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Saraperos vs Pericos: Un gran Hombre, el amuleto de los Saraperos

  Por Ernesto Acosta

Publicado el domingo, 15 de agosto del 2010 a las 14:00


No tiene complejos de ningún tipo. Antonio Romero, mejor conocido como “Tony” tiene 46 años y no alcanza el metro de altura...

Saltillo, Coah.- No tiene complejos de ningún tipo. Antonio Romero, mejor conocido como “Tony” tiene 46 años y no alcanza el metro de altura, pero su diminuto tamaño nunca ha representado un impedimento para darle rienda suelta a sus pasiones: su familia y el beisbol.

Está sentado en la banca de los Saraperos en el estadio Francisco I Madero. Sus pies no alcanzan el piso, viste una bermuda de mezclilla color azul claro, una playera deportiva azul marino y tenis atléticos. Lo acompañan su esposa Oneyda y sus hijos Camila y Heberto.

Sin pensarlo, se ha convertido en una estrella del Rey de los Deportes, fama que le agradece a Dios, quien rige su vida desde hace años y en quien ha depositado su fe, pero también es fuerte su devoción por san Judas Tadeo y la Virgen de Guadalupe.

De frente al campo, testigo de derrotas y triunfos de decenas de peloteros, a los que viste Tony platica sus experiencias en el mundo del beisbol como bat boy, describe sus tristezas, alegrías y los sueños que le quedan por cumplir.

LOS PRIMEROS AÑOS

Tony nació en 1964 en Huatabampo en Sonora. Y cinco años después se enteró que ya no iba a crecer. Los estudios que le realizaban en el IMSS lo llevaron a descubrir la verdad, sufrió el calvario de numerosas pruebas y análisis para el diagnóstico final: afectación de la glándula del crecimiento, lo que marcó una nueva etapa en su vida.

Sus padres no le explicaron lo que iba a venir después: tal vez rechazo, tal vez ser señalado por ser pequeño, pero no decayó y por el contrario comenzó a vivir una niñez plena, basada en la curiosidad, la que lo llevó a ser un niño inquieto, que fue sumando años a su calendario sin temor a su baja estatura.

¿Cómo lo consiguió? Colocó en las manos de Dios su vida y a partir de ese momento dejó de sentirse pequeño en una vida grande. Creyó en sí mismo, en que estaba listo para enfrentar a cualquier gigante.

De niño desarmaba los carritos de cuerda, los juguetes de plástico o cualquier muñeco que tuviera en sus manos, luego vino el beisbol. Sus tíos y primos se iniciaron en el deporte y junto con ellos comenzó su acercamiento con la pelota y el bat, los tomó en sus manos y aprendió las reglas del juego.

Huatabampo, es una ciudad como Ramos Arizpe. Pero además es beisbolera y Tony es uno de sus personajes más conocidos. “Me conoce la gente, cuando iba a la escuela atravesaba toda la ciudad y si no me veían pasar preguntaban por mí, cuando se enteraron que era bat boy sí hubo mas gente que preguntaba por mí”.

La infancia la recuerda con una sonrisa, asegura que siempre estuvo rodeado de personas y familiares que no lo discriminaron por su condición, por el contrario, su tamaño le resultó la mejor herramienta para acercarse a la gente y hacer amigos. Jugó y vivió aventuras como cualquier chiquillo.

“A mí nunca me afectó mi cuerpo, a la mejor en un momento sí pensé que iba a ser difícil, pero luego dije, pues hay que seguir adelante, y me olvidé de todo lo malo, soy una persona a la que le gusta trabajar, que me ha costado la vida y que he salido adelante de todo, he sido muy luchón”.

PASION POR EL ‘BEIS’

Aunque es el más pequeño de estatura en su familia, es el mayor de los hermanos. Las dos mujeres y los dos hombres son un gran apoyo para él y les agradece su solidaridad en tristezas y alegrías.

No siempre se dedicó al beisbol. Tony estudió el primer semestre de administración pública en la Universidad de Navojoa, en Sonora, pero la falta de recursos lo orilló a abandonarla. Luego se trasladó a Ciudad Obregón y consiguió un trabajo de almacenista.

La vida lo llevó a Tijuana, a laborar en una empresa de anuncios luminosos, luego de mariscos y después en una compañía agrícola, pero fue en Rosarito, en Baja California, donde comenzó como bat boy con los equipos amateur.

Y de repente le llegó una oferta: pasar a las “ligas mayores”: ser bat boy de los Potros de Tijuana y por supuesto aceptó; luego se integró a los Tomateros de Culiacán. Se tomó muy en serio eso de vivir entre bates, pelotas, cascos, zapatos, uniformes, estadios, peloteros, triunfos y derrotas.

Su profesión implica esfuerzo y buena condición física, aprender a vivir con desveladas, giras, estar lejos de la casa, de su familia en Sonora y numerosos sacrificios más. Cada temporada tiene que cuidar el uniforme de 30 peloteros. En estas andanzas se topó con gente que intentó limitarlo, pero a él eso nunca le ha importado. Lo dice completamente seguro de sí mismo.

El destino lo llevó a Monterrey, donde un día Juan Manuel Ley lo invitó a sumarse a los Saraperos y con gusto aceptó. Desde aquel 1998, Tony ha estado presente en 12 temporadas y ha sido testigo de la conquista del primer campeonato de Saraperos y ansía lograr el bicampeonato.

Por supuesto que con más de cuatro décadas de vida ha vivido numerosas anécdotas dentro y fuera del campo de beisbol. Le gusta sentir el calor de la afición, su agitación, su entrega, su pasión. De hecho, las masas le inyectan entusiasmo, se sabe querido y respaldado.

Pero entre los jardines, las tres bases y home, no sólo ha vivido su pasión, también momentos graciosos que le arrancan algunas risas que intenta disimular. Como ésta que recuerda con alegría…

“Una vez que me caí en la loma, venia con pelotas de segunda base, me tropecé y se me cayeron todas las pelotas, fue aquí en el estadio (Madero) en un juego contra Monterrey y ahí estoy yo muy rápido juntando las pelotas, desde la banca los peloteros se rieron y yo me puse nervioso, porque me agarró la caída fuera de base”.

Pero también sonríe descaradamente al recordar cuando cayó “patas pa´rriba” estando en home, igualmente el Madero, pero ya olvidó a quien enfrentaba Saraperos en aquel juego.

Tony, quien porta la casaca con el número cero, se siente agradecido con el “Rey de los Deportes” porque le ha permitido viajar a la República Dominicana y a Venezuela, además de conocer prácticamente todo el país.

“Se conoce mucha gente, se aprende mucho, es como una escuela, hay disciplina, aprendes a relacionarte con todo tipo de personas directivos, jugadores, artistas, figuras de Grandes Ligas”.

En la Liga Mexicana nunca había sido campeón con un equipo, hasta el año pasado que lo logró con Saraperos, por lo que lo disfrutó de manera especial. Desde su punto de vista, asegura que la unión, la armonía y la convivencia de grupo los ayudó a conseguir la meta.

FUERA COMPLEJOS

A la vida de Tony, el amor llegó con el nombre de Oney-da, a quien conoció gracias al beisbol en Culiacán. Ella es la mujer de casi metro 60 que se convirtió en la madre de sus dos hijos y que le cumplió su máximo sueño: formar una familia.

La historia de amor comenzó cuando la conoció en un restaurante donde ella trabajaba, se le acercó para iniciar una amistad y todos los días procuraba ir a comer para estar cerca de ella. Una compañera de trabajo de Oneyda fue “la cupida”, pues los empezó a “encandilar”.

Confiesa que nunca tuvo temor por su estatura, siempre estuvo seguro de sí mismo y de su interior, que fue lo que cautivó a la chica, iniciando un noviazgo que duró 6 años hasta que se animó y le pidió matrimonio: “Fui a su casa a hablar con su familia, mamá, papá, aceptaron y todo y nos comprometimos”.

Luego vino la boda, en diciembre de 2004 en el estadio Ángel Flores en Sinaloa, y se casó en el 2005 por la iglesia. “Yo nunca me fijé en lo físico, es una persona con muy buenos sentimientos que sé que vale la pena estar con él” dice Oneyda mientras carga en brazos a la pequeña Camila, de 1 año.

Jamás se ha limitado como padre, esposo, amigo. Tony lo platica con tanta seguridad que la contagia. “Yo nunca me sentí menos, tengo una familia que es lo más importante para mí, ver crecer a mis hijos es lo que más le pido a Dios, yo siempre he trabajado para ellos, todo es para ellos” asegura.

Cuando vio nacer a su primer hijo Heberto en el 2007, “hecho en Saltillo y nacido en Sonora” y que ahora tiene 3 años, no podía dejar de pensar en él, y recuerda con cariño “que nomás lo quería tener en brazos”.

TORTILLAS DE HARINA, MUSICA RANCHERA y TENIS

En su niñez Tony escuchaba a Vicente Fernández, José Alfredo Jiménez, Pedro Infante y Leo Dan. Mientras jugaba con los amigos o en las reuniones familiares era la música de fondo y de aquellos momentos le nació el gusto por este género, además del de la banda.

Le gusta el ritmo del mariachi, las melancólicas letras de las viejas canciones que persisten aún con el paso de los años porque le recuerdan la infancia, pero también las prefiere porque lo han acompañado en diversas etapas de su vida.
“Me gusta mucho, mucho, la música, me transporta, y me gusta oír canciones de aquellas, de las que dicen viejitas, pero no importa, son muy bonitas las letras, la música, las guitarras” dice Tony emocionado.

Y de la música brincamos al tenis, “Es un deporte que me gusta ver, me llama la atención, me gusta este deporte aparte del beisbol que es un deporte muy noble”.
Confiesa que de vez en cuando también se deleita viendo peleas de Box. Es el tercer deporte en su lista de favoritos, pero son esporádicas las ocasiones en que lo observa.

Del box pasamos a las tortillas de harina. Entre risas revela que son sus favoritas, pero no las que se venden en bolsas de plástico en las tiendas o centros departamentales, sino las que están hechas con las manos de su mamá y de sus hermanas, aunque también las de maíz que hace Oneyda, ocupan un lugar especial en su paladar.

Incluso una de las razones por las que Tony espera que llegue a su fin la temporada del 2010, es para ir a comer algunas cuantas a casa de sus padres, “acompañadas de lo que sea” dice, y luego suelta una carcajada.
Hasta Huatabampo va cada final de temporada, pasa unas semanas allá y luego regresa al trabajo, a prepararse y seguir con su rutina deportiva.

RODEADO DE MILAGROS

Hombre religioso, asegura que se ha portado bien y Dios lo ha bendecido de diferentes maneras. “Éste es un trabajo donde Dios me ha ayudado, con mi familia me ha ayudado, por eso creo mucho en la religión; siempre ando pidiéndole a Dios por mis hijos, mi señora, mi familia, mis papás, por mí mismo. Uno está agradecido con Él porque me permite sentir el amor de toda mi familia, de todos mis amigos”.

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