Ruta
Por Ruta Libre
Publicado el lunes, 23 de enero del 2017 a las 15:42
Saltillo, Coah.- Un alumno de secundaria engaña a sus padres. Engaña a sus maestros. Engaña a sus compañeros. Se sabe que es un peligro potencial, pero nadie hace nada. El colegio advierte sobre el problema, los padres se molestan. Entonces sobreviene un desenlace que no tiene vuelta atrás.
Está pensando que lo anterior se refiere al caso de Federico, el estudiante de secundaria del Colegio Americano en Monterrey, que tenía problemas de depresión, que sus padres le ponían poca atención, que terminó llevando una pistola a su salón para dispararle a cuatro compañeros y a su maestra, y luego suicidarse frente a todos.
No, el caso que narré al principio es el testimonio de la maestra de un colegio de Saltillo. Un adolescente fue dado de baja del turno matutino por faltas, porque se fugaba de clases. Sus padres saben de eso, pero ahora el adolescente lo sigue haciendo, faltar al colegio.
Como era su deber, el colegio envió dos citatorios a sus padres, pero no se presentaron. Posiblemente el jovencito ni siquiera los entregó. Esta semana le retiraron la mochila hasta que sus padres acudieran o sería dado de baja. Ahora sí fue su mamá, muy molesta, quejándose de que por qué le hacían eso a su hijo.
¿Cuál es la diferencia entre uno y otro? Que en uno ya hubo un muerto y cuatro heridos; en el segundo, cualquier cosa puede pasar. Entonces vienen la culpa, el llanto, el remordimiento, pero ni así se aprende la lección.
En Nuevo León, en esos colegios de la alta sociedad, se siguen negando a que revisen las mochilas de sus hijos porque violan sus derechos humanos. Una encuesta revela que la mayor parte de los padres de familia consultados no conoce a los amigos de sus hijos, cuáles son sus gustos, cómo les va en la escuela y la más reveladora: no sabían dónde estaban sus hijos en ese momento.
Es la primera vez que una tragedia de esta magnitud sucede en México. Es el remedo de los casos que suceden cada vez con mayor frecuencia en la decadente sociedad norteamericana y parece que estamos condenados a que siga sucediendo, mientras los padres de familia mexicanos se sigan molestando cuando los maestros amonestan a sus hijos o porque revisan sus mochilas.
Otro problema de esa magnitud se puede estar fraguando en la mente de un adolescente deprimido mientras se leen estas líneas. Algo puede estar oculto entre sus libros, entre sus ropas. Por cierto, ¿sabe dónde están sus hijos ahora y lo que hay en sus mochilas?
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