Saltillo|Monclova|Piedras Negras|Acuña|Carbonífera|TorreónEdición Impresa
Admite Peña Nieto transferencias por $26 millones; vía empresas familiares Reconocen a fotoperiodista venezolano por fotografía tomada en Piedras Negras Colapsa a Saltillo lluvia bendita; ¡Se nos cayó el cielo! Es Piedras Negras segundo municipio más seguro del país Alertan por amenaza de tornado en Zaragoza

Zócalo

|

Ruta

|

Información

< Ruta

Ruta

El Faro Rojo: La promesa

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 26 de junio del 2017 a las 16:30


Antes de quitarse la vida, ella se comprometió a enterrar sus restos en el patio de su casa

Por: Rosendo Zavala

Saltillo, Coah.- Recordando las palabras de su esposo que con estoicismo le pidió un último deseo, Santana descolgó el cadáver que pendía de la ventana y con dificultad lo arrastró hasta el patio, donde cavó la fosa donde lo sepultó clandestinamente, como se lo había pedido.

Llorando en silencio la peor de sus pesadillas, la abnegada mujer aventó hasta el último puño de tierra sobre el hombre que alguna vez la amó con locura, concretando el delito que por ignorancia la mandaría a la cárcel, y todo por amor.

Llamada perdida

Mientras la tarde caía con el calor de Semana Santa impregnado en el ambiente, Juan Carlos meditó su situación y, temblando, tomó el teléfono. Sabía que se jugaba la última carta en pos de recuperar el matrimonio que se había ido quebrando lentamente.

Decidido, el sesentón de ilusiones temerosas marcó las teclas del aparato. Una voz se escuchó al otro lado. Era la compañera de toda una vida que no deseaba revivir el pasado tormentoso en el cual el alcohol se había interpuesto como el más atroz de los motivos para la separación que padecían.

Devastado por el rechazo que ya podía escuchar desde antes de que lo emitieran, Juan Carlos pidió una última oportunidad a Santana, dibujando el mundo de felicidad que pretendía fabricar, sabiendo que ya no era posible.

Aun así, la pareja decidió reencontrarse y minutos después la mujer llegó a la casa del atrabancado social, en sus pasos llevaba el germen de la incertidumbre que le producía el verse con el hombre, antes más amado, pero que ahora sólo le inspiraba indiferencia.

Ruegos piadosos

Ignorando el sopor del viento primaveral que se colaba por la ventana, el anfitrión abrió el baúl de los sentimientos, suplicando a su aún mujer que lo acompañara en el camino del destino, mientras la nostalgia taladraba sus emociones que se quebrantaban a cada instante.

Pero todo estaba dicho, porque Santana tenía otros planes de vida en los que no entraba el padre de sus hijos, rechazándolo con frialdad tras anunciarle que la nueva relación sentimental con un taxista ocupaba su cuerpo y mente.

Abatido por la revelación, el sexagenario sacó el último aliento para pedir a la mujer lo que jamás hubiera imaginado, enfrascándose en la discusión donde le exigió que lo sepultaran en el patio cuando se quitara la existencia de un solo tirón.

Confundida, la visitante rogó al suicida que desistiera de la idea, sin conseguirlo, porque el desencantado galán ratificó sus palabras con voz enérgica, generando temor en la fémina que para evitar una desgracia decidió pasar la noche en terreno ajeno.

“Cuando me negué a regresar con él me dijo que entonces se iba a dar en la madre, pero yo le supliqué que no lo hiciera porque no tenía dinero para enterrarlo. Nunca pensé que fuera a cumplir su palabra”, dijo la destrozada mujer.

Tétrico amanecer

Vencida por el sueño que la atacaba sin piedad, Santana se recostó en un sillón mientras Juan Carlos emulaba hacer lo mismo en la cama, aprovechando el momento para pararse y caminar sigiloso hasta la misma ventana que emitía el calor de abril donde se ahorcó sin que nadie se diera cuenta.

Poco después, la nueva viuda se removió con fuerza y despertó de pronto, divisando la escena que la hizo saltar como resorte, al darse cuenta de que Juan Carlos se había ido al otro mundo para terminar con sus problemas existenciales en la tierra.

Aterrada, la señora descolgó el cadáver y, recordando la última conversación, lo sacó al patio trasero de la casa, donde tras hacer un hoyo en la tierra lo despidió para siempre con un aventón, retirándose con naturalidad para que los vecinos no sospecharan de tan fúnebre obra.

Días después, la hija del matrimonio llegó al domicilio para visitar a su padre, pero al no encontrarlo reportó su desaparición, desencadenando una intensa búsqueda policial que se acabó con la resolución del caso inesperadamente.

Caso resuelto

Convencidos de que encontrarían pistas importantes, los sabuesos ministeriales visitaron a Santana para interrogarla sobre el paradero de Juan Carlos, siendo así como la fémina contó a detalle los últimos momentos vivenciales de su infortunado marido.

Asegurando no saber que había cometido un delito, la viuda llevó a los agentes policiacos hasta la vivienda del horror, donde se dio la exhumación del cuerpo y automática detención de quien imaginó haber obrado de buena manera conforme a los deseos de su hombre.

Días más tarde, Santana quedó recluida en el Cereso femenil por delitos contra la salubridad y seguridad en materia de inhumaciones y exhumaciones, aguardando el momento en que se le dicte una condena por parte de las instancias penales.

Notas Relacionadas

Más sobre esta sección Más en Ruta