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Por Agencias
Publicado el martes, 29 de noviembre del 2016 a las 16:09
Bogotá.- A pocos minutos de que el avión se estrellara contra una de las montañas de Cerro Gordo, por redes sociales se buscaban voluntarios que tuvieran camionetas para servir de apoyo en las labores de rescate.
Sin dudarlo, Santiago Campuzano y cinco amigos más se dirigieron en una camioneta y, desde el casco urbano de La Unión, fueron de los primeros en llegar al lugar de la tragedia.
“Solo sabíamos que se había estrellado un avión con 81 personas. Nos imaginamos lo peor”, confiesa.
Tenían la voluntad, el ímpetu y las ganas de ayudar. Pero solo eso estaba de su lado, ya que el terreno fangoso y estrecho dificultaba su movimiento y las negras montañas se fundían con el cielo. Por un momento pensó que no llegaría.
Cuando llegamos sacaron el primer herido y fuimos nosotros quienes lo transportamos de bajada. Era Alan Ruschel, jugador del equipo de fútbol brasilero Chapecoense. “Mi familia… mis amigos… ¿dónde están?”, balbuceaba en voz baja, según cuenta Campuzano.
Mientras el voluntario sorteaba la difícil carretera, un paramédico hacía lo propio para mantener estable al futbolista que seguía preguntando por los suyos. “Tiene una fractura de cadera, hay que llevarlo a un centro médico con urgencia”, dice que le contó el médico.
Una vez dejaron a Alan en el punto de encuentro, a un kilómetro del estadero Don Quijote, no hubo tiempo para más. Solo desearle suerte y volver a sumirse en la oscuridad a buscar más heridos.
“Venía muy asustado, pero con la satisfacción de haber ayudado a alguien, porque pensábamos que todos estaban muertos”, comentó para periódico El Tiempo.
amg
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