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El Faro Rojo: Los franeleros

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 8 de mayo del 2017 a las 16:18


Desesperados porque no daba sus frutos, decidieron recurrir a un plan B: el asalto

Por: Rosendo Zavala

Saltillo, Coah.- Cansados de mendigar entre las frías ventiscas que azotaban la desolada carretera, los franeleros deambularon sin rumbo hasta llegar al restaurante donde se convirtieron en delincuentes, al amagar con machetes a una mujer para despojarla de sus bienes, ignorando que eso los mandaría a la cárcel.

Y es que la astucia de la quejosa bastó para que la tercia de maleantes pagara con barrotes su delito, luego de que una juez penal les dictara la sentencia condenatoria que hoy los mantiene con la etiqueta de reclusos.

Frío amanecer

Animado por sentir que la vida le otorgaba una nueva oportunidad, Jesús se acercó a la cajonera del buró donde guardaba el retazo de tela que utilizaba para sobrevivir, y, tras gastarlo con la mirada, se lo guardó en la bolsa del pantalón para emprender el camino a una nueva jornada de trabajo

Minutos después, el panorama lucía desolador en el paradero de camioneros que pernoctaban sobre la vía a México, pero poniendo su mejor cara al destino aguardó impaciente la llegada de sus compañeros de aventura.

A lo lejos, una figura lánguida que avanzaba lentamente llamó la atención del lavacarros. Era su primo Juan que sin prisas llegaba al punto de reunión que tomaban como base para hacerse de las monedas con que sobrellevaban su existencia.

Sorteando sin problemas la crudeza del invierno que blanqueaba la región, los jóvenes sin futuro se apoyaron en Jorge, el vecino con quien desplegaban sus destrezas físicas en las carreteras para espantar la pobreza sin tanto sufrimiento.

Durante toda la mañana, los trabajadores rogaron infructuosamente por la pizca de ayuda que les permitiera validar sus deseos de bienestar, ignorando que habían dejado la suerte en casa y el miércoles pintaba como una jornada digna de olvido.

Salvaje reacción

Fastidiados porque las horas corrían y no veían resultados, los sujetos ingresaron a la taquería donde Martha cocinaba los platillos que ofrecía a los comensales de paso, ignorando que ese día tendría una inesperada visita.

Y es que haciéndose pasar como clientes, los amigos llegaron hasta la caja de cobro simulando ver el menú, para luego amagar a la mujer, quien con un cuchillo en el cuello se vio forzada a entregar el dinero que tenía bajo resguardo como producto de las ventas del día.

Mientras dos de los rijosos vigilaban la puerta de acceso para asegurarse de que nadie interrumpiera el atraco, la víctima se sumergía en el mar de terror donde creía que vería su final, aunque la presteza de los vándalos con franela fue tanta, que se fueron de inmediato para evitar un topetón con la Policía.

Tras un intercambio de miradas, los ladrones exigieron a la mujer que no avisara a las autoridades sobre lo acontecido, pidiéndole que se encerrara en el baño para que no obstruyera sus intentos de escapatoria.

Consternada por la pesadilla que vivía, Martha lloró su tristeza encerrada en el rincón donde quedó sometida por la maldad, pero sacudiéndose las lágrimas reaccionó tomando el teléfono celular que guardaba en su bata, dando aviso las autoridades para notificarles el asalto.

Fallido escape

Atesorando con justificada emoción los billetes que acababan de robar, los vándalos corrieron presurosos mientras la ofendida los veía fugarse sin poder evitarlo, mientras un sentimiento de impotencia la invadía sin remedio.

Convencidos de que la bonanza estaba de su lado, los primos atravesaron la carretera 57 para perderse entre los arbustos de la serranía, donde se reunieron para dialogar sobre su obra e intentar repartirse lo atracado.

Enfadados tras las discrepancias por la forma como se dividirían el dinero, los amigos resolvieron volver a sus casas en Saltillo para llegar a un acuerdo durante el trayecto, mientras la Policía se daba por enterada y peinaba el sector buscándolos por todas partes.

Tras varios minutos de intensa cacería, los guardianes del orden vieron a unos sujetos que caminaban por los linderos del camino, percatándose de que tenían las características descritas por la afectada.

Con una rápida ofensiva, los municipales sometieron a los sospechosos, que al momento fueron señalados por la mujer, quien los acusó de ser los causantes de sus males emocionales cuando se encontraba en la desolada taquería.

Durante varios días, los inculpados quedaron bajo investigación para luego ser enviados a las celdas del reclusorio para varones de la ciudad, donde una juez penal resolvió su situación jurídica consignándolos bajo el delito de robo con violencia en las personas.

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