Seguridad
Por Rosendo Zavala
Publicado el jueves, 8 de junio del 2017 a las 09:11
Saltillo, Coahuila.- El pesar de los vecinos es evidente. La muerte de Jorge Alberto cala hondo y el barrio ya no es el mismo, porque los ecos de la tragedia los alertaron cuando supieron que el niño de amabilidad infinita se había ido para nunca más volver.
Mientras Socorro rompía en llanto reclamando los restos de su adorado Beto ante la justicia ministerial, en la colonia Nuevo Progreso flotaba un silencio sepulcral que evocaba un destino que parecía estar escrito para las andanzas terrenales del infortunado pequeño.
Así lo percibía doña Lupe, que jalando a sus hijos caminaba lentamente por la calle México Nuevo, mientras despistada volteaba al humilde tejabán donde la desgracia había cobrado forma sin preguntar a nadie, como validando el deseo del menor que por un berrinche cometió el peor error de su vida.
“Él era un niño muy bueno, siempre tan servicial y muy atento porque además era ejemplar en su casa; de su mamá sólo podemos decir que era muy apegada a sus hijos, e incluso muchas veces no iba con nosotras al grupo de préstamo porque prefería atenderlos (a sus hijos) en todo momento.
“Nunca supimos que él tuviera algún problema o no lo demostraba, siempre andaba alegre y sabemos que era muy dedicado en todo lo que hacía, pero de repente supimos que hizo aquello que no podíamos creer; nosotros seguimos siempre en contacto con su madre para saber cómo seguía, pero lo único que ella decía es que su hijo estaba muy grave”, dijo la mujer.
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