Arte
Por Redacción
Publicado el martes, 21 de febrero del 2017 a las 10:05
Rodolfo Naro | Saltillo, Coahuila.- Invadidas las librerías por narconovelas, llega El Salvaje (Alfaguara, 2016) a demostrarnos que la violencia, la corrupción y la impunidad no son temas nuevos en México ni de la última década. Ubicada en la Unidad Modelo de Iztapalapa a finales de los 60 entre sus laberínticas calles de casas de clase media, pero sobre todo en sus azoteas, El Salvaje narra la vida de la familia de Juan Guillermo Valdés, una familia que está a punto de morir.
Juan Guillermo, un chico de 14 años que tendrá que aprender a llorar, “yo no lloraba. Nunca. Mi padre presumía frente a sus amigos que jamás me había visto llorar. Y era cierto, no recordaba llanto en mi vida después de los 4 años”. Su papá, su mamá, abuela, hermano, perro y sus periquitos australianos, Whisky y Vodka, no saben que al futuro le restan apenas tres semanas.
El asesinato de Carlos, su hermano mayor, a manos de un grupo de jóvenes católicos quienes, “enfermos de dios”, organizados en una pandilla propia de skinheads, hacen justicia por su propia mano, siempre en nombre de las buenas costumbres, en nombre de Cristo.
El Salvaje arranca con el asesinato de Carlos, hijo y hermano modelo, a manos de los “buenos muchachos”, grupo encabezado por los vecinos Humberto y Antonio, y protegidos por el comandante Zurita y el párroco Arturo.
A Carlos lo matan de una manera lenta y cruel: ahogado en el tinaco de una de las azoteas que los muchachos de la Unidad Modelo usan como hábitat, lugar en el que aman, juegan y vigilan. En las azoteas se esconden de la policía que, tras la matanza de Tlatelolco, realiza redadas de jóvenes que andan en la calle. La muerte de Carlos, en la cual, Juan Guillermo participa involuntariamente, un par de años más tarde propiciará la muerte de toda la familia.
Escrita con cortes quirúrgicos y largas elipsis, conoceremos el pasado de Juan Guillermo y su familia, la escuela privada en la que estudia, que más que una institución educativa es como un centro escolar provinciano, en donde la doble moral es la letra de cambio.
Por la voz de Juan Guillermo, conoceremos también a su palomilla de amigos, “El Pato”, “El Jaibo” y “El Agüitas”; sus primeros amoríos con Fuensanta, hija de un corrupto diputado, y en la adolescencia, con Chelo, una vecina que se convierte en su primer amor. Conoceremos a Sergio Avilés, un viejo domador de tigres de circo, el cual se convertirá en su guía y tutor. “No corras, no hagas movimientos bruscos, no trates de huir, no los mires a los ojos y jamás les des la espalda”. Le aconseja Avilés sobre los tigres y sus enemigos.
Asimismo, a miles de kilómetros de la Ciudad de México, en Yukón, el estado más al norte de Canadá, colindante con Alaska, un hombre busca un lobo para matarlo. Amaruq, mitad esquimal, mitad escocés, en las interminables praderas de nieve, obsesionado, recordará las palabras de su abuelo inuit: “De todos los lobos que veas en tu vida, uno solo será tu dueño. Le pertenecerás. Tratarás de cazarlo y te evadirá una y otra vez. Lo verás desaparecer de un segundo a otro. Y te obsesionarás con él. Dedicarás tu vida a perseguirlo. Ese lobo será tu dios. Escucharás sus aullidos por las noches y sabrás que no llama a otros lobos, que te llama a ti. Algún día cruzarán miradas y verás en la suya quién eres. Ese lobo eres tú”.
Espiral de venganza
Al hombre y al lobo les llegará su hora, juntos emprenderán una carrera hacia la muerte, así como Juan Guillermo, al olvidar las palabras de su padre: “que tu calidad humana no dependa de la calidad de los demás. Si ellos son asesinos, tú no te convertirás en asesino”. Juan Guillermo encauzará su vida hacia una espiral de venganza, hasta cruzarse con Amaruq. Ambos personajes y líneas narrativas se unen en las nevadas praderas de Yukón.
El Salvaje es una novela que se mueve en el tiempo y en el espacio, comienza bajo el cielo de la Ciudad de México y termina como una road movie al norte del continente. Es también la novela más personal de Guillermo Arriaga, ganador del Premio Mazatlán de Novela 2017, escrita en los últimos cinco años, en ella, Arriaga reúne todo su universo: la naturaleza, la cacería, la relación entre hombres y animales.
Nadie mejor que Arriaga para conocer la condición humana, el amor y el odio, la vida y la muerte, temas que lo han obsesionado a lo largo de su carrera y que se han reflejado en sus películas: Amores Perros, 21 Gramos, Babel, Los Tres Entierros de Melquiades Estrada, El Búfalo de la Noche y The Burning Plain; en sus novelas, Escuadrón Guillotina y Un Dulce Olor a Muerte, así como en sus cuentos: Retorno 201; pero no tan vivamente como en estas páginas.
El Salvaje es una novela de iniciación, de pérdidas y reencuentros, una historia de familia, de amigos entrañables y de grandes lealtades. Escrita sin adjetivos, la dureza de la narración raya en la crueldad de la supervivencia. En el mundo de Arriaga no sobrevive el más fuerte, sino el más astuto. “Piensa como lobo”, recordará Amaruq las palabras de su abuelo. “Lobo temerario, lobo fantasma, lobo casi imposible de cazar”. El Salvaje vive en un mundo donde todos somos animales.
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