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Por Ruta Libre
Publicado el lunes, 3 de julio del 2017 a las 14:50
Por: Rodrigo Flores
Saltillo, Coah.- Aquella noche, Alejandro Molina caminó entre la oscuridad hacia la parcela ubicada en la parte trasera de su vivienda. Una luz a lo lejos le llamó la atención, no había nada en esa dirección, sólo el desierto y una luminosidad que se hacía cada vez más grande.
Entre el sonido de los grillos y la luz de la luna, llegó hacia donde se veía aquel resplandor. Era fuego, una llama que salía de la tierra. De pronto, a unos metros, vio una más, después otra en dirección contraria mientras parte de la tierra se desplomaba.
El joven corrió para ponerse a salvo sin dejar de observar con asombro aquel fenómeno registrado en el ejido El Potosí, en Galeana, Nuevo León, que deja en el aire un aroma azufroso. Su madre le había dicho que desde hace algunos años salía fuego sin saber cuál era motivo.
Según habitantes de la comunidad este fuego, que sale de la tierra como si se tratara de la entrada al infierno, ya tiene por lo menos 20 años en la zona. En la actualidad, su preocupación ha sido que no existe una autoridad que describa qué es lo que está pasando, ni un informe sobre el riesgo de vivir cerca de estos predios.
El ejido se encuentra sobre la carretera 57, a poco más de 110 kilómetros de Saltillo. Su población no sobrepasa las 30 familias, dedicadas la mayoría al campo, aunque algunos dejaron de sembrar por el avance de ese fuego que se sigue comiendo la tierra.
A la fecha, unas 20 hectáreas han sido consumidas por ese calor que brota de las entrañas de la Tierra, imperceptibles llamas que siguen arrasando silenciosamente, llevándose a su paso plantas y animales, dejando la tierra inservible.
ARRASA CON TODO
Sentado al pie de un árbol, Isidro Molina observa al horizonte. A lo lejos, un nogal da señales de vida que parece pronto acabar, la mitad de él se encuentra seco, el incendio subterráneo acabó con él, como terminó con el resto de los árboles que había en ese terreno y que ahora son cenizas.
Isidro ha vivido toda su vida en el ejido, por eso puede atestiguar que fue hasta hace algunos años cuando descubrieron que de la tierra brotaban llamas. Lo extraño fue que donde comenzó el fenómeno antes había grandes cantidades de agua, hoy es una especie de cráter consumido por la erosión.
“Esto ya tiene muchos años, no sabemos qué es, empezó en aquella parte (una loma), ahí era pura agua, después se secó, es un terreno muy grande, y algunas partes ya se hundieron”, comentó el hombre.
En sus ojos refleja tristeza, recuerda con melancolía los sembradíos de otro tiempo, aquellos que le daban de comer a él y su familia; tierras que ya se quedaron estériles, una esterilidad que sigue avanzando, como desde hace 20 años.
Los habitantes dicen que ha cambiado el clima. Las temperaturas en aquella región son altas, pero quienes viven cerca del incendio subterráneo mencionan que el calor aumenta por lo menos cinco grados a la intemperie.
Conforme la gente se acerca a las grietas, la temperatura supera los 100 grados centígrados. El calor se vuelve insoportable, no se puede estar mucho tiempo sin comenzar a sentir que la piel arde, como cuando se está sobre un tizón encendido.
CORRE COMO LAVA
Lo que parece la entrada al infierno es un terreno de unas 20 hectáreas que han sido consumidas. La ola de calor subterráneo crece en dirección a la carretera 57, donde se prevé, consumirá los caminos y algunos corrales de ganado que están en el paso.
Las altas temperaturas y el incendio interior lograron abrir la tierra como si fuera un terremoto, heridas que quedaron marcadas como si se tratara de una zona sísmica. Y así lo creen los habitantes, como don Isidro, que toma todas las precauciones cuando camina sobre ese terreno minado por quién sabe qué capricho de la naturaleza.
“Están bien hondos los pozos. Hay unas ‘hebras’ (grietas) muy ondas, la lumbre va por debajo, toda la loma está igual. Son puras ‘hebras’ largas. Quién sabe qué será; ya tiene muchos años todo eso”, comentó.
Entre sus recuerdos se le viene a la mente una gran laguna que abastecía al pueblo. Esa cuenca estaba ubicada donde hoy es una especie de cráter, como si un meteorito hubiese caído dejando un hundimiento de dos metros de desnivel.
Por eso cuando los ejidatarios intentaron explicar el fenómeno, comenzaron a decir que fue porque en el lugar había árboles que con el tiempo se secaron, igual que el agua que brotaba del subsuelo. Y que cuando ya no quedó nada y el agua se evaporó por completo, la tierra sepultó los troncos y vegetación seca.
Su lógica les dice que el calor provocó un incendio bajo la tierra, y que la lumbre se expande conforme consume aquellos árboles secos. La versión parece lógica. Lo que no encaja es que el incendio ya duró 20 años, y no hay bosque que dure encendido tanto tiempo, ni siquiera bajo la tierra.
Además, los mismos habitantes han sumergido varas en el terreno para saber la profundidad, sin lograr llegar al fondo, sin encontrar a su paso ninguna brasa que muestre que el origen de aquel calor proviene de troncos o hierba seca.
NADIE LES DA RESPUESTA Descubrió que de la nada la tierra comenzó a abrirse. Cientos de estrías dividieron el terreno y de ellas salía humo, en ocasiones llamas que podían observarse por la noche. La temporada de cosecha había terminado para siempre, no existe planta en la región que pueda soportar tan altas temperaturas.
En tiempo de frío el terreno en el que alguna vez sembraron maíz se convierte en una nube de gases. El vapor crea una densa neblina que cubre el valle, mientras el interior de su casa es frío. Ahí, en el cráter que arde, la temperatura es peor que si fuera verano.
“Aquí era un ojo de agua. Me acuerdo que empezó allá en la loma (parte sur del predio)… Ya tiene mucho, yo creo unos 20 años; ahí comenzó y se empezó a extender para acá. Desde ese entonces ya salía fuego”, platicó la mujer.
A pesar del peligro que representa, dice ya se acostumbraron al fuerte olor azufroso. Su familia corrió con mucha suerte porque el avance de aquel fuego interno siguió su camino sin llegar a su casa, se detuvo a escasos 10 metros de la puerta de entrada y se siguió de largo.
El último sobresalto fue hace un par de meses. La tierra comenzó a hundirse de forma acelerada, por eso pidieron apoyo a las autoridades. Dice que acudieron elementos de Protección Civil del estado de Nuevo León, así como especialistas de la Facultad de Ciencias de la Tierra, inclusive de la UNAM, sin embargo, nadie regresó a darles un informe sobre lo que sucede bajo sus pies.
“Ha venido mucha gente, vinieron de Protección Civil, pero no hacen nada, no nos dicen qué es, por qué sale fuego. Ahorita en las mañanas amanece como si fuera neblina, pero es el humo, no sabemos qué hay abajo, qué sea, porque ahí sigue, no se ha apagado”, agregó.
PELIGRO LATENTE “Si no conoces sí está peligroso, porque te hundes, pero nosotros ya sabemos dónde pisar”, platica mientras sonríe de forma nerviosa, ya que recuerda algunas caídas que sufrió al tratar de averiguar el motivo de aquel calor.
Conforme avanza, el terreno árido va cambiando su color, de gris a un óxido y negro, igual que la temperatura, que es más alta conforme se avanza. Es indudable saber de inmediato dónde va el incendio por el humo que emana de una grieta.
Apenas se acerca y pierde pisada, de inmediato trata de incorporarse. Dice que permanecer mucho tiempo “enterrado” puede ocasionar quemaduras graves. Lo comprobó al meter la mano en una de las zanjas abiertas.
Apenas introdujo sus dedos y de inmediato los sacó, no soportó el calor que surgía de ese pozo, en el que el vapor se veía a simple vista, a pesar de que era medio día.
“Estas tierras eran donde cultivaban mucho maíz, ahora pues ya nada, por lo mismo que está la lumbre. Lo que sí nos molesta es el olor, huele bastante mal en la mañana, cuando hace viento se viene y huele bastante; en tiempo de frío se ve bien cerrado como si fuera neblina, y no es, es el humo”, expresó.
TRAE MUERTE
En esa tierra árida y encendida la vida no dura mucho. La prueba es un cachorrito que se encuentra a su paso. Parece estar dormido, no tiene heridas ni huele mal, a pesar de tener varios días de muerto. Lo más probable es que haya caído en una de las grietas y murió víctima del intenso calor que lo consumió lentamente, como al resto de la vida en ese predio.
El aire que movía las ramas de un gran nogal cercano a la dirección que va el incendio subterráneo, hace recordar al joven que antes, en el mismo lugar donde hoy no hay vida, existía una nogalera, incluso árboles de tule, considerados como los de mayor diámetro del mundo.
De ahí sale la posible explicación, que las raíces de estos árboles gigantes son las que mantienen viva la llama, luego de que uno de los habitantes incendiara un tronco que quedó de uno de éstos. Aunque, como la otra teoría, les parece exagerado que las raíces sean kilométricas.
“Sale el vapor, humaredas, incluso se ven llamas, pero va caminando, dicen que es una raíz del tule, por donde corría el agua, y está ardiendo, está corriendo por donde iba el agua, ahorita rápido que corre la lumbre, va cayéndose la tierra, se hacen zanjas”, compartió el ejidatario.
Se puede observar cómo el fenómeno avanza en dirección a la carretera 57, destruyendo uno de los caminos que dan entrada al ejido, por lo que no descartan que en un futuro ese camino sea destrozado, y tendrán que buscar otros senderos para no quedar incomunicados.
“Ese corral se lo va a llevar (señala donde guardan las chivas), el camino igual, se ve cómo va avanzando, eso no se va a apagar, como que se había apagado ya hace mucho, pero volvió a prender, pero sí huele muy feo y hace mucho calor por eso”, dijo Alejandro.
EL OTRO INFIERNO
Este ejido no es el único cuya tierra arde. A unos 100 kilómetros de ahí, en el municipio de Aramberri, Nuevo León, se ubica La Trinidad, un ejido donde sus habitantes reportaron que en abril de este año comenzó a arder el suelo.
Ileana Guevara tiene su vivienda a unos cinco metros de donde comenzó todo. Tiene poco de haber llegado al lugar, donde construyó una vivienda para su familia, sin imaginar que se iba a poner en riesgo.
Ahí las llamas superaban el metro de altura, según recuerdan, mismas que comenzaron a arrasar con la vegetación de matorral, mezquite, y algunos árboles adultos de la superficie. El humo intenso alertó a los habitantes, quienes reportaron el incendio a Protección Civil Municipal.
Al llegar los cuerpos de rescate, observaron que no era un reporte común, el incendio avanzaba bajo tierra, y no tenían idea de cómo sofocarlo. Ileana dice que ya está acostumbrada, aunque el temor de que el fuego llegue a las viviendas la tiene intranquila.
“Nos dimos cuenta porque se miraba humo ahí, debajo de la tierra. De ahí se fue extendiendo, era muy profundo. Dicen que por ahí corría agua antes, que era una acequia, y las plantas que quedaron se están quemando”, platicó.
Tratan de explicarlo con una conjetura similar a la de los habitantes de El Potosí, aunque desconocen que el caso sucede al mismo tiempo en diferentes comunidades, e incluso en otro ejido cercano conocido como La Sandía, aunque en dimensiones menores.
Elementos de Protección Civil de Aramberri fueron los encargados de atender el reporte en los ejidos La Sandía y La Trinidad, pero incluso ellos, expertos en fuego, desconocen el motivo por el que podría estar “hirviendo” la tierra.
Según comentaron, aquel día atendieron el reporte de un “volcán” que surgía de la tierra, de acuerdo con la versión de los habitantes, quienes temían una tragedia por las condiciones en que se encontraba el terreno de unos 500 metros cuadrados.
El terreno estaba agrietado por donde las llamas salían y emitían un olor peculiar, “como a azufre”, dicen, mientras una capa de humo limitaba la visibilidad del terreno y los trabajos de los apagafuegos.
“Ellos pensaban que era algo de un volcán, pero no, empezaron a decir que era un basurero, que antes había una laguna, no saben ni qué, pasamos el reporte a las autoridades del Municipio, mandaron una retro, hicieron excavaciones en el perímetro del incendio”, comentó Daniel Villanueva, integrante del departamento.
Debido a que el incendio no cedía, se ordenó llevar pipas de agua para vaciarlas en todo el territorio, aislado ya por una excavación, por lo que 85 mil litros de agua fueron depositados en el lugar, logrando sofocar el fuego visible.
La estrategia sirvió de poco, pues las excavaciones de unos dos metros de profundidad lograron aislar el fuego por unos días, pero después cruzó la línea y siguió avanzando, aunque ya en menor intensidad. A pesar de que el incendio sigue activo, elementos de Protección Civil dicen que no hay peligro para quienes viven en los alrededores, aunque los operativos de vigilancia siguen como monitoreo del fenómeno.
LA CIENCIA HABLA
Las conjeturas de los involucrados a este fenómeno no están tan fuera de la realidad. Hablan de algún material que se consume desde el interior de la Tierra, que por alguna causa originó una chispa y activó la llama que hoy mantiene vivo el incendio.
Especialistas de la Facultad de Ciencias de la Tierra, de la Universidad Autónoma de Nuevo León, asocian estos incendios terrenales a la combustión de materia orgánica; acudieron a realizar algunas pruebas para saber por qué la tierra se consume en llamas.
El doctor Ignacio Navarro, especialista en Hidrogeología y Agua Subterránea de la UANL, mencionó que en Nuevo León existieron algunos pantanos que a lo largo del tiempo se secaron y encima de ellos comenzaron a fundar los actuales ejidos.
Esta materia orgánica de los antiguos pantanos que quedó sepultada, también bajó su nivel de agua, con el tiempo se secó, convirtiéndose en material combustible.
“Cuando tenemos nosotros materia orgánica, por un proceso de descomposición anaeróbica de la materia orgánica, se genera calor, cuando además de generarse calor, estas turbas o el material de estos pantanos aumentan su temperatura, una grieta lleva aire hasta la superficie donde están estas turbas, se provoca un incendio”, explicó el especialista.
Estos incendios que comenta son intermitentes, ya que las lluvias de alguna manera pueden sofocarlos, y contrario a esto, en temporada de sequía como la que atraviesa el país, pueden avivarlos.
“Es un proceso más o menos cíclico, es un proceso natural, lo que sí es que la gente se alarma en estas zonas donde tenemos algunos ejidos, y eso es lo que genera una cierta expectativa y curiosidad, y hasta temor de la gente, algunos piensan que son volcanes que van a surgir”, agregó.
Hipótesis REFORZADA Esta investigación partió en torno a la historia del cambio climático en zonas áridas de México, con la observación de las exhalaciones de humo por las grandes grietas, fenómeno hasta hace algunos años, único en el país.
Estas exhalaciones de humo, aunadas a las altas temperaturas del suelo e inclusive llamas, se han podido documentar en el estado de Puebla y en el Estado de México.
Los especialistas asignados al valle de El Potosí tuvieron que excavar y analizar los sedimentos, determinando que esto se debe a la combustión de depósitos de materia orgánica, producto de la fosilización de residuos vegetales, según el reporte.
Hasta hace algunos años no se había tenido interés por el estudio de estos predios, lo cual provocaba incertidumbre en los ejidatarios, quienes son los testigos de estos incendios terrenales, sin embargo, hasta ellos no ha llegado un reporte del porqué de la combustión subterránea.
De acuerdo con el reporte de la UNAM, esta capa de material orgánico, tiene un grosor de un metro, y se formó entre 19 mil y 12 mil años atrás, que era un lago profundo, donde prevalecía un ambiente cálido y húmedo con vegetación densa.
Esta laguna se extinguió debido a la sobreexplotación del agua subterránea, y a la sequía que existe en el país.
EL OLOR A AZUFRE
El doctor Ignacio Navarro añadió que esta materia química en incineración provoca la emisión de algunos sulfuros, de ahí el olor a azufre y que la gente los asocie con actividad volcánica. También señaló que esto pudiera ocasionar malestar en la población al estar expuesto a estos olores.
“A la larga es un tanto molesto, primero por los olores, pero además por la exposición a la que puede estar la gente por el dióxido de carbono que se está quemando, o el mismo dióxido de azufre, y esto puede llegar a ser una situación molesta y no deseable en términos de salud”, expuso.
Según la geografía de Nuevo León, no existe una conexión física entre el incendio registrado en El Potosí, como los reportados en La Sandía y La Trinidad, sólo se trata de fenómenos similares, por estar ubicados en zonas de pantanos a grandes distancias.
De acuerdo con las características de estos incendios, el doctor señaló que es difícil poder controlarlos, aunque se ha pensado en mantener un riego sobre la superficie afectada para sofocar las llamas.
Esta posibilidad se vuelve casi imposible, por estar ubicados en zonas de-sérticas, por lo que todo se reduce a la atención que puedan dar los cuerpos de Protección Civil en ambos municipios, a través de operativos de vigilancia.
El problema que más se pudiera presentar es la psicosis que generaría el mal manejo de la información a través de redes sociales, creando una psicosis por ideas erróneas.
“Es preocupante que la gente se asuste, aunado a la ignorancia sobre los fenómenos geológicos. Algunas veces manipulados por algunas personas o grupos, ahora con las redes sociales es muy fácil crear ideas erróneas de estos casos”, concluyó.
María del Socorro Molina es otra habitante de El Potosí. Ella vive a unos cuantos metros de donde el incendio bajo tierra sigue activo. Sus padres le heredaron unas tierras que ya no sirven para dar fruto.
Alejandro camina en dirección al cráter. A pesar de que autoridades han acudido a revisar el fenómeno, no se han dado a la tarea de acordonar o señalizar el riesgo que implica caminar por esos terrenos.
NO HAY BOMBEROS PARA ESTO
Los de Protección Civil también tienen su versión. Dicen que han oído que en ese lugar existió un basurero, que con el tiempo fue sepultado y que algo o alguien provocaron el fuego en alguna parte donde la basura emergía, lo que causó que el incendio se propagara bajo tierra, aunque eso no explique el intenso olor a azufre que se desprende.
Investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México también participaron en una investigación tras el reporte de El Potosí hace algunos años, por el hundimiento y los incendios registrados en el subsuelo.
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