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El Faro Rojo: Romance fallido

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 29 de mayo del 2017 a las 15:56


Ni el amor ni el dinero le bastaron al adolescente cuando decidió matar a su novio

Por: Rosendo Zavala

Saltillo, Coah.- Inmortalizando los episodios de amor que lo hicieron sufrir dulcemente, Genaro presionó con fuerza la bufanda que usó para asfixiar a su amado, obsesionado con la idea de matarlo para no seguir padeciendo los estragos de su tormentosa relación.

Con el rencor de un enamorado despechado, el menor esperó hasta que el tiempo le acomodó las ideas y junto a sus amigas se deshizo del cuerpo, tirándolo en el monte para borrar las huellas de un crimen perfecto que perdió la etiqueta cuando el homicida narró lo ocurrido a las autoridades tras mancharse las manos con la sangre de su novio.

Tórrido romance

Apenas despuntaba el año cuando el quinceañero de ilusiones renovadas buscaba afanoso el amor que pudiera espantarle su aterradora soledad, por lo que sin descanso recorría las calles tratando de toparse con las circunstancias que le dieran la felicidad eterna.

Pero las andanzas del drogadicto se acabaron cuando Félix apareció como la figura salvadora de sus pesares, porque a bordo de su Nissan verde lo convenció de que juntos vivieran la odisea del romance que irónicamente los conduciría a una tragedia.

Sin tanto especular en el futuro, Genaro se dejó llevar por su presente y junto al comerciante gringo disfrutó las mieles del cortejo mutuo ante el que caerían rendidos, creando un proyecto de vida que se iría a la basura en cuestión de minutos.

Y es que la intimidad que se prodigaban los amantes furtivos comenzaba a rayar en lo obsesivo, porque el fantasma de la violencia se apoderó de ellos sin que pudieran evitarlo, aunque trataban de eludirlo ignorando sus devastadores efectos.

Así, los meses corrieron y los novios se amaron hasta la locura en la casa que el negociante rentaba en la calle Lamadrid, donde el sexo corría lejos de los prejuicios de una sociedad conservadora que los señalaría por sus preferencias físicas y emocionales.

Enajenado por el ardor que sentía, el puberto se entregaba fielmente a los brazos de su compañero sentimental, quien como respuesta al cariño que le daban sacaba su chequera para llenarlo de regalos y dinero incondicionalmente, manchando la dulzura de cada encuentro que se matizaba con el color de los celos.

Trágico final

Animado por el viento que presagiaba una noche fría, Félix avanzó por los rincones de la Zona Centro y repentinamente detuvo la marcha del auto. Había llegado al sitio pactado con su enamorado, que de inmediato se subió al carro para juntos alejarse de los mirones, llegando a la residencia donde para entonces la muerte y el dolor se mezclaban sigilosamente.

Luego de que los amigos consumaron su amistad con una sesión de caricias, el anfitrión se quedó dormido, mientras su novel acompañante lo recorría con la vista de pies a cabeza, clavándole miradas de odio por los malestares sentimentales que le provocaba desde tiempo atrás.

Al percatarse que su pareja estaba completamente inmóvil, Genaro se paró lentamente de la cama y se dirigió al buró para tomar la bufanda que utilizaban para espantar el crudo invierno que atacaba la ciudad, abalanzándose sobre “el bello durmiente” y ahorcándolo sin que pudiera defenderse.

Tras acabar con las aspiraciones terrenales de su amado, el visitante incómodo revolvió la ropa del difunto y se apoderó de las llaves del auto para huir ante la indiferencia de los transeúntes, que lo vieron partir extrañados.

Mientras los restos del comerciante yacían escondidos en las entrañas de su vivienda, el adicto seguía con su vida cotidiana, dejando de lado la tragedia que él mismo había creado, imaginando que su mala acción se diluiría por obra de la naturaleza con el paso del tiempo.

Durante tres días, el remordimiento lo hizo presa de sus emociones y para acabar con su castigo mental se reunió con varias amigas para contarles lo ocurrido y le dieran una solución a su pequeño gran problema.

Junto a las mujeres que pretendían animarlo con su presencia, el chiquillo postró sobre la cama el hule donde envolvió el cadáver, formando el bulto que con dificultad cargó sobre su espalda, sacándolo de la vivienda para subirlo en el auto que a toda prisa se fue del lugar.

Temblando de miedo, Genaro se detuvo en un paraje solitario, donde, ante la vista de sus “cómplices”, abrió la puerta del vehículo, dejando ver la mortaja con el cuerpo de su amigo para arrojarlo entre la maleza, donde se perdió por lo alto de la hierba que invadía el sitio, pese a la fría temporada.

Para festejar la culminación de tan tétrica odisea, el victimario ofrendó su obra colgando la bufanda en una imagen religiosa que se encontró sobre la carretera, poniendo punto final al crimen que creyó lo inmortalizaría ante la opinión pública.

Semanas después, familiares de Félix extrañaron su ausencia y dieron aviso a las autoridades que, tras las primeras pesquisas, dieron con el paradero de Genaro, a quien interrogaron. Fue una sorpresa cuando el criminal aceptó los hechos sin que fuera presionado, quedando bajo arresto para comenzar con el fin de su libertad.

Fue así como el chico los llevó hasta el paraje indicado, pero la incesante lluvia les obligó a prolongar sin éxito la misión de encontrar el cuerpo durante varios días.

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