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Coahuila

Canciones polacas, Op. 74.

Por Joel Almaguer

Hace 1 año

Durante el siglo 19 se desarrolló enormemente la técnica del piano. Prueba de ello son la extensa y compleja obra de Franz Liszt; la desgarradora obra de Johannes Brahms; la evocadora fantasía sonora de Robert Schumann y por supuesto la intimidad inigualable de Frédéric Chopin.

Y nos imaginamos a ese joven compositor enfermizo entre la sociedad parisina siendo adorado por su cualidad única para arrancar suspiros en la punta de sus dedos posados sobre las teclas de marfil de algún piano burgués.

Lo imaginamos en brazos de la mítica George Sand susurrando algún nocturno que brotara de sus labios posándose como mariposas sobre sus oídos y bajando en caricias hasta los labios trémulos de una Sand maliciosamente infantil.

Imaginamos un Chopin consagrado al piano, que no podría componer otra cosa que obras para piano. Y sí, podemos casi afirmarlo, si no fuera por una bella excepción: su opus 74. Una colección de canciones polacas para voz y piano.

Notable regalo para la posteridad en la que el compositor incluye poemas de sus amigos poetas. Injustamente infravalorados, o quizá sea más acertado decir, apocados por la obra para piano, este ciclo de 17 canciones es una joya que merece la pena admirar con atención.

El trabajo que hace Frédéric Chopin es meticuloso. Se percibe la sensibilidad que conocemos en él. No parece estar en tierras extrañas. Chopin no es un extranjero en mundos lejanos. El siglo 19 es un siglo de ciclos de canciones donde el lied marca la pauta. La íntima relación entre poesía, melodía y piano no es ajena para Chopin, y no nos extraña porque su obra entera es un cantar sin palabras.

El piano en su Op. 74 es exquisito, elaborada filigrana que se entreteje con la dulce voz de la cantante. Como resultado, este ciclo es delicado, íntimo, pero a la vez lleno de profunda pasión. Es una pena que Chopin no se haya inmerso más en las profundidades de la canción, pero aún así no echamos en falta nada, pues lo poco que escribió para piano vale cada compás, cada verso, cada respiro.

El tiempo que tardó en escribirlas, desde sus 17 años en 1827 hasta 1847 nos muestra la dedicación con la que las compuso y la perfección que podemos encontrar en ellas. Sin duda un tesoro que valdría la pena escuchar alguna vez.

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