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José Alfredo, las rancheras han muerto

Por Agencias

Publicado el miércoles, 23 de noviembre del 2016 a las 19:19


En el pie de página del programa de los Grammy Latinos rezaba una advertencia para México

EL PAÍS / Ciudad de México.- En el pie de página del programa de los Grammy Latinos rezaba una advertencia para México: “La categoría de música ranchera no se celebrará por falta de inscripciones”. Y, aunque estos galardones nunca han sido especialmente relevantes para el género, ese fue el remate final para destapar lo que todo el mundo se temía: las rancheras han muerto. Con la desaparición de los últimos grandes—la retirada de Vicente Fernández de los escenarios, la muerte de Juan Gabriel y de Joan Sebastian— la música vernácula por excelencia, referente de toda una nación, se ha quedado muda. No hay artistas nuevos, los compositores que quedan se han pasado a la banda norteña o al pop para sobrevivir y los lamentos cantados frente a un vaso de tequila ya huelen a vintage.

Martín Urieta, último autor vivo de la banda sonora parrandera hecha en México, explica con dolor que a sus 76 años está viendo cómo se muere el género de su vida, cómo da “pataditas de ahogado”, precisa. El hombre que compuso Acá entre nos o Mujeres divinas, que Vicente Fernández los convirtió en el himno de cualquier cantina que se precie, se encuentra escribiendo rancheras para un sevillano (sur de España), que “pese a ser extranjero ha entendido muy bien el género y canta de maravilla”, añade. Porque en México la música ranchera, según cuenta, ya no vende. “Nos hemos dejado invadir por la cosa gringa del pop y ya no existe una radio que dinfunda nuestra música”, se lamenta uno de los pocos que todavía se aferra en seguir la estela romántica de José Alfredo.

Un día como este miércoles, pero hace 43 años, moría de cirrosis el gran compositor de música ranchera, José Alfredo Jiménez, y su nombre es lo más comentado en las redes sociales modernas, porque temas como El rey, La media vuelta, o El último trago (por citar algunas), interpretados por todos los grandes, desde Chabela Vargas, Vicente Fernández hasta Luis Miguel, le confirieron la inmortalidad en los corazones mexicanos. José Alfredo sigue más vivo que nunca el día que anunciamos la muerte cerebral del género y Urieta tiene una explicación: “Sencillamente antes los autores hacían canciones para vivir, ahora las hacen para comer”.

Para vivir y para “pasar a la posteridad”, precisa Urieta desde el otro lado del teléfono. “Los compositores de rancheras son como los futbolistas: hay de todo, pero existen unos pocos de selección nacional, a los que les canta el pueblo y permanecen para siempre”, explica el autor. El problema para el género mexicano por excelencia es que ninguno reconocido tiene menos de 70 años.

“Las rancheras están en coma. No hay producción porque nadie la difunde, por eso no se animan. La radio está metida con la música grupera o el pop, el camino fácil. Para emitir música ranchera, primero hay que conocerla”, señala uno de los expertos en la materia, locutor y promotor musical, Gustavo Alvite. No queda claro si una música e intérpretes tan ligados a las tradiciones puedan adaptarse a las nuevas plataformas de difusión por Internet. Cuesta imaginarse a un nuevo Vicente Fernández surgiendo desde Youtube.

El último éxito que se compuso fue, según cuenta Alvite, Estos Celos —producida por Joan Sebastian e interpretada por Vicente Fernández—, y ya han pasado ocho años. El locutor continua: “Ocurre que después de las tres principales figuras de la musica ranchera que quedaban, como Vicente fernández, Juan Gabriel y Joan Sebastian, no ha salido ningún otro artista”.

Cuando las rancheras mueren, uno piensa en El Potrillo. Pero Alejandro Fernández —quien tomó el testigo de su padre cuando Vicente se retiró de los escenarios en abril— no parece ser la salvación del género. Aunque hasta ahora había combinado estratégicamente su traje de charro, ajustado a la cintura, con su contoneo de caderas al más puro estilo latin lover, camisa de mezclilla desabrochada hasta el pecho y pantalones pitillo, cada día se aleja más de las maneras tradicionales de su padre. Y en esto de las rancheras, se sigue repitiendo lo de “o uno es macho o es guapo”, como señalaba Chente, que subía siempre armado al escenario y se emborrachaba con el público.

“Los programas de talento en la televisión siempre premian a un cantante de rancheras. Pero ahí se queda la cosa, no triunfa más allá del programa”, explica Alvite. “Hay todavía compositores, pero no se conocen porque no tienen posibilidades económicas. Y sobre todo porque no hay un referente, un líder, un modelo”, añade el locutor.

La música de banda o norteña es la salvación para muchos autores de rancheras, aunque no parece tener muchas salidas. “Lo más terrible es que los propios intérpretes o miembros del grupo acaban haciendo canciones, que aunque no tengan calidad, las difunden igual. Lo importante es sacar el tema rápido, son compositores improvisados”, explica Urieta.

Uno de los símbolos del folclore mexicano, la intérprete Eugenia León, reconocía a su llegada a los Grammy Latinos, que las rancheras han entrado en un estado de pausa. Aunque ella lo veía desde un ángulo más optimista: “Es verdad que con la salida o la pérdida de algunos grandes, las rancheras se han quedado algo huérfanas. Pero yo creo que alguien está ahí escondido preparándonos una sorpresa. Llegará un artista nuevo para levantarla”.

En un rincón decadente de la capital de México, en la plaza Garibaldi, los mariachis reciben al turista con uno de los patrimonios nacionales, referente del país en el mundo. Allí las canciones de José Alfredo o de Martín Urieta las cantan incluso los más iniciados en el género. El autor de Acá entre nos —aquel al que Vicente Fernández se refiere en su canción cuando grita: “¡Ay, Martín! ¡No cabe duda que también de dolor se canta, cuando llorar no se puede! “— nos da una pista:

— ¿Cuál es el secreto para alcanzar la posteridad?

— La madre de una buena canción es la vivencia. Por eso, mientras uno viva, tiene que seguir escribiendo.

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