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Expediente criminal: ‘El amante’

Por Pedro Martínez

Publicado el miércoles, 21 de diciembre del 2011 a las 01:57


Juan Antonio pisó fuerte el acelerador de su camioneta para olvidarse de aquel amorío que lo había dejado sin aliento, sin alma

Ciudad de México.- La velocidad era extrema, su andar sin rumbo, con tintes suicidas, pero en uno de los tramos de la calzada Narro, en el sur de la ciudad, decidió pisar el freno y con las manos aferradas al volante rememoró aquel momento en el que terminó con la vida del esposo de su novia; él quien, sin duda, era el amante.

AMOR MALDITO
Los tiempos en familia no eran los mejores para Raquel Torres García, por eso cuando podía, dejaba a un lado los deberes del hogar, para procurar estar bien con su esposo Luis Enrique Puente.

Ya habían pasado 14 años desde que juró amor eterno ante Dios en el altar, pero ya no estaba tranquila, sus pensamientos buscaban emoción y sus sentimientos trataban de lidiar con la cotidianidad en la que vivía.

“Tenía 14 años casada con mi esposo (Luis) y de ahí procreamos tres hijos (Oziel, Valeria y Natanael), pero nunca le fui infiel, Juan sólo era mi amigo”, argumentó Raquel en una de sus declaraciones ante el Ministerio Público, la cual se encuentra integrada en el expediente 91/2009 que está archivada en el Juzgado Tercero del Ramo Penal.

Pero sus tentaciones eran obvias, su esposo desde hace años no pasaba tiempo con ella y mucho menos intentaba algo que le diera seriedad a la relación, por eso, un día de 2007, decidió tomar otros rumbos que le volvieran a generar un suspiro, un delirio de pasión desenfrenada.

Un mañana del mes de marzo de 2007, Raquel salió de su casa, ubicada en Ocotillo 277, de la colonia Loma Linda, tomó su camioneta Ford Explorer y salió con rumbo a la Zona Centro de la ciudad.

Ahí comenzó a buscar un taller mecánico que le diera confianza, así, al dar vuelta por la calle Bolívar vio que a lo lejos, en la esquina con General Cepeda, un negocio mantenía sus puertas abiertas.

“Ella llegó al taller y ahí nos conocimos. Desde ahí empezamos una relación muy fuerte; éramos novios”, aseguró Juan Antonio, quien en ese entonces contaba con 26 años.

Desde aquel día, Raquel se convirtió en una sombra para Juan; cuando podía acercaba su camioneta a las afueras del taller, hacía sonar el claxon y su nuevo amorío salía para tratar de componer su corazón y ser parte de los juegos de seducción que la madre de familia había iniciado días atrás.

“Ella comenzó a dar buenos consejos para mi vida; es muy cariñosa, la verdad, me empecé a enamorar de ella”, mencionó el mecánico.

Su camioneta ya estaba en buenas condiciones, Raquel sabía que el juego que había iniciado podría traerle consecuencias en su matrimonio que, de todas maneras, ya estaba podrido.

“Es mi novia, yo nunca lo oculté. Sabía que tenía esposo”, aseguró en su declaración.

Los días pasaron, los meses daban una seguridad a la relación y los años ponían a Juan y a Raquel en una intimidad absoluta, mientras Luis, en sus trabajos de albañilería, seguía en el olvido, sólo con la certeza de que su mujer le era fiel.

EL ACUERDO
Llegó 2009 y la inestabilidad emocional se adueñó de la familia. Luis, debido a las ofensas y desprecios que recibía de Raquel, se refugió en el alcohol; sus andanzas por las cantinas eran cada vez más recurrentes.

“Tomaba mucho, casi todos los días, ya casi ni hablábamos”, comentó la mujer que entregó su corazón a un joven que le daba los ratos placenteros que alguna vez soñó tener con su esposo.

Los ánimos, cobijados por las salidas espontáneas de la madre de tres hijos, estaban desgastando la cotidianidad de aquella comunión entre los cinco integrantes.

Aunque ya no había ganas, mucho menos fuerzas para tratar de rescatar el matrimonio, la invitación a una fiesta les llegó a su casa; eran los quinceaños de una sobrina de Raquel, por lo que tenían que estar presentes.

La fecha estaba puesta, el 14 de febrero a las 21:00 horas, y las ilusiones de Luis volvieron a encenderse, sabía que necesitaba una oportunidad como esa para reforzar ese amor perdido, sin saberlo, entre las manos de Juan, el amante

Raquel no dudó en ir, incluso pensó que era el momento para llevar a su amante, al mecánico que sólo se dedicaba a amarla en ratos y momentos pactados.

El 14 de febrero llegó, la madre de familia se levantó de su cama y se dirigió al teléfono, marcó los tradicionales 10 números del celular de Juan y le giró la invitación, claro, siempre y cuando no dijera nada de su relación de más de dos años que mantenían en secreto.

“Me habló y me pidió que si la acompañaba a la fiesta, pero que primero tendríamos que pasar por una amiga (Claudia) a su casa”, argumentó Contreras Rodríguez.

El reloj marcaba las 20:30 horas del día de los enamorados y Luis no estaba en casa, él se mantenía en la casa de Cristina, madre de Raquel, en donde se estaba tomando unas cervezas con Andrés, su suegro.

Por eso, el entusiasmo volvió enmarcar el rostro de Raquel, la felicidad se interpuso de manera obvia; pensó que su esposo no asistiría a la reunión, ya que su estado era deplorable.

“Me cambié, dejé a los niños en casa, y fui por Juan hasta la colonia Mirasierra, después me acompañó por una amiga, Claudia, a la colonia San Isidro, pero ahí teníamos que llevar a su mamá a Lomas del Refugio”, comentó la mujer.

Los tres tripulantes siguieron su camino, tenían que llegar a la Quinta Alejandrina, ubicada en calle Quince, de la colonia Lomas de Zapalinamé, para disfrutar de un momento de diversión sin, según ellos, la presencia Luis.

EN LA FIESTA
El sonido de la música alentaba a cuanto pasara por el lugar, las luces se podían ver desde las afueras del pequeño espacio llamado Quinta Alejandrina y los presentes disfrutaban desde el momento en que bajaban de sus vehículos.

Ahí, la camioneta color negra de Raquel se estacionó. Era manejada por Juan, quien al no encontrar un cajón seguro en las cercanías del salón, decidió colocarla en la terracería que abundaba en sus alrededores.

“No se te ocurra decir nada; por eso llegando quiero que te pongas a bailar con Claudia, para que nadie sospeche”, comentó la mujer de dos hombres.

Sentado en una de las nueve mesas instaladas en el interior del salón, Marco, el hermano de Raquel, platicaba tranquilo en compañía de su esposa e hijos.

“Vi que como a las 10 y media de la noche llegó mi hermana en compañía de un chavo, creo que se llama Juan Contreras, quienes se sentaron en la mesa con nosotros”, argumentó.

Pero de pronto, la sonrisa de Raquel se transformó en tristeza; Luis, su esposo, estaba bailando con Laura, una de sus hermanas, en medio de la pista.

“Lo que hice para evitar un problema mayor fue retirarme con Juan y mi amiga, pero en eso veo que nos empiezan a seguir; venía corriendo (su esposo)”, manifestó.

Aunque sus pasos eran rápidos, sus movimientos eran torpes, Luis Enrique zigzagueaba de manera notable por el estado alcohólico en el que se encontraba.

“¡Súbanse! ¡Súbanse! ¡Viene corriendo Luis!”, exclamó Juan.

Apresurados, con la adrenalina en las venas, Raquel y Claudia abrieron las puertas y alcanzaron a subir, pero Juan fue detenido por el esposo engañado: “Ya te cargó la chingada cabrón”.

Los golpes comenzaron a desmembrase, el odio, con un toque de “tequila”, que en esos momentos sentía Luis, estaba siendo expresado frente a su rival de amores, aquel que había visto por primera vez.

“Me empezó a pegar; la verdad yo no me dejé y lo golpeé también”, declaró ante el Ministerio Público en el 2009.

Aunque sabía que aquella imprudencia la había llevado a generar tal caos, en el sentido de haber juntado a su esposo y a su amante, Raquel intentó separarlos, pero no pudo, la lucha era intensa debido a que ambos peleaban por el amor y el despecho de una mujer.

“En eso me doy cuenta que vienen varios familiares de mi novia y me empiezan a pegar; patadas, puñetazos, de todo”, contó “el amante”.

Ante el sorpresivo ataque de los hermanos de su novia y después de haber dejado a Luis semiinconsciente en uno de los caminos de terracería, Juan logró escapar de aquella multitudinaria golpiza.

“Tomo las llaves del carro y me subo, en eso veo que Claudia ya estaba arriba en la parte trasera, pero por la prisa no me doy cuenta si Raquel iba”, argumentó.

APLASTADO
En tan sólo unos segundos, el velocímetro de la camioneta de su amada mujer había subido a 80 kilómetros. La rapidez era precisa y certera.
“En eso le preguntó a Claudia en dónde se había quedado Raquel, me dice que en el lugar del pleito, en eso doy la vuelta en ‘U’ para ir por ella”, explicó.

Con los nervios a flote y sabiendas que si regresaba al punto en donde se detonaron los hechos podría salir herido, Juan dio la vuelta para encontrarse con su amor perdido, por eso el acelerador tocó fondo en la pequeña vía de terracería.

Cegado, siguió su camino a una velocidad no considerada, volteó hacia el asiento trasero y vio a Claudia para saber en qué estado se encontraba, pero cuando puso de nueva cuenta su mirada en el volante sólo sintió que algo sacudía debajo de su camioneta.

Era Luis, quien después de la golpiza que recibió de manos del amante de su esposa, se puso en pie, caminó sólo unos cuantos segundos por el improvisado camino cuando de pronto fue arrollado, aplastado por la camioneta que alguna vez manejó.

“¡Vete! ¡Vete! ¡Llévate la camioneta! ¡Creo que lo mataste!”, gritó Raquel en el momento que su amante se acercó a ella para pedirle que subiera, a lo que le contestó, “De qué hablas, a quién maté”.

Luis quedó ahí, con el rostro desfigurado y con la sangre brotando de su cuerpo, formando un pequeño caudal de color rojo, por eso las personas que intentaron segundos antes ayudarlo no dudaron en perseguir a aquel hombre que se atrevió a jugar con fuego.

Ya en la camioneta, “Nos aventaron una piedra, la cual quebró el vidrio trasero, pero yo iba acostada”, narró Claudia, la acompañante del mecánico.

En eso, cansado de huir, pero con la idea de no entregarse a las autoridades, Juan o “El Sony” bajó la velocidad, se estacionó en uno de de los espacios de la calzada Narro y junto a Claudia determinó caminar hacia el sur de la ciudad.

Pero en su trayecto, Juan habló al celular de su eterno amor para saber lo que realmente había ocurrido. “¡Lo Mataste! ¡Eres un pendejo!”. Era Aracely, quien le arrebató el celular a su hermana Raquel.

“Yo me enteré hasta que me dijeron, así que caminamos hasta la Clínica 73 del IMSS y ahí tomé un taxi que nos llevó hasta la colonia Santa Anita”, argumentó.

Las llamadas pararon, el amor clandestino entre los dos había cesado, pues aunque negó haber atropellado de manera intencional a Luis, “El Sony” fue detenido por personal de la Policía Investigadora del Estado.

“En serio señor, sólo sentí algo por debajo de la camioneta, pero jamás pensé que era un hombre”, fueron las palabras que ofreció a la autoridad, quien lo detuvo en su domicilio.

Por eso, al ver las pruebas presentadas y los argumentos dichos por el inculpado y de varios testigos, la juez tercero del Ramo Penal sólo le giró una sentencia mínima, alcanzando 3 años y 4 meses de prisión, misma que le concedió el beneficio de la libertad bajo fianza.

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