada fin de semana, Jesús martillaba la tranquilidad de su vivienda en la colonia Brisas. Con violencia mortificaba a su gente sin límite, tanto que su triste figura había terminado por convertirse en una amenaza para los suyos.
Aquella noche de sábado la cotidianidad volvería a postrarse sobre los Rodríguez como efecto de la bestialidad que inundaba cada rincón de lo que siempre pareció un campo de guerra, la misma que se desbordó cuando la razón dio paso a la locura.
Y es que al final del día que parecía común, Liliana cometió el error que por poco le cuesta la vida cuando su rebeldía casera la sumió en la peor de las circunstancias en que, irónicamente, el verdugo sería aquel que durante tanto tiempo le había prodigado amor eterno.
Aun así, el destino se había confabulado para convertir el fin de semana en la más imborrable de las huellas para la joven, que a sus 19 años conoció el color de la maldad, pintada por el exconvicto que a poco estuvo de teñirla de tragedia.
Palabras que matan
Observando por la ventana que da hacia la calle, Liliana divagaba en sus pensamientos mientras una idea le inundaba la cabeza. Era el temor de saber lo que pasaría cuando su galán retornara de los “mandados” con que llenaría su agenda sabatina.
A lo lejos, la figura del hombre al que temía se acercaba lentamente. Faltaba poco para la medianoche y aunque su deseo era que el día terminara para echarse a dormir, la intención del rijoso era completamente diferente.
Repentinamente, un portazo alertó a la adolescente sobre la llegada del ogro, que con el enfado de siempre la encaró para revivir las trivialidades de una bronca que se hizo crónica, aunque ahora tendría la etiqueta del peligro plasmada en cada intercambio de gritos.
Durante varios segundos, los “enamorados” intercambiaron reclamos hasta que la presión mató a Jesús, que iracundo caminó hasta la cocina buscando el objeto de la venganza, ignorando que lo encontraría justo sobre la mesa.
En una rápida ofensiva, el agresivo individuo tomó el cuchillo con el que se abalanzó contra su mujer, infiriéndole más de 20 puñaladas en el cuerpo, ante la complacencia de la noche que ocultaba los quejidos con la magia de su silencio.
Tras ver que su amada se desplomaba con la vida en suspenso, el agresor la contempló con falsa comprensión, siendo entonces cuando Liliana sacó la fuerza que la impulsó a correr hasta el patio, donde con el alma herida dio el brinco que la mantuvo con la vida intacta.
Visiblemente alterada, la moribunda evadió la barda de la propiedad para caer de golpe sobre la banqueta, donde su vecina, Nora, la encontró tirada en el charco de sangre que crecía sin cesar a cada instante, mientras que con voz entrecortada revelaba la identidad del agresor.
Envuelta en un mar de nervios, Nora gritó pidiendo ayuda mientras el atacante se echaba a correr para evadir a la Policía ante la mirada metiche de los transeúntes que para entonces ya se habían dado cuenta de la barbarie ocurrida en casa de los Rodríguez.
Justicia divina
Recostada sobre el frío pavimento del lugar, la entristecida mujer se desvanecía entre los brazos de los paramédicos que arribaron para auxiliarla, trasladándola de emergencia al Hospital Universitario con heridas en el cuello, tórax, abdomen y varias puñaladas en la espalda.
A unas cuadras de distancia, Jesús apresuraba el paso entre los rincones de Brisas intentando escapar de la realidad, mientras el ulular de sirenas que ya lo buscaban presagiaba un fatídico final para su triste hazaña.
Consternado por lo frágil de su futuro, arreció la escapada, pero de nada sirvió porque los municipales que lo buscaban se abalanzaron sobre su escuálida figura para someterlo sin problema, poniéndolo a disposición de las autoridades que se encargaron del caso.
Desde entonces, Jesús aguarda la decisión del fiscal en la celda donde paga su castigo, mientras Liliana se repone de las heridas físicas y emocionales que le produjeron en un arranque de locura que por poco se convierte en tragedia.
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