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El Faro Rojo: La huérfana

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 14 de agosto del 2017 a las 14:48


Abandonada entre la basura, sólo se necesitó un hombre a la hora y el lugar exactos para salvar la vida de la pequeña inocente

Por: Rosendo Zavala

Saltillo, Coah.- Extrañado por el murmullo que brotaba de entre la porquería, Gerardo clavó la mirada en el contenedor y con espanto atestiguó lo impensable: en el fondo del basurero yacía un bebé aún con el cordón umbilical y que imploraba compasión, aquella que le negó la mujer que minutos antes le había dado la vida.

Aterrorizado, el obrero corrió hasta la miscelánea de enfrente para pedir ayuda, logrando que dos comerciantes se hicieran cargo de la infante y así espantarle la hipotermia que amenazaba con matarla, mientras la causante de la potencial desgracia huía para evitar un topetón con la Policía.

Llegar al mundo

Arrastrando hasta el alma por el esfuerzo físico de haberse convertido en madre, la parturienta caminó entre las calles del parque industrial con el destino incierto, entre sus brazos cargaba el fruto del amor que despreció a su manera.

Y es que decidida a cobrar la afrenta que la naturaleza le acababa de endilgar, la desconocida deambulaba con prisa justificada entre las cercanías de las fábricas, estudiando el entorno para concretar la mala obra que la convertiría en potencial asesina.

Sorteando las dificultades del crudo invierno, avanzó mientras aferraba a su cuerpo la chamarra amarilla donde resguardaba el cuerpo de su hijita, que minutos antes había llegado al mundo sin la gracia que necesitaba para sobrevivir.

A lo lejos, la triste figura del contenedor donde las empresas tiraban sus desechos se erguía como invitando a la maldad, fue entonces cuando la hiena con forma de mujer se apresuró para
llegar hasta ahí buscando validar la peor de sus infamias.

Fatídica decisión

Con el cabello desparpajado por el viento que le azotaba el rostro, se detuvo frente al cajón y decidida a todo se acercó hasta el sitio, donde metiendo medio cuerpo colocó con sutileza el cuerpecito
que dejó sobre el tercio de cartones que recubrían la basura.

Mientras la desdichada bebé comenzaba una batalla contra la muerte sorteando la hipotermia que la atacaba con fiereza, la causante de los males se retiraba para no evidenciar su delito, parándose
en la esquina más cercana para contemplar su bajeza sin el menor arrepentimiento.

Al mismo tiempo, Gerardo se acercaba ignorando que algo se gestaba, y fundido en el cansancio avanzó hasta que de pronto se detuvo, cuando una extraña sensación le hizo girar la vista para todas partes sin darse cuenta de que sus pasos eran seguidos por la mal nacida de ocasión.

Lo que hasta entonces parecía una tarde común se transformó en pesadilla cuando el llanto tenue que salía del contenedor le arrebató la tranquilidad, decidiendo asomarse para descubrir con terror que en el fondo estaba la niña cuyo destino parecía estar marcado por la desgracia.

El milagro

Espantado por lo que sus ojos veían, el obrero se echó a correr y gritando como loco atravesó la calle hasta detenerse en la tienda de abarrotes que encontró a su paso, donde tocando con prisa justificada exigió que lo atendieran.

De entre la cortina podrida que separaba el negocio con la casa salió doña Mary, quien junto a su hija Dolores puso atención a las palabras del trabajador, quien respirando hondo hizo pausas para hilar las frases con las que se dio a entender ante las mujeres.

Tras varios minutos de balbuceos incomprendidos, las mercaderes supieron que algo no estaba bien, pero aún así lo tranquilizaron, pidiéndole que las llevara hasta el lugar del hallazgo para intervenir en el salvamento que resultaría milagroso.

Fue así como la tercia cruzó el pavimento del corredor industrial, desafiando el frío del invierno que se postraba en el ambiente como queriendo intimidarlos sin éxito, porque de pronto se vieron rodeando el contenedor donde los gimoteos de la infante seguían implorando clemencia.

Conmovida por la escena, Dolores recordó que en su vientre también llevaba una vida y apoyada por su madre se inclinó para tomar el nido de bolsas que se enredaban entre la chaqueta amarilla donde la recién nacida se aferraba a la vida.

Para entonces la Policía ya había sido alertada, pues cuando más entretenidos estaban calentando a la bebé, los rescatadores fueron sorprendidos por elementos de Bomberos que de inmediato tomaron a la víctima para llevarla a una clínica del Seguro Social, donde quedó bajo observación médica debido al avanzado estado de hipotermia que amenazaba con convertir el milagro en tragedia.

A lo lejos, la silueta de una mujer observaba fríamente los movimientos de los conmovidos ciudadanos, perdiéndose en la inmensidad de las calles aledañas cuando Gerardo, Dolores y doña Mary rescataron a la niña para entregarla a las autoridades, que nunca pudieron dar con el paradero de la hiena que por poco asesina a su propia hija.

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