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El Faro Rojo: Golpe casi perfecto

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 19 de junio del 2017 a las 16:13


Pablo y Misael idearon un plan que los haría salir de la mala racha de escasez, aunque para ello una vida fuera el medio

Por: Rosendo Zavala

Saltillo, Coah.- Decidido a terminar de golpe con su nefasta obra, Pablo tomó el cuchillo que estaba en el mostrador y enfurecido lo clavó en el cuello del carnicero, degollándolo sin piedad, ante la mirada atónita de los trabajadores, que se limitaban a llorar en silencio.

Mientras el comerciante yacía tirado en el charco de su propia sangre, los ladrones vaciaban la caja registradora con parsimonia casi perfecta, y cargando una bolsa llena de vinos para festejar su osadía abordaron la camioneta del victimado para huir, ignorando que el destino les cobraría factura con la más despiadada de las respuestas en tan sólo unas horas.

Vientos de bonanza

Sin sospechar que la tragedia se postraba sobre su local, don Porfirio animaba su existencia con la fortaleza que el trabajo le daba, cobijado por el apoyo de los trabajadores que en equipo lo hacían prosperar bañado en éxito.

Al otro extremo de la ciudad, Pablo y Misael alimentaban sus sueños de grandeza en la casa donde fortalecían los resquebrajados lazos familiares que aún existían, porque la pobreza que sufrían comenzaba a hacer estragos en su economía peligrosamente.

Con la incipiente llegada del verano, los hermanos renovaron bríos y resueltos a todo idearon un plan que validara sus deseos, mientras las circunstancias configuraban el momento exacto para dar el golpe perfecto.

En medio del trajinar cotidiano que enloquecía las calles de la Nueva Tlaxcala, un racimo de toquidos alertó a Misael, parecía que la puerta caía a puñetazos. Sigiloso abrió para ver lo que pasaba, recobrando la calma cuando vio que se trataba de César, su vecino de al lado.

Amenizando sus ambiciones con alcohol y tabaco, los briagos vieron pasar los días entusiasmados con la afinación de detalles que los hizo recorrer algunos puntos del Saltillo bravo, tratando de localizar el negocio que tomarían como “cliente” para materializar sus, hasta entonces, utópicos ideales.

Brutal ataque

Convencidos de que la bonanza llegaría por kilos, los parranderos merodearon en carro por las paupérrimas calles del sector elegido y tras varios minutos de andanzas observaron la tiendita que seleccionaron para su agenda de trabajo.

Balbuceando sus planes mientras observaban con calma el vaivén de compradores, los rijosos aguardaron hasta que la voz de mando se activó, y gritando insultos irrumpieron en el negocio donde, tras evacuar a los consumidores, procedieron contra los empleados. Pablo y César se abalanzaban contra uno de los tablajeros, que amarraron para que no estorbara en sus planes delictivos.

Al darse cuenta de lo que ocurría, Porfirio intentó correr, pero fue alcanzado por los sujetos, quienes librando una batalla física lo sometieron amarrándolo de pies y manos con cinta industrial, realizando el aberrante acto que enmudeció a los presentes como por acto de magia.

Mientras el dueño del negocio permanecía a merced de sus captores, Pablo se acercó al mostrador para tomar el cuchillo que empuñó con furia y sin pensarlo tomó de los cabellos a su victimado, rebanándole el cuello para arrancarle la vida.

Luego de que uno de los hampones sacara los 7 mil pesos que estaban protegidos en la caja registradora, la tercia se reunió en la calle para emprender la escapada utilizando la camioneta dorada que Porfirio tenía estacionada afuera del comercio.

Lluvia de billetes

Para dar el toque final a su patética misión, los prófugos detuvieron la troca en el estacionamiento de una tienda comercial en el sector Mirasierra, donde abordaron otro vehículo que los llevara a la casa donde darían rienda suelta al festejo que pensaban prolongar durante toda la semana.

Días después, los malandros regresaron a la tienda donde dejaron la camioneta dorada, trasladándola hasta un domicilio de la colonia Loma Linda, para esconderla de la mirada de las autoridades.

Pero sus intentos de discreción resultaron en vano, porque la operación “olvido” se esfumó cuando agentes de la Fiscalía General del Estado dieron con el mueble del
comerciante.

Ajenos a lo que pasaba, los tres victimarios se divertían gastando por toda la ciudad el dinero robado, mientras la hoz de la venganza ministerial tomaba forma lenta y apaciblemente, sin que sus elegidos se dieran cuenta.

Trágico fin

Animados por la frescura de la noche, Lupe y César aprovecharon la ocasión para despejar sus mentes de las maldades terrenales que les ocupaban, abordando el auto con el que recorrieron las calles hasta que el destino los alcanzó, ya que utilizando lo más granado de su artillería humana, la ley extendió el operativo que dio con el paradero del carro boletinado días antes.

Tras detener la marcha del compacto que trasladaba criminales, los efectivos policiales interrogaron a sus ocupantes que, traicionados por el miedo, escupieron la verdad, desmoronando el secreto que no pudieron guardar ni una semana, siendo aprehendidos en el momento.

Mientras esperaban el veredicto del juez que lleva las diligencias del caso, Pablo no soportó la idea de pasar el resto de sus días tras las rejas y se suicidó en la soledad de su celda, escapando de su presente por la puerta falsa, antes de que la realidad le diera una bofetada de encierro.

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