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Fausto de Hoyos fallece a los 68 años

Por Orquídea López Allec

Publicado el jueves, 16 de agosto del 2012 a las 14:00


Un pilar muy importante en el ámbito cultural para la frontera norte de Coahuila: Hombre de retos, responsable, alegre...

Piedras Negras, Coah.- Un pilar muy importante en el ámbito cultural para la frontera norte de Coahuila: Hombre de retos, responsable, alegre, sensible y quien fomentó en todo momento la unión familiar.

Fue don Pablo Fausto de Hoyos Martínez, para algunos mejor conocido como Fausto Morantes (su seudónimo para la escritura y la actuación), a quien muchos recuerdan como un excelente histrión, dramaturgo, escritor, amigo, esposo y padre.

A la funeraria se han congregado familiares y amigos que enfrentan con profundo dolor su ausencia.

No obstante, por ese carácter de cordialidad y alegre que le caracterizaba, las anécdotas divertidas salen a flote, dando pie a rememorarlo de esa forma.

Su hijo mayor, Pablo Fausto, habla con enorme orgullo de su padre, aquel que le enseñó los valores, que le inculcó las artes y que le mostró el camino del bien, siempre con buenos ejemplos.

El actor, director de teatro y promotor cultural, quien nació en Saltillo, Coahuila el 14 de agosto de 1944, falleció precisamente el día de su cumpleaños número 68.

El 2 de julio de 1966, teniendo como testigo el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe de Piedras Negras, unió su vida a su amada compañera de vida: Doña María Guadalupe Vázquez Ura, con quien formó una bella familia integrada por sus hijos: Pablo Fausto, Félix Fernando, Marla Dulce Elena y Érika Samantha.

Su carrera histriónica tuvo sus inicios en el Distrito Federal, donde empezó montando obras de teatro para el Instituto Nacional de Bellas Artes con otro de los pilares de la cultura en esta frontera norte, el licenciado Eduardo Barrientos, además de actores que ahora son muy reconocidos a nivel internacional como Héctor Bonilla y Sergio Bustamante.

Pablo Fausto rememora con inmenso orgullo la calidad histriónica de su padre. Lo hace a través de una anécdota que le quedó muy marcada cuando apenas tenía como nueve años de edad.

“Él hacía una obra de teatro que se llamaba Todos contra el Payo, mi padre era el Payo y todos lo golpeaban y lo agredían, era un trabajo tan fuerte y su trabajo tan bueno que en momentos yo quise subirme al escenario para evitar que siguieran agrediendo a mi padre”, recuerda.

Fueron tantas enseñanzas que Pablo Fausto y sus hermanos tienen como legado de su padre, y tantas experiencias vividas que marcaron su niñez, su adolescencia, juventud y madurez.

Una enorme enseñanza de solidaridad aprendió su hijo mayor, cuando en 1985 les tocó vivir el terremoto del 19 de septiembre en la Ciudad de México, donde ellos radicaban y donde decidieron ser brigadistas voluntarios.

“Mi padre era administrador del multifamiliar Miguel Alemán, pero al multi de él no le tocó”, indica su hijo.

Pero, el multifamiliar Benito Juárez sí colapsó y éste era administrado por un amigo de don Pablo Fausto, quien no lo pensó y acudió al lugar, que era símil a un campo de batalla por la destrucción que ocasionó el fenómeno natural, a prestar su ayuda a heridos junto a su hijo mayor, el cual en ese entonces tenía 17 años.

Con un dejo de tristeza, comparte Pablo Fausto que esa anécdota se la recordó a su padre al momento que estaba internado en el hospital, previo a su fallecimiento: “Le dije, estoy dando los rondines como en el terremoto, para que nada pase y tú estés bien”.

Sin embargo, ya la vida de don Pablo Fausto se extinguía, no sin antes convocar, como siempre lo hizo, a cada uno de sus hijos y su ahora viuda para hacerles algunos encargos y partir en paz.

Irónicamente el día en que celebraba su cumpleaños número 68 dejó de existir físicamente, ya que su legado perdurará en la memoria de la ciudad que lo acogió por tantos años y donde incentivó lo que para él debe formar parte de la vida de cada ser humano: Las artes.

Fausto Morantes
y su tribu
Don Pablo Fausto, en ese afán siempre de fomentar la unión familiar, decidió involucrar en cada una de sus actividades a su familia, al tiempo en el que educaba a sus hijos apegados a las artes.

Es como llega a Piedras Negras, Coahuila, tras el sismo del Distrito Federal, para trabajar en el ISSSTE-Cultura, a la par de iniciar su compañía de teatro familiar: La Tribu Morantes.

Inició su trabajo actoral en esta frontera norte en coordinación con los teatristas de Piedras Negras, entre los que se destacan Eduardo Barrientos, Carlos Flores Revuelta y Ramón Carrillo, entre otros.

Como promotor cultural fue un gran anfitrión, recibiendo a artistas como Susana Alexander y Gabino Palomares, con quienes convivía y aprendía al mismo tiempo.
Por muchos años, La Tribu Morantes se dedicó al teatro infantil, montando puestas en escena con teatro guiñol, en escuelas y escenarios como la Feria del Sol.

Tras tomar un diplomado en artes escénicas en la Universidad de Nuevo León, formó la compañía Transcender, un grupo que montó obras más complejas en cuanto a la actuación.

Los proyectos montados no sólo fueron presentados en Piedras Negras, sino éstos salieron a diferentes ciudades de Coahuila y otras entidades como Tamaulipas y Guanajuato.

Obras como “Pedro y el capital”, de Mario Benedetti, les abrió las puertas a diferentes recintos dentro y fuera del estado.

Luego, don Fausto Morantes se dedicó a los monólogos; uno de los cuales, y que a decir de su hijo, engloba todo su trabajo histriónico es: Suerte Perra.

Don Fausto Morantes demostró entonces que los monólogos podían ser entretenidos, divertidos y hasta interactivos.

Y es que en Suerte Perra evoca a un vagabundo pepenador, donde su mejor amigo es el perro Fiebrara, un personaje imaginario que al momento de actuar, don Fausto Morantes hacía creer que en realidad éste existía.

“Esa capacidad de hacer lo invisible visible es el trabajo de un actor profesional y mi padre lo hacía”, relata su hijo.

“Me sorprendía mucho”, expresa.

Una obra jocosa que tenían en proyecto retomarla, tras haberla interpretado hace varios ayeres, era: Los Machos, destaca su hijo Pablo.
“Esta obra no tiene libreto y es pura improvisación, jugábamos con el público, teníamos que tomar cuatro puntos básicos para actuar y lo demás lo creábamos, hacíamos libretos diferentes”, indica.

Sus letras
Pablo Fausto destaca al hablar de su padre que una de las facetas que más amaba era escribir.
Recuerda cómo solo se sentaba primero frente a la máquina de escribir y más tarde frente a la computadora, y las ideas fluían de inmediato, como fluye la música de un piano al ser ejecutado.
“Yo admiraba esa capacidad de sentarse y escribir”, dice.
Entre las creaciones de Fausto Morantes se encuentra el monólogo Suerte Perra y La Pastorela Fronteriza, que se adapta a la vida de la ciudad que le acogió como oriundo.

También editó Historias Mínimas, un libro que él mismo se financió mediante su editorial A la Brava.

Pero, sin duda, desde hace 12 años es parte importante de las plumas de periódico Zócalo con columnas culturales como Historias Mínimas, Blanco y Negro, Cosas que pasan y últimamente con el compendio histórico: Culturas Prehispánicas.

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