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¿Qué pasa después de una infidelidad?

Por Agencias

Publicado el jueves, 3 de mayo del 2012 a las 03:42


Después de una infidelidad algunos matrimonios deciden separarse y otros que, al no hacerlo, continúan una relación tormentosa

México.- Después de una infidelidad algunos matrimonios deciden separarse y otros que, al no hacerlo, continúan una relación tormentosa, o también existen aquellos que utilizan la crisis para fortalecerse, crear mayor intimidad y volver a tener confianza otra vez, claro que esto toma su tiempo, sobre todo en la comunicación de la pareja.

Después de la infidelidad, aparece en los protagonistas la culpa, aspecto que muestra una serie de emociones que se van encontrando, pero que es importante sentirla; también aparecen los celos que son normales, porque son la llamada de atención para poder observar la distancia con la pareja, cuanto esta se aleja o se acerca, además que es un termómetro para mostrar el afianzamiento de la relación; siempre lo adecuado es el acercamiento íntimo y emocional, lo inadecuado son los celos patológicos que llevan a tomar conductas inadecuadas e irracionales, que obviamente no ayudan a la superación del problema.

Expertos en relaciones amorosas indican que después de una infidelidad la pareja defina cuál es su situación y que es lo que harán para superar el trago amargo, de no hacerlo será incierto puedan superarlo ya sea juntos o divorciados.

Toda infidelidad es el síntoma inequívoco de alguna anomalía previa, consciente o inconsciente, en la relación de pareja. Constituye, por ello, un verdadero detector de problemas amorosos ocultos y una oportunidad de concienciarlos y resolverlos, es decir, un punto de partida para mejorar la relación. De ahí que las infidelidades sólo destruyen las malas relaciones (demasiado débiles, o desgastadas, o neuróticas, etc.), pero refuerzan los lazos basados en el amor y la madurez psicológica.

No obstante, cuando una persona es engañada por su pareja, sufre inmediatamente tres heridas: 1) dolor por el abandono (celos); 2) humillación (narcisismo y autoestima heridos); 3) rabia (odio, rencor, deseos de venganza). La progresiva cicatrización de estas heridas exige vivenciar el siguiente proceso:

1.- expresar, desfogar las emociones ocasionadas (dolor, despecho, rabia) no sólo ante la propia pareja, sino también con otros familiares, amigos, etc., que acompañarán y compartirán el dolor de la persona y le darán ánimo y consejo.

2.- la persona engañada y su pareja infiel deberán afrontar con coraje el suceso e investigarán conjuntamente por qué se ha producido, es decir, cuál fue el significado de la infidelidad: ¿una huida? ¿una sustitución? ¿un narcótico? ¿un castigo o venganza? ¿una muestra de soledad o desamor? ¿un síntoma de aburrimiento? Etc. Es indispensable responder a estas preguntas no sólo como parte del proceso curativo del engañado/a, sino también para prevenir futuras repeticiones de la infidelidad u otros síntomas indeseables.

3.- resolver a fondo, si se quiere y se puede, todos los problemas descubiertos (p. ej., falta de amistad, comunicación o edipo; aburrimiento, desconfianza, rencores ocultos, problemas sexuales, problemas con los hijos, problemas emocionales en alguno o ambos miembros de la pareja [narcisismo, depresión, ansiedad, agresividad, falta de autoestima, dependencia, posesividad, rigidez moral, etc.], u otros).

Si ambos miembros de la pareja se aman y son lo suficientemente lúcidos y valientes para recorrer juntos, con o sin ayuda profesional, todas estas etapas, las heridas del engañado y el sentimiento de culpa del infiel tenderán a desaparecer gradualmente, la confianza del primero regresará espontáneamente, y la calidad de la relación tenderá a ser incluso mejor que antes de la infidelidad. Si, por el contrario, estos procesos no se dan u ocurren muy defectuosamente, entonces el conflicto mutuo seguirá abierto durante mucho tiempo y podrá llevar incluso a la ruptura definitiva.

Naturalmente, la persona engañada puede optar desde el comienzo por el deseo de salvar el amor o por la separación. Pero cuando queda indefinidamente atrapada en un intenso amor-odio que la atormenta, paraliza y deteriora cada vez más la relación, entonces es muy aconsejable una psicoterapia.

Muchas personas, con frecuencia mujeres, sufren terriblemente por una antigua infidelidad de su pareja. Es un dolor agudo, interminable, que dura meses e incluso años después de dicha infidelidad, y que llena el corazón de estas personas de rabia, celos retrospectivos, inseguridad, desconfianza, resentimiento. Estos engañados/as quieren dejar de sufrir como sea, pero no pueden. Y se preguntan angustiados: “¿cómo lograrlo?”.

La herida crónica de estos engañados/as reside claramente en su propio orgullo personal, en la autoestima, en lo más hondo del yo. Se trata de una herida infligida en la capa narcisista de la personalidad. Todos tenemos un estrato más o menos grande de ese narcisismo inconsciente; cuanto mayor es, más nos duele cualquier espina clavada en él. Ahora bien, ¿qué es el narcisismo?

El narcisismo es ese típico egocentrismo y egoísmo infantiles por el que los niños más pequeños dominan a veces exageradamente a los demás (comenzando por la madre), se aferran a lo suyo (“¡mío, mío, mío!”), pegan a otros niños, etc., y, cuando son reñidos o frustrados, escenifican grandes rabietas. Sólo más adelante, con el amor paciente de los padres, el niño descubre que, además de él mismo, las demás personas también necesitan respeto, comprensión y afecto, alcanzando así la fase amorosa. Pero ésta no borra la fase narcisista, sino que se superpone a ella como los anillos de crecimiento de un árbol, de modo que en cada persona el “grosor” de los respectivos anillos es diferente. Cuando predomina el anillo narcisista, la persona es especialmente egocéntrica y egoísta, con todas sus secuelas (vanidad, orgullo, exhibicionismo, dominio, rivalidad, celos, envidia, impaciencia, seducción, insensibilidad, frialdad emocional, etc.). Y siempre que se sienta frustrado o herido su dolor será particularmente agudo y rabioso: sufrirá el gran berrinche narcisista.

Volvemos así al tema de la infidelidad. El prolongado dolor del engañado constituye precisamente una gran pataleta infantil, proporcional al grado narcisista de su personalidad. El sujeto, más que abandonado, se siente ofendido, burlado, frustrado en su vanidad porque ejercía secretamente un dominio egocéntrico sobre su pareja, se creía “dueño” o “propietario” de ésta, la cual -ahora- se ha liberado inesperadamente y sin su “permiso” de él. Además, como el engañado siente a veces unos terribles deseos ocultos de infidelidad y, por otro lado, se cree “mejor” o “superior” al otro/a, no cesará de despreciarlo y agredirlo por envidia. La cual, para colmo, sopla continuamente al oído sin autoestima del ofendido: “Tú no vales lo suficiente, tu rival fue mejor, te quitó el poder, ojalá tú fueses como él, ojalá él estuviese muerto para que no te hiciera sombra”. Y con todo esto el engañado odia y se atormenta sin descanso (y más aún cuando, por añadidura, sufre rasgos paranoides).

El despechado no “puede” perdonar -es decir, no quiere hacerlo-, porque necesita el odio para seguir sintiéndose importante y superior; para seguir conservando su ficticio “control” sobre las cosas. En realidad, éste fue siempre su afán básico -controlar a su pareja-, y su rencor inagotable es una prueba de que su amor nunca fue, después de todo, demasiado fuerte (los narcisistas no pueden amar, y en parte por eso mismo su pareja se alejó de ellos). Por eso, en fin, las mil súplicas y arrepentimientos del infiel, o incluso su definitivo regreso a casa, no consuelan, ni conmueven, ni apaciguan el rencor del narcisista ofendido (1).

¿Cómo curar esta herida? ¿Cómo salir de la trampa?

Las personas más inmaduras nunca perdonarán, sino que elegirán el castigo, la venganza, la ruptura definitiva. Las más evolucionadas preferirán el amor recuperado (y la solución de los motivos que produjeron la infidelidad) a la humillación pasada, y alcanzarán pronto la paz. El problema se halla en las personas que sufren un dilema interior entre sus fuertes tendencias egocéntricas y sus igualmente fuertes disposiciones amorosas. ¿Qué hacer? ¿En qué dirección avanzar? En mi opinión, sólo en la medida que estas personas consigan elegir, resolver su dilema, ya sea tocando fondo en su dolor, ya sea mediante un crecimiento personal (a menudo con ayuda de una psicoterapia), podrán curar definitivamente su dolor.

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