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El Faro Rojo: La doméstica

Por Ruta Libre

Publicado el martes, 1 de agosto del 2017 a las 14:53


La violación sólo dejó en ella la idea de tomar venganza del hombre que abusó de su confianza

Por: Rosendo Zavala

Saltillo, Coah.- Destilando rabia por todos los poros de su piel, Yesenia roció con gasolina los cuerpos de quienes le habían proveído de trabajo durante varias semanas, prendiéndoles fuego para no dejar evidencias del doble asesinato que cometió por venganza.

Sintiéndose ultrajada física y emocionalmente, la doméstica dejó escapar lo peor del rencor que le producía haber sido violada por su jefe de ocasión, llevándose también de encuentro a la patrona, quien nada pudo hacer por defenderse de tan salvaje agresión. 

Un día común

Con la mente ocupada en sus tareas diarias como ama de casa, Yessy recorrió cada rincón de su humilde vivienda en la Zona Centro. Tras ella sonaban los balbuceos del pequeño Mateo, que ajeno al trajinar cotidiano de su madre revoloteaba por todas partes, exigiendo la atención que completara su felicidad.

En cuestión de minutos, la mujer recogió los juguetes de su hijo y preparó la comida que le daría antes de llevarlo a casa de su suegra para que se lo cuidara; la tarde corría de prisa y el momento de reportarse en su trabajo eventual había llegado.

Como por obra de la inercia, la cotidianidad se impuso jalando las manecillas del reloj que, tras dar la hora, alertó a la joven matriarca para emprender el camino hasta el domicilio de sus familiares, que se encontraba a tan sólo unas calles de distancia en el primer cuadro de la ciudad.

Una vez terminadas sus labores, la fémina dirigió su andar hasta la calle De la Fuente, donde la tragedia le aguardaba con el manto de invisibilidad con que se le encaramaría de pronto, empujándola a fabricar el sangriento ataque que ahora paga con cárcel.

Fatídico encuentro

Respirando hondo para serenar los nervios que la traicionaban cada vez que llegaba a la residencia de los Sánchez, la afanadora tocó con suavidad la puerta que se abrió al momento, tras ella estaba Enrique, quien con dulce voz la tomó del brazo para jalarla hasta el acceso donde se transformó por completo.

Y cambiando el tono de sus palabras, el patrón humilló a la mujer para por la fuerza llevarla hasta la recámara donde la mancilló con fiereza, saciando sus bajezas carnales sin que la víctima pudiera defenderse debido a la descomunal fuerza que emanaba de aquel calenturiento cuerpo.

Tan sólo unos minutos bastaron para que la trabajadora sintiera cómo el lujurioso desbocaba en ella toda su maldad, sintiéndose desgraciada por el ataque que resultó inevitable por las maniobras que el depravado concretó en las inmediaciones de la solitaria habitación.

Ya con el cuerpo suelto por la agresión hecha en la humanidad de su empleada, Enrique fumó un cigarrillo mientras observaba con descaro la figura desnuda de la sirvienta, a quien le propuso otro “acostón” para redondear la faena que creyó
mkji8perfecta.

Visiblemente lastimada en el orgullo, Yessy accedió a la propuesta del sujeto mientras maquinaba la idea que le permitiera cobrar venganza en el acto, fue así como le propuso una sesión de masoquismo extremo al galancete que cayó prendido ante la idea que lo llevaría a la muerte.

Tétrica venganza

Puliéndose en las artes amatorias para engatusar al objeto de su ficticio deseo, la mujer amarró al jarioso en la cama con varios cinturones, teniéndolo a merced para masacrarlo de la manera que ni ella misma hubiera imaginado.

De pronto, la puerta de la recámara se abrió y de entre el marco emergió la figura regordeta de doña Lucha, quien asustada por lo que veía tomó un martillo para defender a su hijo, ignorando que con eso sólo acrecentaría los destellos de la virtual desgracia casera.

Tras forcejear con la empleada, la sexagenaria se convirtió en víctima de la situación tras caer moribunda en el charco de su propia sangre, a un costado de Enrique, que también sentía que el destino de ambos estaba consumado.

Mientras los Sánchez se revolcaban de dolor en el piso de la recámara, Yesenia salía corriendo con los objetos que robó para malvenderlos en una casa de empeño, utilizando el dinero para comprar la gasolina con que volvió a la residencia donde quemó sin piedad a la martirizada familia.

Poco después, la criminal regresó a la casa de su suegra para recoger al niño mientras excusaba su olor a carne viva, inventando que acababa de atravesar por un baldío donde se estaba quemando hierba, fue así como evadió su realidad en un intento por continuar su vida como si nada hubiera pasado.

Días después, la sirvienta fue aprehendida por agentes ministeriales que la pusieron a disposición de un juez penal, quien la consignó al reclusorio femenil de Saltillo por el doble delito de homicidio calificado, resolviéndose así el suceso que conmocionó a los vecinos del rumbo por aquellos días de septiembre.

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