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El destape

Por Sergio Sarmiento

Hace 6 años

Son las reglas del juego. En el PRI siempre ha sido el Presidente el que escoge al candidato. Y siempre el destape ha recaído en un miembro del Gabinete.

La regla sólo se suspendió en los dos sexenios en que el partido estuvo fuera de Los Pinos. Qué paradójico. Si el PRI hubiera estado en la Presidencia, seguramente Enrique Peña Nieto no hubiera llegado. Después de todo, él no venía del Gabinete, sino del Gobierno del Estado de México.

Miguel Ángel Osorio Chong había hecho todo lo necesario para ser el elegido. Se mantuvo en la Secretaría de Gobernación ante viento y marea. Fue eficiente y discreto. La inseguridad, que ha alcanzado niveles sin precedentes, la heredó cuando Gobernación absorbió a la Secretaría de Seguridad Pública y en realidad es producto de una guerra contra las drogas que él no declaró. Su mejor momento, en cambio, fue cuando salió de las instalaciones de Bucareli en mangas de camisa para dialogar con los estudiantes del Politécnico Nacional que estaban en plena rebelión.

Si bien nadie podría acusar a Osorio Chong de ser carismático o elocuente, el secretario seguía saliendo en primer lugar entre los priistas en las encuestas. Apenas el 22 de noviembre El Financiero publicó un sondeo que señalaba que el 46% de los priistas prefería a Osorio como candidato contra 11% de Meade. A pesar de eso Peña Nieto tomó la decisión de destapar a Meade, quien ni siquiera es miembro del partido.

Las reglas se hicieron para eso. Un militante del PRI tenía que conseguir 650 mil firmas (imposible) o el respaldo de 25% de la estructura o de los consejeros del partido (imposible sin el respaldo de Peña Niero) para aspirar a la candidatura. Un externo, simplemente tenía que registrar su intención.

Peña Nieto no es ningún tonto y para él es muy importante que el PRI gane la elección del 2018. Se da cuenta de que Osorio puede ser el favorito de los priistas, pero que para ganar la elección del 1 de julio necesitará del voto de muchos independientes, que tienen fuertes reticencias para votar por un priista de la vieja escuela. Ningún partido tiene tantos negativos en las encuestas como el PRI.

Meade tiene la ventaja de no ser priista y de tener una reputación de honestidad y eficacia como funcionario en gobiernos del PAN y del PRI. Puede atraer muchos votos que abandonarán al PAN por la alianza con el PRD, por la ambición de Ricardo Anaya o por la salida de Margarita Zavala. Atraerá el sufragio de muchos que no quieren un triunfo de Andrés Manuel López Obrador.

Meade no es todavía el candidato del PRI y no lo será formalmente hasta el 18 de febrero. Hay razones prácticas para ello. Las absurdas leyes electorales de nuestro país establecen que del 14 de diciembre al 18 de febrero los tiempos de radio y televisión tomados por el Gobierno deben usarse para las precampañas. Si no hay precampañas, los tiempos no están disponibles para los candidatos. Y Meade, que sigue estando muy atrás en las encuestas, necesita esos tiempos para alcanzar a sus rivales en conocimiento popular. A él, más que a nadie, le conviene tener un rival en las precampañas para tener presencia pública de aquí a mediados de febrero.

La elección del 1 de julio, sin embargo, será muy difícil. El electorado parece destinado a dividirse en tercios. El destape no es hoy garantía más que de tener la posibilidad de dar la batalla.

BANXICO

Meade ya es virtual candidato del PRI, pero Agustín Carstens está a punto de tomar el avión y marcharse a Suiza. Se necesita un gobernador del Banco de México. El candidato ideal es Alejandro Díaz de León, quien garantiza conocimiento y continuidad sin contaminación política.

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