Nacional
Por Agencias
Publicado el sábado, 9 de septiembre del 2017 a las 19:33
La Razón | Juchitán de Zaragoza, Oaxaca.- La mirada de Don Miguel se clavó en las letras de aquel letrero destrozado que promocionaba televisión, restaurante, fax y aire acondicionado en el Hotel Del Rio. Entre los pedazos de concreto quedó el anuncio del lugar donde trabajaba su esposa María… y ahí, debajo de las toneladas de escombro quedó también la mujer con la que se casó hace 20 años.
Ayer, aquí, en Juchitán, Oaxaca el sudor escurría sin parar por el rostro de este hombre. Sus manos estaban empolvadas y con sangre seca, por la herida que se provocó durante la madrugada con una varilla que quiso levantar.
Y es que el hombre aseguraba que aún escuchaba los gritos de auxilio de María. La realidad es que sólo él los oía. Los rescatistas y elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional que llegaron para ayudar a remover los escombros sabían del final de la mujer. Incluso ya tenían preparadas las sábanas y una camilla para llevarse sus restos.
“Después de la neblina blanca, vimos el hotel caído. Fuimos a tratar de ayudar y sacamos a un niño que era el único que gritaba. Les pedíamos que hicieran ruido para saber si había más personas vivas, escarbamos como por tres horas pero ya no había más”, contó ayer Óscar, un mesero que junto con su compañero José ayudó a rescatar los cuerpos de dos señoras que quedaron dentro de una casa derrumbada.
Un conjunto de tablones unidos por clavos son por ahora, los ataúdes improvisados donde algunos colocaron los cuerpos de sus esposas, sus hermanos, sus padres, sus hijos…
Para ellos, la gente ha organizado velorios callejeros. Lo hacen al aire libre porque no hay un lugar seguro dónde rezarles. Más del 40 por ciento de las construcciones aquí se vinieron abajo. Y las que no cayeron, están dañadas o cuarteadas. Además, las réplicas del sismo han sido constantes.
El Centro Escolar, el hospital, el mercado, las tiendas, las lavanderías, los salones para eventos, los negocios, las casas… no hay una sola calle que se haya salvado. Cada cuatro casas, la imagen es la misma: escombros, paredes destruidas o techos caídos.
El reporte oficial indica que en total son mil las casas consideradas como pérdida total, y otras cuatro mil están dañadas.
“Quién sabe si se puedan arreglar. Pero con las réplicas la verdad es que nos da miedo entrar”, contó anoche Jesús, un hombre que colocó un par de casas de campaña, unas cobijas y dos colchones para pernoctar.
Con el hospital colapsado, los médicos tuvieron que improvisar “consultorios” en la calle. Ahí, a la intemperie colocaron en medio de la penumbra las camillas para atender a los heridos.
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