Arte
Por Christian García
Publicado el viernes, 6 de enero del 2017 a las 10:05
Saltillo, Coahuila.- Según la tradición, los Reyes Magos fueron tres sabios que, guiados por una estrella en el cielo, llegaron hasta el pesebre en el cual había nacido Jesús, para ofrendar ante él tres regalos: oro como rey, incienso como Dios y mirra como hombre. Esta historia ha servido de inspiración para innumerables artistas quienes han plasmado dicha visión en sus pinturas.
Las representaciones de los Reyes Magos se pueden ver desde los trabajos del arte bizantino, en la basílica de San Apollinare el Nuevo que datan alrededor del año 465 d.C., así como en algunos mosaicos con la representación de tres hombres llevando sus obsequios al Mesías. La concepción de Baltasar como hombre de color es de una época posterior, seguramente del periodo Barroco, de acuerdo con los expertos.
DE BOTTICELLI A MEMLING
En el 1475 el pintor italiano Sandro Botticelli crea su Adoración de los Reyes Magos, en donde destaca la composición armoniosa de los personajes con el entorno y los colores suaves, en lo que parece ser un templo derruido, el cual le da un toque de misticismo y fantasía a la pieza.
Años después, el alemán Hans Memling realizó su obra La Adoración sobre una tabla con óleo. Conocido como Tríptico del Prado, la pintura consta de tres piezas, en donde la tabla izquierda representa la Natividad, la imagen central es la Adoración de los Reyes Magos ,y la derecha es la Presentación en el Templo.
En la imagen de Memling puede apreciarse a Gaspar como un hombre de apariencia joven vestido elegantemente, a Melchor como alguien de edad avanzada, arrodillado sobre la tierra, y por último a Baltasar, quien, arrodillado también, lleva una chaqueta roja.
EL BOSCO, DURERO Y EL GRECO
El pintor neerlandés Hyernomus Bosch “El Bosco”, más conocido por sus obras góticas, extrañas y casi surrealistas como El Jardín de las Delicias, también tiene su obra llamada Adoración de los Magos. Un tríptico en el que se puede ver a Gaspar, arrodillado con una túnica color rojo y detrás de él a Melchor y Baltasar. Aquí ya se puede observar una diferenciación entre los magos, tanto en sus vestimentas como en el color de su piel.
En 1504 Alberto Durero dio a luz su pintura del mismo tema, un óleo sobre madera en donde vemos a cuatro enormes figuras: la Virgen, quien lleva a Jesús en sus rodillas, y los tres Magos con un fondo devastado. La pintura, de colores fuertes y vivos, junto con la perspectiva, logra que las figuras dialoguen entre ellas y su entorno.
Años después Doménikos Theotokópoulos “El Greco”, cuyo estilo fue influenciado por el manierismo de Miguel Ángel, concibió también su propia obra de La Adoración en un óleo pintado en el 1568. La obra muestra al niño Jesús y a la virgen María en el centro de los tres sabios, quienes entregan sus regalos a los brazos extendidos del niño. En una decisión extraña, el Greco opta por pintar un palacio con columnas como escenario en lugar de un pesebre.
DE RUBENS A VELÁZQUEZ
El pintor flamenco Rubens tiene al menos tres pinturas sobre el tema, entre las cuales destacan la que se localiza en el museo de Amberes y la del Museo del Prado. En las dos obras el tratamiento es distinto desde los colores, las luces y sombras, así como del punto de vista, además del tamaño.
En la pintura de Amberes, es Melchor quien ofrece el regalo del oro a Jesús, quien es extendido por María para recibirlo. La gama cromática, de colores fuertes y cálidos da una atmósfera más bien tranquila.
La Adoración del Prado, al contrario, muestra a un niño Jesús que ilumina la pintura, cuyos colores, dominados por azules y violetas oscuros, crean una atmósfera poderosa y dinámica, mientras el concentrado de personajes dan una apariencia caótica, pero organizada en sus cuatro metros de dimensión.
Diego Velázquez es considerado como el gran maestro de la pintura española y en 1619 dio vida a su Adoración en un lienzo pintado al óleo.
La obra, que muestra de nuevo a los tres reyes magos ofreciendo sus regalos al Mesías recién nacido, tiene un estilo barroco y una cromatización dominada por colores oscuros y cuya luz, que baña el lado izquierdo, produce una sensación de agobio ante la escena.
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