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El Faro Rojo: La Narcoabuela

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 6 de marzo del 2017 a las 16:30


Se aprovechaba de su apariencia de pobre y e indefensa anciana, pero en realidad era una consumada vendedora de mariguana

Por: Rosendo Zavala

Saltillo, Coah.- Con el refrigerador lleno de droga, Mariana sentía que el mundo se arrodillaba a sus pies y aprovechaba su apariencia dulce para hacerse de dinero ilícito, mientras la Policía planeaba el operativo que la mandó hasta el reclusorio donde las penurias le arrebataron la vida mientras alegaba inocencia.

Fabricando una era de bonanza en su guarida de la colonia Morelos, la anciana arraigó la costumbre que heredó a sus nietas para que hicieran frente a la vida, pagando cara la osadía de envenenar con hierba a los clientes que la conocían como “La Narcoabuela”.

Un día cualquiera

Empujado por la ilusión de renovar su fuerza con la mariguana que lo “llenaba de vida”, Juan aceleró el paso para llegar a su destino, habían pasado algunos días desde que se fumó el último carrujo que le regaló la felicidad artificial con que vivía desde siempre.

A lo lejos, el adicto divisó la casona despintada más famosa del barrio, la misma que bautizaron como templo del vicio desde que Mariana se dedicó a vender la hierba que le proveía de dinero ilícito sin tanto batallar.

Convencido de querer encontrarse con la anciana, el puberto de futuro incierto aceleró su andar hasta que llegó frente a la puerta de la enigmática vivienda, donde tras tocar con desesperación escuchó una voz que desde adentro le increpaba como queriendo espantarlo.

Luego de que el acceso se abrió lentamente, la deteriorada figura de la envenenadora emergió del interior y así comenzó la negociación que culminó como debía, con una bacha de mota que llegó al destino del ansioso visitante en medio del cada vez más usual trueque clandestino.

Durante muchos años, la setentona se convirtió en la proveedora oficial de los rijosos locales, que con vehemencia absoluta la endiosaron hasta encumbrarla como uno de los personajes más importantes de su deteriorada comunidad.

Fatídica jornada

En uno de tantos días de verano, la anciana veía el atardecer por la ventana de su madriguera urbana cuando un repentino pensamiento la sacudió de pronto, se le había terminado la mercancía y debía resurtirse de inmediato, porque el fin de semana estaba cerca.

Tras un breve cruce de llamadas, la mujer recibió a los desconocidos que le dejaron los paquetes con hierba para que activara sus ventas de siempre, recobrando la tranquilidad que le duraría muy poco gracias a la repentina intervención de la Policía.

Y es que mientras retacaba el refrigerador de mariguana apoyada por sus nietas, la señora de blanca melena se sorprendió cuando un grupo de uniformados con charola irrumpió furiosamente en la cocina de su propiedad.

Luego de someter a las mujeres, los agentes investigadores revisaron cada rincón de la casa que catearon con una orden legal que les permitía accionar en los terrenos de la doña, quien enfadada solicitaba las explicaciones que nunca le dieron.

Como resultado de su afanosa búsqueda, los oficiales encontraron tras las cervezas que emulaban un relleno común en el refrigerador los paquetes de producto ilícito que incautaron de inmediato, poniendo bajo arresto a Mariana y a sus descendientes por delitos contra la salud.

Triste final

Luego de que un juez penal dictara sentencia condenatoria contra la anciana y sus cómplices de mañas, un largo proceso iniciaría en las cortes de justicia coahuilenses contra la vendedora de droga, que al verse incapacitada para defender su inocencia vio mermar su estado de salud de manera drástica.

Resignada a vivir sus últimos años de vida en el encierro absoluto, “La Narcoabuela” se refugió en el calor familiar de sus nietas, que la animaban a no desistir en la lucha por recuperar la libertad perdida en cuestión de minutos.

Una madrugada de junio, la presidiaria de la tercera edad no soportó los estragos de la naturaleza y cedió ante la adversidad que esta le imponía, pereciendo en la soledad de la celda que le habían asignado desde que fue condenada por el delito cometido.

Incrédulas por lo que estaban viviendo, las descendientes de la mujer gritaron pidiendo ayuda a los celadores que las tenían bajo resguardo en una sección especial del Reclusorio femenil de Saltillo, pero aunque los intentos por reanimarla fueron muchos la tragedia estaba consumada: Mariana había muerto.

Con ese castigo divino, los deudos de la infractora comprendieron que la mujer había saldado sus cuentas pendientes con la sociedad de una manera real, dejando tendida en una fría celda lo que quedaba de una resquebrajada existencia venida a menos.

Atrás habían quedado los días de bonanza para la anciana, donde el dinero fácil llegaba con golpes a la puerta de su casona despistada, donde la mariguana iba a todas partes para convertirse en billetes que luego fueron confiscados por la justicia tras haber sido adquiridos de manera ilícita.

Desde entonces, la colonia Morelos anexó una más de sus leyendas urbanas que tiene nombre y figura: Mariana. Desde entonces quedó grabada en la mente de los adictos locales como la célebremente conocida “Narcoabuela”.

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