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El Santo que salvó a Saltillo

Por Rosalío González

Publicado el domingo, 6 de agosto del 2017 a las 09:28


Patrono que da vida

Saltillo, Coah.- Por la mañana de aquel día perdido en la historia de los archivos de Catedral, un grupo de feligreses asistió al templo para pedirle a los sacerdotes que intercedieran ante el Santo Cristo, por el bien de Saltillo.

Sobre el pueblo pesaba la peor sequía registrada en la historia de la región: los campos se secaron, la tierra se agrietó, el ganado moría por cientos y los saltillenses ni siquiera recordaban el sonido de la lluvia.

Los sacerdotes vieron en los fieles tal desesperación, que prepararon al Cristo y organizaron rápidamente una peregrinación. Esta inició en el atrio y llegó hasta donde hoy está ubicado el Ateneo Fuente, luego regresó a su capilla, y al entrar, un fragor sacudió a la naciente ciudad.

Cuenta la historia que un aguacero de gotas gruesas y frías surtió de fe a Saltillo, que el agua no cesaba de caer y que todos en la peregrinación se postraron ante la imagen para agradecer la respuesta inmediata a su inquebrantable fe.

MILAGROS

El presbítero José Alonso Gaytán, quien desde hace año y medio funge como vicario de la Catedral de Santiago, mandó poner alrededor del Santo Cristo cuatro pinturas, las cuales representan la llegada y los tres milagros reconocidos por la Iglesia católica al Santo.

De acuerdo con la Vicaría, los cuatro pasajes se rescataron del archivo de Catedral, “sin embargo, ninguno de los hechos se encuentra en algún libro en específico, sino que se trata de narraciones de los mismos feligreses”, dijo Gaytán a Zócalo.

Por los más de 400 años de historia que tiene la imagen, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ejerce jurisdicción sobre el Cristo, que tuvo su última restauración hace 12 años y donde no se le encontró ningún fenómeno sobrenatural.

A diferencia de la ciencia, los feligreses creen que el Cristo es milagroso, e incluso hay quienes narran haber sido testigos de hechos sobrenaturales provocados por la imagen, la fe o lo que resulte.

Desde que tenía 13 años, Gerardo Gaona fue llevado por su madre a la Catedral para servir como ayudante del huésped de la Capilla; ahora, 50 años después, guarda recuerdos de los milagros que le tocó ver.

Cuenta que una noche de invierno, el viento corría denso y helado por las calles y callejones del Centro, las religiosas consagradas encargadas de las llaves de Catedral se disponían a cerrar las puertas de la Capilla de las Ánimas, donde descansa el Santo Cristo.

Gerardo dice que él se ofreció para cerrar, cuando atrancaba las puertas, una mujer con una niña en brazos le pidió pasar a ver al Santo.

El hombre de fe no pudo resistirse a las súplicas de la mujer y le permitió el paso hasta el altar. Ahí, dice Gerardo, la mujer, que vestía ropa sucia y rota, bajó a su niña desentumiendo sus brazos trabados por el frío, la puso a los pies del Cristo e hincada comenzó a orar.

Con la voz entrecortada de la emoción, Gerardo narra lo que escuchó y vio en ese momento. La mujer dijo, palabras más, palabras menos, que si Dios le dio a su hija, Él podía quitársela, pero también Él podía salvarla, e instantáneamente la niña lloró.

Al venir la escena a su memoria, a Gerardo se le cierra la garganta por completo y las lágrimas le ruedan por las mejillas.

ELIGIÓ SU LUGAR

Es sólo una de las tantas historias entorno a las bondades de la imagen religiosa que hoy cumple 409 años en la ciudad, que llegó trepada en una mula que, según el archivo de Catedral, vino andando desde un lugar desconocido y se quedó parada frente a lo que hoy es la capilla.

Saltillo era un pueblo de paso entre los potentados pueblos de mineros y hacendados que había a su alrededor, así que no fue difícil imaginar que el animal era de algún viajero.

Sin embargo, los días pasaron y la mula seguía ahí con su carga, que por curiosidad fue descubierta para ver qué transportaba. Entonces apareció el Santo Cristo, una imagen sacra inigualable, hecha, según narran, de fibra de caña por la congregación franciscana.

El Cristo pesa cuatro kilos y en sus hombros, según cuenta Gerardo Gaona, tiene piel de cordero, para que sus brazos pudieran ser plegables, un material que el vicario de Catedral no confirmó.

Gerardo, quien desde hace 50 años es florista y miembro organizador de la fiesta del Santo, dice que hace por lo menos cuatro décadas en el hombro izquierdo de la imagen se desarrolló un virus por la piel del cordero y tuvo que ser reparada por restauradores y científicos.

A partir de entonces, dice, la gente ya no pudo acercársele como antes, con el fin de evitar que la imagen presente más problemas; actualmente sólo los obispos de Saltillo, el emérito Francisco Villalobos y Raúl Vera, pueden besar los pies de la reliquia.

La cruz, que es más pesada que la representación de Jesucristo, lleva en su parte inferior una astilla de la cruz con la que el Salvador, según los libros sagrados, caminó al monte Calvario para ser crucificado.

FAVORES DEL CIELO

El segundo milagro del Santo tuvo que ver con una epidemia que azotó a la ciudad durante la época de la Colonia. El archivo de Catedral reconoce que la imagen intercedió en la finalización de la epidemia que dejó víctimas mortales y daños económicos en el poblado.

Y el tercer milagro, al menos reconocido, corresponde directamente a la imagen, que según el vicario Gaytán, sudó un tipo de aceite aromatizado que provocó un reforzamiento de fe.

Cuando el Cristo sudó se le permitió a los feligreses llevar algodones y telas suaves para que pudieran perfumarlas tocando la imagen; estas viajaron kilómetros junto con los fieles.

Tocarlo se volvió una tradición hasta que dejó de sudar, entonces se empezaron a repartir los algodones con aceite y aromas similares a los que producía el Cristo y estos se entregaron a quienes buscaban milagros.

La tradición dicta que como agradecimiento a estos milagros, los creyentes deben llevar “milagritos” al Santo, que son pequeñas figuras forjadas en láminas con diferentes figuras, de las cuales ya hay 27 mil en la Catedral.

Con esos “milagritos” se han decorado dos tapetes que escoltan al Cristo en el altar de la Capilla. Estas figuras, además de ser una industria completa, son para la Iglesia una forma de contabilizar la cantidad de peticiones que le realizan al Santo.

Hasta el día de hoy, las figuras no dejan de llegar a los pies del Cristo acompañadas de oraciones, fotografías y ruegos de gente desesperada, lastimada, enferma, personas que agotaron las opciones de la ciencia y del hombre, desahuciadas; contemplativa, gente que entrega lágrimas, otras entregan cantos, bailes y más como halo del Cristo que salvó a Saltillo.

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