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Teatro contra la violencia

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 3 de abril del 2017 a las 15:23


Tras bambalinas, niños buscan en la actuación alejarse de la violencia

Por: Rosalío González

Saltillo, Coah.- Son las 19:03 horas del viernes 24 de marzo y se levanta el telón del Teatro de la Ciudad Fernando Soler. Toda la sección central de butacas del recinto se encuentra abarrotada. Detrás del escenario se escuchan los murmullos de los niños que participan en el montaje, a quienes minutos antes de comenzar les fueron colocados los micrófonos de diadema.

Ahí va Romeo atrás de Julieta, que con una mano sostiene su vestido y con la otra va palpando los obstáculos en la oscuridad de la tramoya. El teatro es la boca del lobo: no se ve nada más que lo permitido por un foco color azul encendido en la sala de controles del escenario.

“¡No pueden hablar nada!”, grita el director, Luis Falcón, por enésima vez. Durante el ensayo lo repitió más de cinco veces: “No pueden agarrarse el micrófono ni hablar porque todos los micrófonos estarán encendidos y lo que ustedes digan se va a escuchar”.

El ensayo fue media hora antes de que comenzara la obra. Es la primera vez que estos niños y jóvenes pisan el escenario del “Fernando Soler”. Ellos forman parte del programa México, Cultura para la Armonía, que busca rescatar y fortalecer el tejido social en estados que vivieron periodos de violencia, tal como pasó en Coahuila.

Ahí van Cervantes y Shakespeare, justo al final de la fila de actores que salió del camerino rumbo al escenario. Cervantes tiene engominado el cabello y va cargando un libro.

¡Pero ¿qué hace sir William en Verona a la mitad de Romeo y Julieta?! Vino a enfrentarse a su propia obra, a que lo retaran, a que le negaran su final.

Ahí van los Capuleto y los Montesco corriendo a tomar sus posiciones para salir a escena.

“La cultura salva vidas; el teatro es una forma de vida. Estamos salvando a niños de la violencia y para eso necesitamos que a ellos les guste lo que hacen. Creo que el teatro logra el objetivo”, afirma Luis Falcón.

En este proyecto la cultura se convierte un remanso a la mitad de la vorágine, la mejor semilla contra una guerra tan violenta, como la que se vivió en los estados de norte del país y que ha dejado dolorosas secuelas para cientos de niños que aún siguen siendo presa fácil de la droga y el crimen.

Son niños y jóvenes que sólo han visto la violencia y la droga en la televisión, que sólo han escuchado del crimen en la radio del automóvil de camino a la escuela. La cultura se los ha arrancado al crimen, antes los tuviera.

“El arte, lo sensible, los buenos debemos siempre dar el primer paso”, expresa el director de teatro.

Enamorada de París

Galia sueña con viajar a París. Le gusta recoger su cabello liso y largo con una delgada diadema en forma de orejas de gato. Ella tiene ojos grandes y destellantes dientes; es la dulzura misma de la infancia.

Desde que tiene memoria guarda cada moneda que tocan sus manos para ir a su destino añorado. Es la huésped de una habitación confortable, llena de libros y donde se respira por todos lados el “Paris, je t’aime”.

Tiene apenas 10 años y no se sabe cuánto es lo que ha ahorrado. Quizá para cuando cumpla los 15 tenga lo suficiente para pagar una noche de hotel en París. En fin, es la hija que todo padre quisiera tener.

A un costado de la cabecera de su cama está pintada la Torre Eiffel, que todos los días le recuerda uno de sus sueños, pero no el único. Galia, además de pensar en París, dibuja y pinta mandalas, unos cosmos de la religión budista e hindú que la hacen perderse en un mar de colores vivos y chillones con los que pinta.

Las escaleras que llevan a su recámara están tapizadas por libros: novelas, biografías y dramaturgia, pues su madre, Hilda Sevilla, es actriz y periodista, y el combustible en la vida de Galia.

“Mi mamá fue la que me invitó a formar parte del teatro”, dice Galia, mientras Hilda la mira desde la puerta de la habitación donde la niña ha decidido conceder la entrevista. La pequeña no sólo forma parte del teatro desde hace un año, sino que su primer papel es el de Julieta, en la célebre obra de William Shakespeare (1564-1616).

Romeo y Julieta es la primera puesta en escena montada en Monclova por un colectivo teatral con el auspicio del programa México, Cultura para la Armonía, un proyecto de las secretarías de Cultura nacional y estatal, que tiene como objetivo el rescate y fortalecimiento del tejido social.

“Hay que reparar lo malo y, sobre todo, evitar que más niños caigan en cosas que los dañen”, señala la madre de la debutante actriz.

No son princesas

Todo en Galia es color de rosa, todo a excepción de Julieta. “Porque Julieta no es una princesa, ni las niñas somos princesas de cuentos”, sentencia. Y en efecto, la Julieta que ella interpreta no lo es. Se trata de una mujer enamorada, pero fuerte y retadora, un personaje “adaptado”, como le llaman los dramaturgos y directores de teatro.

La obra fue publicada por Shakespeare en el siglo 16. En el personaje de Julieta el autor reflejó a la mujer del norte de Italia, un país desde entonces ligado al arte, al amor y a lo femenino. Sin embargo, en la obra dirigida por Luis Falcón se realizaron algunos cambios a los diálogos de los personajes. “Con el perdón de Shakespeare y sus 400 años de muerto”, dice el director en tono cómico.

Así es como Galia tomó un concepto diferente al papel que normalmente se les asigna a las mujeres en sociedad. “Las mujeres y los hombres somos iguales, y nadie, ni William (Shakespeare), puede elegir el destino por ti”, dice segura, y expresa lo mucho que disfruta cuando en el escenario le reclama a gritos al genio de Shakespeare sus inoportunas decisiones sobre sus sentimientos.

Galia es tan sensible a lo que la rodea, pero a la vez tan fuerte porque tiene en casa a una adaptación de Julieta: su mamá, que ha escrito su propia historia en los medios y en la actuación.

“A pesar de que yo también actúo, créeme que ver a mi hija en el escenario es otra cosa”, dice Hilda, y le ruedan lágrimas por la mejillas. Se emociona al hablar de su hija.

“Cuando veo a Galia en la obra haciendo un personaje tan importante como el de Julieta, me siento muy orgullosa. Ver cómo le aplaude la gente es algo que como madre no se puede describir”.

Un Romeo taekwondoín

Es día feriado y en Monclova no hay casi ningún negocio abierto. El sol es un despiadado rey que azota los rostros de los pocos que caminan por la calle o transitan por las orillas de los bulevares pedaleando sus bicicletas. Cada cuatro o cinco cuadras hay una persona buscando desesperada una sombra o un conductor rociando agua al cofre de su automóvil humeante. La ciudad está a 33 grados centígrados y a la mitad del semidesierto.

Jesús Gabriel vive pasando el río Monclova, en la salida hacia Sabinas, y su casa está paradójicamente sobre la calle Paseo del Sol. Tiene 10 años y vive todo el tiempo con la “pila cargada”, porque nunca se cansa, afirman sus papás Verónica y Jesús. “El niño nunca para”.

Ese día, su mamá le ayudó a peinar su cabello hacia el lado derecho, mientras él se vestía con ropas que le daban un aire de cierta seriedad que le quedaba falso.

Comparte la habitación con Victoria, su hermana menor, así que la puerta de la recámara tiene pegadas algunas tareas escolares de la más pequeña de la casa. Jesús no quiere fotografías sobre eso, prefiere posar leyendo o simplemente sentado en un sofá de la sala junto a sus papás.

El año pasado comenzó a realizar taekwondo en una escuela cercana a su casa. Sus papás lo tienen gran parte del día invirtiendo su energía en algo. En todo menos la ociosidad, señala uno de ellos y ahonda en la idea: “madre de todos los vicios y madrastra de las desgracias”.

Es delgado y chispeante, Jesús entrena con ahínco; en este año ha logrado avanzar hasta la cinta verde, el quinto nivel de este arte marcial.

Casi al mismo tiempo que el dobok y las cintas de colores, el teatro llegó a su vida.

“Nosotros queríamos que gastara energía, pero que también nutriera su conocimiento con el arte”, dice Verónica.

Jesús está ingresando a una de las etapas más difíciles de la adolescencia, de acuerdo con el Centro de Integración Juvenil, encabezado en Saltillo por la sicóloga Norma Alicia Pérez Reyes, en la entidad la edad en la que los jóvenes prueban drogas por primera vez está disminuyendo hasta colocarse en los 10 años, justo la edad de Jesús.

“Comienzan con el alcohol y luego la mariguana, en especial la mariguana, porque es la droga que introduce a los jóvenes a ese ambiente, y de ahí toman confianza para probar las drogas sintéticas o en su caso
inhalantes”, explica.

Sus papás reconocen que ahora los niños tienen otra forma de pensar. “Claro que a ninguno le gustaría ver a su hijo con gente que lo mal influencie, pero eso depende en gran medida del trabajo que nosotros hagamos como padres, la educación viene de casa”, señalan.

‘No conozco el odio’

El pequeño Romeo tiene una voz suave y una pronunciación rápida, no le teme al público del teatro, pero todavía lo intimida la cámara. “¿De qué vamos a hablar, ¿qué me quieren preguntar?”, demanda, y se frota las manos por nerviosismo.

“La obra de Romeo y Julieta es la historia de odio entre dos familias que no quieren que sus hijos se casen”, dice Jesús como resumen de la obra en la que participa desde hace un año.

Hay quienes dirían que la historia es de dos enamorados que vieron frustrado su más apasionado sentimiento, pero para este protagonista lo más importante no es lo que lo une a Julieta, sino lo que lo separa de ella.

“Si sus familias no fueran enemigas, todo sería más fácil”, dice con toda la razón. “Yo no conozco el odio, pero es malo; el odio separa a la gente”.

Monclova está a menos de 300 kilómetros de la frontera de Coahuila con Estados Unidos, en donde Donald Trump, Presidente de ese país que tenemos como vecino, ha afirmado que levantará un muro impenetrable que dividirá al continente americano, y así evitar la migración ilegal. Ese es el odio al que se refiere Jesús.

“Yo no conozco a Trump, te digo que no conozco el odio”, repite Jesús, quien no ha tenido tiempo de sentarse a ver en la televisión las amenazas de uno de los hombres más ricos y poderosos del planeta, porque le basta su trabajo, su progreso al gimnasio de taekwondo y en el escenario.

Jesús ha estado derribando sus propios muros, porque antes del teatro era tímido, bloqueaba a quien quisiera entrar en su mundo, y poco a poco ha ido quitándole ladrillos a su barrera hasta casi desaparecerla.

“No sabemos qué tiene el teatro o el profesor que le tocó a Jesús, pero los cambios son muchos, y para bien”, dicen sus papás.

Los niños de la década

Galia Regina y Jesús Gabriel forman parte de los llamados niños de la década; es decir, coahuilenses que se han involucrado exitosamente en el arte y la cultura de sus localidades. El abanderado de estos niños es Sergio Vargas Escoruela, el prodigioso pianista de 11 años.

Sergio es de Torreón. Desde que tenía 7 años comenzó sus estudios de piano con la instructora Mariana Chabukiani. Gracias al esfuerzo, talento y disciplina ha alcanzado importantes éxitos.

En marzo de este año, el pianista se presentó en el Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México, en donde interpretó el Concierto para Piano Nº 8, de Mozart junto a la Orquesta Sinfónica Nacional.

Dos días después de su concierto acompañó al secretario de Educación Pública federal, Aurelio Nuño Mayer, al arranque del programa México, Cultura en tu Escuela, el más ambicioso que ha presentado el Gobierno para impulsar las capacidades artísticas de los niños.

“No se rindan, descubran sus talentos”, dijo Sergio Vargas frente a decenas de niños que lo escucharon y lo vieron interpretar una de la piezas en piano en la escuela Ignacio Zaragoza, en la capital del país.

Cultura como salvavidas

El Teatro de la Ciudad de Monclova es un gigante moderno que descansa a las orillas del bulevar principal, Harold R. Pape. Fue inaugurado hace siete años bajo la promesa de que sería uno de los más flamantes en el norte del país, una joya para Coahuila.

Tiene cuatro enormes columnas frontales que hacen al hombre sentirse más pequeño de lo que físicamente es. Tras las columnas existe una pared de cristal grueso que suena hueco, pero que no vibra, no se mueve ni inmuta.

Sus salas, escaleras, camerinos y salidas de emergencia son amplias y elegantes. Es un recinto muy diferente al Teatro de la Ciudad Fernando Soler, en Saltillo, al que los años le han sumado valor histórico, además de ser considerado el primer escenario de la entidad, pero que no tiene ni estacionamiento.

En la parte trasera del de Monclova hay un salón de ensayos con las paredes tapizadas de espejos y una barra que recorre todo el perímetro para que los artistas puedan sostenerse de ella. Hasta ahí llegó Luis Falcón, el director de la obra de Romeo y Julieta, al que estamos robándole el tiempo porque ahora debería comenzar los ensayos de Los Niños no Pueden Hacer Nada por los Muertos, la siguiente puesta en escena del colectivo teatral.

Luis empezó haciendo teatro a los 5 años, hace ya 20, y está acostumbrado a llevar en solitario todo el peso del escenario y de las miradas del público, que a veces son tan comprensibles y sentimentales, pero en otras parecen puñaladas.

Participó recientemente en los monólogos Más Vale Solas Que Mal Acompañadas, de Humberto Robles, y en Divino Pastor Góngora, de Jaime Chabaud. La última es una historia ambientada en el siglo 18 en la que el protagonista –y único ejecutante– es un famoso actor perseguido por la Santa Inquisición al ser acusado de vivir una vida pecaminosa.

“Los niños fueron un choque en mi carrera, algo completamente diferente a lo que yo hacía. Me gusta trabajar con no actores, pero hasta antes de este proyecto eran puros adultos. Lo difícil de los niños es que tienen distintas informaciones culturales, sociales, de casa, de la escuela, entonces empatar todas esas cosas no es fácil”.

Luis se mueve a zancadas en el salón, tiene piernas largas y elásticas; es monclovense, pero estudió en Saltillo, Monterrey y la Ciudad de México, y además de actor es sicólogo. “Tenemos que ser muy pacientes entre nosotros porque aquí me topo con los cambios de edad y las hormonas; los niños de la obra están justo en la etapa social en que se dividen entre niños y niñas”, dice.

Hay que torear a julietas, romeos, shakespeares y cervantes. No sólo hay que cansarlos, hay que hacer de ellos personas fuertes, afirma el actor.

No hay un solo ruido en todo el teatro. Hoy solamente trabaja Luis Falcón y su grupo de aprendices. Este salón es el único que tiene las luces encendidas, todo lo demás es oscuridad infinita, silencio infinito, ni el eco de los aplausos que muchos dicen que se escuchan en los teatros ni los fantasmas que hacen travesuras con cortinas y puertas. Nada.

“La cultura sí funciona para el reforzamiento o la generación de tejido social. El arte ayuda a ser sinceros, sensibles y honestos con las propias perspectivas e ideas que tiene uno ante la vida. Es un poco moverse de lugar, en el caso de que yo descubra que voy por un camino no óptimo, o afianzar las cosas que ya hay”.

“El tema de odio y el amor, al ser dos actitudes ante la vida, es bastante universal. Los niños en tanto están creciendo tienen este encuentro con estos afectos de alguna manera. No les es ajeno. Lo vivimos socialmente en lo político, en la violencia, en la familia, la red de apoyo de amigos. Creo que los niños son cada vez más sensibles, y no sólo los del colectivo, lo observo en general”, afirma Falcón.

Hablando de teatro

El año pasado se cumplieron 400 años desde que Cervantes y Shakespeare fallecieron, ambos considerados el canon literario en sus respectivas lenguas. Sir William fue quien escribió Romeo y Julieta, sin embargo Cervantes fue más famoso en Inglaterra.

Por las escaleras a la derecha del escenario del “Fernando Soler”, Juan de Dios Tenorio y Gabriel Lucero bajan para tomar un lugar entre las butacas aún vacías.

Gabriel viste una falda negra y unos mallones blancos. Juan de Dios tiene una barba espesa, negra, la cara afilada y el cabello intensamente oscuro. Su piel es morena. Son Cervantes y Shakespeare, y desde hace un año han dado vueltas construyendo sus personajes.

-¿La falda es por Shakespeare?

-No. La falda es por comodidad. En el teatro se gastan muchas energías aunque no se vea y entonces lo mejor es andar cómodo, y también para la movilidad –dice Gabriel, que acompaña su atuendo con unos tenis pegados a la piel.

-¿Y tu barba es por Cervantes?

-A mí me gusta la barba… pero sí, también es por mi personaje –responde Juan de Dios, que más bien se parece a Alonso Quijano antes de ser el Quijote.

Eran tan diferentes: Shakespeare dedicado a la dramaturgia y Cervantes a la prosa y al verso, pero en esta obra se juntan.

“Esto es una adaptación de Romeo y Julieta y todo cabe, y a los guionistas se les ocurrió que podíamos homenajear a los dos escritores poniéndolos frente a frente”, dice uno de los dos actores.

Dos viejos y conocidos genios que son interpretados por un par de jóvenes histriones de la Región Centro de Coahuila. Ellos también forman parte de este esfuerzo por rescatar el tejido social, que es más que un lugar común, “es algo que existe y nos corresponde a todos recuperarlo, la confianza en la sociedad, ser buenos ejemplos, porque malos ya hay muchos”.

Piden su tiempo para la crítica, uno tocándose la barba y el otro con las manos extendidas en las piernas.

“Se reconocen proyectos como este en el que estamos, sin embargo el teatro en general y por lo menos en Monclova va en declive. Hace poco cumplió un aniversario más el grupo teatral independiente Carreta de Locos y ellos comentaron que en otra época había muchos grupos de teatro en Monclova. Ahora son muy pocos los que quedan.

“Nuestro país vive tiempos de crisis: económica y social; opino que hay que hacer uso de la creatividad, y qué mejor forma que el teatro que saca toda la creatividad que tienes adentro, y que tú mismo como actor tienes que crear un personaje, es cosa de tu cabeza, de tu imaginación, que tengas vida”, dice Cervantes.

Sin embargo, para quienes buscan salir de lo amateur y profesionalizarse, como pasa con Gabriel y Juan de Dios, las posibilidades se reducen.

“Lamentablemente no hay muchas escuelas de actuación en México, y la mayoría está en el centro del país. Pocas dan la licenciatura en el norte, generalmente son puros talleres y no entendemos por qué no se ha querido o podido dar esa apertura”.

La cultura ha dado un paso al frente contra el crimen. El reto será avanzar y que las historias de éxito se multipliquen por todo el país, y no se queden como el recuerdo de un intento que pudo ser a parte de una medida preventiva contra la violencia, un semillero de talentos.

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