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El Faro Rojo: Un dolor de espalda

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 3 de julio del 2017 a las 14:53


La mujer narró los momentos de angustia que padeció a manos de los borrachos que la mancillaron

Por Rosendo Zavala

Saltillo, Coah.-
Cansada de manotear en falso, Victoria pateó la humanidad de su agresor para derribarlo en el asiento del auto, fue así como logró huir con la ropa desgarrada para llegar hasta la casa de quienes la auxiliaron al saber que había sido violada.

Sollozando por la maldita suerte que la perseguía, la mujer narró a don Felipe los momentos de angustia que padeció a manos de los borrachos que la mancillaron, utilizando una pistola para obligarla a practicar las bajezas que la dejarían marcada para siempre.

Noche de consulta
Preocupada por los dolores de espalda que no la dejaban dormir, la maestra se revolcaba en su cama sin poder conciliar el sueño. Los malestares físicos le impedían hacer una vida normal.

Resuelta a sacudirse las atrocidades de la lumbalgia que la atacaba sin cesar, la mentora se paró lentamente para caminar hasta el espejo de la recámara. Había llegado el momento de solucionar el problema y en cuestión de minutos se arregló para finiquitar lo que hasta entonces era un obstáculo más en sus quehaceres cotidianos.

De camino al consultorio donde ya la esperaban, Victoria cruzó llamadas con sus familiares para ponerles al tanto de sus pesares físicos, asegurando que de la visita con el galeno no tardaría, porque sólo recogería el medicamento con el que controlaría sus dolencias crónicas.

Tras una rápida visita al sanatorio privado del bulevar V. Carranza, la mujer se despidió del especialista pactando una nueva consulta para días después, mientras la tragedia flotaba en el ambiente sin que se notara.

Y es que ajena a la maldad que la seguía muy de cerca, caminó tranquilamente sin observar el entorno, que se enrareció cuando de la lejanía surgió la figura del vehículo gris que lentamente persiguió a la mujer, comenzando la escena de terror donde la paciente fue la principal protagonista.

Bestial ataque
Cobijada por el manto de la noche, la mujer intentó llegar a la esquina donde abordaría el taxi que la llevara de vuelta a casa, pero su intención se truncó cuando una carcacha con ruedas le obstruyó el paso abruptamente, siendo entonces cuando los chacales bajaron para someterla sin darle tiempo de nada.

Encañonándola con el revólver, dos parranderos la amagaron exigiendo que no intentara nada, subiéndola en el carro mientras la golpeaban para que no escapara.

Ya con la víctima en su poder, los raptores utilizaron el asiento trasero como hotel rodante, humillando a la maestra con violencia y manoseándola, rompiéndole el vestido negro en un intento desesperado por aplacar sus instintos carnales reprimidos.

Durante varios minutos la joven sintió que su mundo se derrumbaba ante los jariosos que instintivamente la humillaban, mientras un tercer cómplice manejaba recorriendo las calles de la colonia República para perderse entre los oscuros rincones del sector.

Envueltos por el olor del ultraje consumado, los depravados turnaban sus asquerosas manos sobre el cuerpo de la indefensa maestra que, aterrorizada, cedió ante el abuso resolviendo tranquilizarse por dentro, esperando el momento idóneo para zafarse del yugo delictivo.

Doloroso escape
Cuando la noche caía densa sobre el caserío saltillense, el carro se detuvo bajo un árbol en un apartado punto de la colonia, cuya negrura guardaba el secreto de los violadores, quienes besuqueaban a la joven.

Mientras dos atacantes reposaban sus cuerpos en el exterior del auto estacionado, otro cómplice seguía jugando al galán, pero no tuvo suerte, porque cuando sometía a la víctima de ocasión, esta le asestó una patada para dejarlo retorciéndose de dolor.

Aprovechando la confusión, Victoria bajó corriendo del auto para echarse a correr ante la sorpresa de sus agresores, que temiendo lo peor huyeron para perderse entre las calles del sector, buscando evitar un posible encuentro con la policía.

Tras varios minutos de correr por las aceras del rumbo, la profesora se detuvo frente a una residencia donde, azotando el portón de forja, gritó implorando ayuda, observando con de-sespero que la figura de un anciano se asomaba tras la puerta de madera que se abrió lentamente.

Con los ojos llenos de lágrimas entró a la sala donde abatida narró su triste odisea a Felipe, quien compadecido tomó el teléfono de la mesita cercana para llamar a las autoridades, desatando la cacería policial que buscó a los atacantes sin resultados.

En medio de las investigaciones, que para entonces inundaban todos los rincones del sector, los familiares de Victoria llegaron al sitio donde la mantenían bajo resguardo, consolándola para llevarla de regreso a la casa de donde salió por un dolor de espalda.

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